El fundador de WikiLeaks Julian Assange pasó en unos años de ser el paladín de la transparencia a personaje controvertido. Detenido en Londres, y bajo amenaza de ser extraditado a Estados Unidos, acaba de ganar una batalla judicial con el archivo de un caso por presunta violación.

La fiscalía de Estocolmo anunció este martes que abandonaba el caso contra el australiano, de 48 años, acusado por una mujer de unos hechos que se habrían producido en 2010. 

«Se han agotado todos los recursos de la investigación sin que haya pruebas claras para una acusación formal», dijo la adjunta al Fiscal general, Eva-Marie Persson, durante una conferencia de prensa en Estocolmo.

Julian Assange, piel pálida, cabellos canos y expresión sobria, que esgrime a veces una media sonrisa sarcástica, fue detenido el 11 de abril por la policía londinense en la legación ecuatoriana después de que Quito le retirase el asilo diplomático concedido casi siete años antes.

Había entrado allí el 19 de junio de 2012 para escapar a una extradición a Suecia por una denuncia de agresión sexual y otra de violación que él siempre negó y consideró «motivadas políticamente». 

La primera prescribió en 2015 y la segunda fue abandonada en 2017 por la imposibilidad de procesar a Assange en ausencia, pero en mayo fue reabierta. 

El australiano siempre dijo que no temía ser investigado en Suecia, sino que todo fuera una estrategia para acabar entregándolo a Estados Unidos y ser juzgado allí por la difusión en 2010 de cientos de miles de documentos militares y diplomáticos estadounidenses por la plataforma que él fundó: WikiLeaks.

Tras su detención en la embajada de Ecuador en Londres, Estados Unidos presentó una solicitud de extradición por «piratería informática», cargo pasible de cinco años de cárcel. Pero Assange teme que se le agreguen después delitos más graves, como divulgación de secretos o traición, y ser condenado a cadena perpetua o incluso a muerte.

– Elecciones estadounidenses e independentismo catalán –

La larga reclusión de Assange en la legación ecuatoriana había hecho que su protagonismo mediático se fueran apagando. Hasta que en noviembre de 2016 se inmiscuyó en las elecciones estadounidenses y en octubre de 2017 lo hizo en el proceso independentista catalán. 

La llegada a la presidencia ecuatoriana en 2017 de Lenín Moreno, que dio un giro a las políticas de su predecesor Rafael Correa, sentenció también un cambio para el australiano: Quito le dejó claro que no podía entrometerse en asuntos de terceros países desde su legación.

Pero antes, Wikileaks ya había tal vez contribuido a la victoria de Donald Trump al publicar miles de mensajes secretos de la campaña de su rival demócrata Hillary Clinton. Y respaldó a los independentistas catalanes contra el gobierno español de la época, presidido por Mariano Rajoy, divulgando imágenes de la respuesta policial al referéndum de independencia prohibido.

La campaña de Clinton acusó a Wikileaks de estar difundiendo «propaganda rusa», pero Assange negó estar al servicio de Moscú: «WikiLeaks ha publicado más de 800.000 documentos relacionados con Rusia o (su presidente Vladimir) Putin, y la mayoría son críticos».

– «Egocéntrico», «obsesivo» y «paranoico» –

Assange nació el 3 de julio de 1971 en Townsville, en el estado australiano de Queensland.

Su madre, la artista teatral Christine Ann Assange, se separó de su padre antes de que naciera Julian, quien durante sus primeros 15 años vivió en más de 30 ciudades antes de establecerse en Melbourne.

Alumno inteligente, estudió matemáticas, física e informática en la universidad sin llegar a licenciarse. Lo sedujo entonces la piratería informática, y llegó a entrar en las webs de la NASA y el Pentágono con el seudónimo de «Mendax».

Cuando WikiLeaks saltó a la fama, se lo saludó como a un genio informático y un mesías libertario. «El hombre más peligroso del mundo», se titulaba una biografía suya.

Pero rápidamente arreciaron las críticas. Las autoridades lo acusaron de poner en peligro las vidas de agentes de inteligencia, y algunos viejos amigos y colaboradores lo describieron como «egocéntrico», «obsesivo» y «paranoico».

«El hombre que presume de desvelar los secretos del mundo, no soporta los suyos», sentenció Andrew O’Hagan, a quien pidieron que escribiera una biografía de Assange y acabó por tirar la toalla.