El juez Claudio Bonadio odia a la senadora Cristina Fernández. El encono tiene origen ideológico -el magistrado proviene de la derecha peronista, a la que todavía reporta-, pero se volvió un asunto personal: el juez considera que la ex presidenta violentó el código de omertá de la convivencia política cuando un senador kirchnerista acusó a su hijo por presunto lavado de dinero.“Se metió con lo más sagrado, y eso es imperdonable” dicen que dijo el juez ante un grupo de empleados y periodistas que, desde entonces, vienen anunciando lo que finalmente el jueves ocurrió: Bonadio pidió meter presa a Cristina por el presunto delito de “traición a la patria”, uno de los más severos del código penal. 

Cristina siente lo mismo sobre Bonadio. Cree que el magistrado cruzó el límite cuando allanó e imputó a sus hijos en la causa Hotesur. La senadora no le perdona, en especial, que el juez lanzara al escarnio público a su hija Florencia, quien era una adolescente cuando se cometieron los supuestos delitos que se le imputan. “Máximo eligió meterse en el barro de la política, pero ella no”, le dijo la ex presidenta al magistrado, en cuanto tuvo oportunidad.  

La escalada alcanzó un nuevo pico en marzo de este año, cuando una supuesta agrupación K pintó el frente de la discográfica del hijo de Bonadio. El episodio de vandalismo ocurrió justo después de que el muchacho respondiera un exabrupto de Luis D’Elía con otro igual: “Sorprende quizás la dialéctica, pero si yo tuviera una pica se la metería (en) el orto al gordo simpático éste de D’Elía”, expresó Mariano Fulvio, en su cuenta de Facebook. Su padre le dio el gusto, aunque con mejores modos: el jefe piquetero fue paseado ante las cámaras con esposas y chaleco antibalas.

La saga de detenciones dispuesta por el magistrado se inició a las 2 de la madrugada, en Santa Cruz. El primer apresado fue el ex secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini. Su captura no estaba en los cálculos de nadie, ni siquiera del fiscal, que no lo incluyó en su requerimiento. Pero en su novela de 491 páginas, Bonadio le imputó haber sido el “coautor” del memorando firmado con Irán. 

Es la segunda vez que Zannini está preso. La primera fue en 1976, cuando lo detuvieron por su militancia política y permaneció cuatro años en una penitenciaría de La Plata. El ministro de Justicia del gobierno que lo mantuvo preso era Alberto Rodríguez Varela. 

Miembro pleno de la dictadura cívico-militar, Rodríguez Varela estuvo cerca de ir a prisión en 2012, cuando el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata ordenó su detención en el marco del juicio por los crímenes del Circuito Camps. Fue a partir de los testimonios brindados por el canciller Héctor Timerman y Lidia Papaleo, quienes atestiguaron sobre la visita de Rodríguez Varela a Puesto Vasco, el centro de torturas donde se encontraban detenidos integrantes del Grupo Graiver. En ese centro, declaró Papaleo, se concretó la enajenación de Papel Prensa en favor del Grupo Clarín.

Dos de los hijos de Rodríguez Varela siguieron la carrera judicial. Enrique es secretario letrado de Bonadio, y fue quién firmó los procesamientos y detenciones del jueves. Entre ellos el de Timerman, acusador de su padre, y el de Zannini, a quién la familia Rodríguez Varela le imputa haber retrasado el ascenso de Ignacio, el hermano de Enrique que aspira a ser juez.

Ignacio Rodríguez Varela estuvo ternado 35 veces para concursar el cargo de juez y fiscal, pero los presidentes Néstor y Cristina Kirchner le negaron el aval para elevar su pliego al Senado. En octubre de 2015, entrevistado por Infobae, el abogado acusó al entonces secretario por la “discriminación”: “Lo fui a ver a (el entonces procurador general) Esteban Righi. Me dijo que él no tenía nada que ver, pero me transmitió que había tratado de hablar con Carlos Zannini y que había encontrado una cerrazón total».

En sus presentaciones, Rodríguez Varela Jr. especuló que el gobierno K lo discriminaba por “portación de apellido” y por sus “opiniones ideológicas”, sobre las que no se explayó. También sugirió que podía ser por su rol como secretario del fiscal de instrucción José María Campagnoli, cercano a Elisa Carrió, enemigo declarado del ex gobierno y artífice de las principales causas por presunta corrupción contra la ex presidenta.

¿Qué rol juega el gobierno de Mauricio Macri en esta trama de rencores y revanchas? 

El presidente promovió el clima de venganza y se sirvió de la cacería de opositores desde el primer día de gestión. La detención abusiva de Milagro Sala marcó un camino que obtuvo rango de “doctrina” con un fallo del juez Martín Irurzun. El macrismo apoyó cada atropello judicial con hechos, gestos y una fingida prescindencia republicana. Juega con fuego: le dio rienda suelta a una tropilla ambiciosa, poderosa y voraz. «