A las 13 horas la Plaza de los dos Congresos comenzó a colmarse y todavía faltaba el grueso de los manifestantes que estaban concentrando en distintos puntos aledaños y que se sumarían al resto sobre las 14.30. El desmedido y amenazante operativo policial, coordinado entre Gendarmería y Policía Federal, ya era un adelanto de lo que ocurriría minutos después.

Sobre las 14, algunos forcejeos en las vallas desataron la brutal represión que se valió de balas de goma disparadas a quemarropa, carros hidrantes y una cantidad extraordinaria de gases lacrimógenos. Una vez que las columnas allí presentes retrocedieron dos cuadras, entró en acción la policía motorizada que avanzó disparando balas de goma secundada por más gases lacrimógenos. Al mismo tiempo se desató una represión de las mismas características por la avenida Entre Ríos donde se encontraban los docentes universitarios, los trabajadores no docentes, los estatales, la Juventud Sindical y los gremios de aeronavegantes y de empleados del peaje.

Del lado de enfrente, los manifestantes improvisaron una respuesta desigual con piedras y encendiendo fogatas cuyo humo ayuda a dispersar los efectos de los gases. 

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Durante alrededor de una hora más se repitió la escena con las corridas hasta que se supo que la sesión había sido levantada. Los manifestantes reprimidos festejaron allí mismo el resultado que interpretaron como resultado de la movilización popular que protagonizaban. Sin embargo, la represión no cesó e incluso continuó bajo la forma de una cacería, una vez que las columnas se dispersaron.

Antes, a pocas horas de que se levantara la sesión en la que se iba a votar la reducción en los haberes jubilatorios, la Gendarmería había agredido a diputados nacionales en la puerta del Congreso. Pasadas las 14 comenzaron los gases lacrimógenos, las balas de goma y los carros hidrantes, además de los golpes y empujones por parte de la policía contra los manifestantes y diputados.Los diputados del Frente para la Victoria, con su presidente de bloque Agustín Rossi a la cabeza, trataron de disuadir a los gendarmes pero fueron también agredidos. Un gendarme disparó gas pimienta directo a la cara de Rossi. También le tiraron gas a Mayra Mendoza, Darío Martínez y Marcos Cleri. Además, se enfrentaron a la Gendarmería los diputados del FpV José Luis Gioja, Cristina Álvarez Rodríguez, Juan Cabandié, y del Partido de la Victoria, Lucila De Ponti y Leonardo Grosso. 

En tanto, el diputado fueguino del FPV Matías Rodríguez, fue herido en la cabeza durante la represión por un gendarme y hubo que trasladarlo en ambulancia. 

“No son obreros, nos son trabajadores, son los milicos que cuidan a los patrones”, les gritaron las organizaciones sociales y políticas a los cientos de policías y gendarmes que se encontraban apostados detrás del vallado de la esquina de Avenida Callao y Mitre. Los gases lacrimógenos siguieron para dispersar a los manifestantes y hasta también sonaron en el subte. Ya pasada la tarde, se acercaron los carros hidrantes y lanzaron agua con colorante.

Cerca de las 17 ya no quedaban columnas de manifestantes, ni grupos numerosos, sobre la Avenida de Mayo. Por la tradicional vía de los bares y restaurantes de la colectividad española, en el trayecto entre el Congreso y la 9 de julio, quedaban muchos indicios de la represión. También de la bronca popular. Sobre el asfalto se veían contenedores de residuos del gobierno de la ciudad. Estaban volcados, de costado, y prendidos fuego.

En avenida de Mayo al 1100, entre Salta y Lima, había una marquesina rota. Era la vidriera de un comercio de venta de celulares y repuestos de telefonía de la empresa Movistar. Habían levantado la persiana metálica y roto el vidrio: faltaban algunos objetos de valor. A media cuadra de ese lugar, ya sobre la esquina con Lima y alrededor a la plazoleta del monumento a Don Quijote, esperaba un grupo de manifestantes. La mayoría estaba vestida de negro.

Muchos de ellos eran anarquistas. Algunos llevaban la cara tapada, con pañuelos o, incluso, con una máscara blanca de una figura que ríe, al estilo de la careta del film Con V de Vendetta. Los manifestantes rompieron algunos carteles de la vía pública, también arrojaban piedras en dirección al centro de la 9 de julio. Querían impactar sobre algunas motos de la Policía Federal pero con el riesgo de que el piedrazo cayera sobre los colectivos y los autos que –en ese momento, porque el tránsito seguía funcionando- circulaban por los carriles del Metrobus.

Un grupo de hombres fornidos de pelo corto vestidos de modo informal, que observaba todo desde la vereda de la calle Lima, fue identificado como una avanzada de policías de civil. Los individuos recibieron gritos, y ante la amenaza de que se iniciara una pelea campal, se retiraron prontamente por la vereda. Luego se vivió un momento más complejo: dos o tres manifestantes, los más enardecidos, increparon al periodista, camarógrafo y asistente de cámaras del canal de TV Crónica para que abandonaran el lugar. Los trabajadores tuvieron que retirarse, ante el riesgo de la agresión física y de que les robaran los equipos.

Lo mismo sucedió segundos después, pero con los reporteros gráficos. Los mismos manifestantes golpearon sin ningún tipo de aviso, pegaron un puñetazo a traición a un reportero gráfico independiente. Un fotógrafo de Tiempo Argentino también fue agredido y tuvo que defenderse. A ambos les quisieron robar las cámaras, su instrumento de trabajo. No pudieron. Media hora más tarde apareció la Policía Federal, con motos y camiones llenos de infantería. La pequeña multitud se había separado entre distintos puntos de la esquina de Avenida de Mayo y Lima, con muchos curiosos observando desde los alrededores.

El operativo policial corrió a los manifestantes en dirección a Constitución, hacia el sur. Los policías estaban organizados en motos individuales, motos de a dos (con un efectivo lanzando balas de goma atrás) y cordones formados por agentes, escudos y bastones. Fue la postal de una ciudad militarizada y enardecida, las consecuencias de tratar una ley que quita derechos.