Los hechos nos llevan como un rayo a los años ’90, los tiempos de la convertibilidad y las consecuencias nefastas que el neoliberalismo sembró en nuestro país. Es exactamente bajo esas coordenadas de tiempo y espacio que se sitúa Balas perdidas (martes a las 23, por la TV Pública), la miniserie protagonizada por Luis Machín y dirigida por Hugo Grosso. Basada en una historia real, la tira desarrolla el robo quirúrgico de 30 millones de dólares al Tesoro Regional de Rosario. Sin disparar un tiro, sin amenazas: apenas con una magistral sucesión de engaños.  

La miniserie se desarrolla en 1992, en los días previos a la salida de circulación de los billetes del plan austral. En ese contexto, Pipo Arce (rol interpretado por Machín) planifica un robo perfecto. Apoderarse de unas «600 balas» –nombre bancario que se les da a las sacas termoselladas en las que se transporta dinero– que juntas sumarían unos 500 mil australes de la época, pero que al poco tiempo se transformarían –convertibilidad mediante– en 30 millones de dólares.

Con semejante anzuelo histórico como eje central, el protagonista de Balas perdidas no dudó en aceptar la propuesta del director rosarino. «Yo soy de la zona y en esos años vivía cerca del lugar. Me acuerdo de que en esa época todos hablábamos del tema. Eran tiempos sin redes sociales ni Internet, con los vecinos juntándose para charlar del robo porque fue algo que nos conmocionó. La posibilidad de hacer una miniserie con eso y poder contar cómo fue todo, cómo lo hicieron y armaron, me cautivó. Hay robos magníficos y sin un tiro que son piezas de relojería. Este es uno de esos», afirma el actor, recordando parte de la atmósfera de ese tiempo. 

Además de lo atractivo del guión, Machín tenía motivos extra para dar el sí antes de pensarlo dos veces: «Con Grosso habíamos trabajado juntos en A cada lado, una película de 2005. Pero también sabía que él había sido empleado del Tesoro de Rosario. Eso me daba todavía más garantías de que la historia iba a ser bien contada. Y cierta cosa de azar que va apareciendo a medida que avanza la trama también me sedujo». 

Machín disfruta de un presente de mucha actividad. Además de Balas perdidas, encabeza las obras I.D.I.O.T.A. (Teatro El Picadero), un retrato de la crisis española con ecos locales; y Mar de noche (Apacheta Sala Estudio), un unipersonal que refleja a un hombre desolado. Desdoblarse en la interpretación y correr de un teatro a otro no entra en su escala de preocupaciones. «No es algo fácil pero siempre tuve curiosidad en la composición actoral –confiesa Machín–. Son retos psicológicos que me hago, como si me pusiese límites para testearme. Así que me resulta atractivo el desdoblamiento, que sea abrupto, con personajes y textos diferentes. Se trata de vencerse a uno mismo inclusive, forzando situaciones para ver dónde se puede ir». <