Un ataque masivo con drones a la mayor refinería saudita provocó una nueva escalada belicista contra el gobierno iraní y un incremento en el precio del crudo como no se veía en el último cuarto de siglo, justo cuando la petrolera estatal Aramco está por sacar parte de su paquete accionario a la bolsa de valores de Nueva York. Los que se atribuyeron el golpe, sin embargo, son los hutíes yemenitas, de fe chiíta, que están en guerra contra la coalición liderada por Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, un conflicto que provocó más de 50 mil muertos y una crisis humanitaria que se descargó sobre más de 28 millones de personas en todo Yemen.

El sábado dos plantas de Aramco, en Abqaiq y Khurais, fueron atacadas por al menos 19 drones, lo que desató incendios generalizados y la suspensión de la producción, que es de unos 5,7 millones de barriles diarios, casi el 6 % de la producción mundial. Eso implicó el inmediato incremento del precio del petróleo, que saltó de 60 a 72 dólares por barril, un 20 por ciento en un día.

De inmediato, el general Yahva Saree, portavoz de los huties, dijo que habían sido ellos los responsables del ataque. «Fue una operación ofensiva masiva con drones dirigidos a las refinerías Abqaiq y Khurais afiliadas a Aramco en la región oriental de Arabia Saudita esta mañana, y el golpe fue preciso y directo», indicó, para agregar luego que la ofensiva fue realizada «en el marco de nuestro derecho legítimo y natural de responder a los crímenes de agresión y al asedio en curso en nuestro país durante cinco años».

Más aún, Saree dijo que la incursión se realizó «después de una operación de inteligencia precisa y un monitoreo u cooperación avanzadas de hombres honorables y libres dentro del Reino saudita». El objetivo del hecho sería forzar una negociación para detener «la agresión y el asedio a nuestro paìs».

La coalición intervino en 2015 para sostener al presidente Abd Rabbu Mansour Hadi, que en 2012 había sucedido a Ali Abdullah Saleh, quien había caído en el marco de las movilizaciones de la llamada Primavera Árabe. Saleh se alió con los huties, un grupo político formado en los 90 torno a Hussein Badreddin al Huti, miembro de la minoría chiíta zaidí, asesinado en 2004.

El líder actual de la agrupación es el hermano, Abdul Malik al Huti. Representan poco más de un tercio de la población pero sus integrantes están entre las capas más marginadas del país. Primero ayudaron a destituir a Saleh, luego hicieron una alianza circunstancial para finalmente romper con él a fines de 2017. Saleh fue asesinado el 4 de diciembre de ese año.

Los hutíes controlan gran parte del territorio yemenita a pesar de que la coalición saudita cuenta con mayores recursos y armamento. Tienen, si, apoyo de Irán y de Hezbollah. Por esa razón es que de inmediato surgieron desde el gobierno de Donald Trump las sospechas de que el ataque en las refinerías de Aramco hubieran sido obra de efectivos iraníes.

El contexto de creciente enfrentamiento entre la administración estadounidense con Teherán corre parejo con la oferta de Trump de negociar directamente con representante huties en Suecia bajo la cobertura de Naciones Unidas. Su asesor en Seguridad Nacional, John Bolton, no era proclive a entablar diálogos con esa fracción en el conflicto yemenita y menos lo era de que esas conversaciones le dieran preeminencia a la ONU, organismo del que siempre se mostró enemigo. Pero Bolton fue despedido de modo humillante por Trump el jueves pasado, de modo que ahora podrían soplar otros aires para la región.

Pero para sostener una esperanza de pacificación es necesario ver que este martes se celebran elecciones en Israel, y todo lo que genere situaciones peligrosas en los alrededores de ese país repercutirá forzosamente en ese comicio. Benjamín Netanyahu, el primer ministro ultraconservador y antiiraní, busca convalidar en las urnas un nuevo período y llegó incluso a prometer la anexión de regiones de Cisjordania -algo que violaría postulados de la ONU- para ganar el voto de los colonos.

Además, hace meses que el gobierno saudita está viendo el momento para sacar a la venta la venta de parte de las acciones de Aramco, una empresa fundada en 1938 por capitales estadounidenses que fue nacionalizada en los 80. El príncipe Mohammed bin Salman, a los empellones busca hacerse de la corona y prometió «occidentalizar» al régimen, entre otras cosas sacando a oferta pulcida a la joya del reino. Pero lo hace con los peores modos: entre otras cosas, está implicado hasta el tuétano en el asesinato, el 2 de octubre del año pasado, del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudita en Estambul.

Desde los 70, la alianza indisoluble entre Riad y Washington sirvió, fundamentalmente, para sostener la política de la Casa Blanca para Medio Oriente, y blindar al dólar, ya que obliga a que el comercio internacional del crudo se haga en la moneda estadounidense. A cambio, Estados Unidos siempre aceptó las más brutales violaciones a los derechos humanos dentro de ese país. O lncluso fuera, como la invasión a Yemen o la muerte de un columnista del Washington Post, como era Khashoggi.

Kurt Nimmo, un analista habitualmente bien informado que suele publicar en el portal Global Research, basado en Canadá, considera que no hay evidencia de que Irán esté detrás del ataque a la refinería. Y cita a Thomas Juneau, profesor de la Universidad de Ottawa y analista del Departamento de Defensa Nacional de Canadá, quien afirma que «el apoyo de Teherán a los hutís es limitado y su influencia en Yemen es marginal. Es simplemente inexacto afirmar que los hutíes son representantes iraníes».

Por otro lado, si es por ver quiénes se benefician con el ataque, bien podría pensarse en los propios saudíes; y por tres razones. Una, para justificar la apertura de hostilidades contra Irán, ahora que el halcón más empinado de Washington, Bolton, se tuvo que ir su casa. Otra, para aumentar el precio del petróleo y obtener mayores dividendos, habida cuenta de que todos los ingresos de Aramco van a parar a las cuentas de la monarquía. Y de paso, incrementar el precio de las acciones.

Por lo pronto, si bien Trump culpó a Teherán y prometió represalias, al mismo tiempo mantuvo la oferta de un diálogo directo con Hasan Rohani, el mandatario iraní, otro con los hutíes, y aseguró que EEUU no corre riesgo si baja la producción saudita ya que la explotación de yacimientos no convencionales dentro de su país va viento en popa.

Se sabe que ese tipo de emprendimientos comienzan a ser más beneficiosos en la medida en que el petróleo tradicional se vaya a las nubes. Que es lo que se ve estos días.