“Más allá de ser un libro de modalidades delictivas, es un trabajo que describe las vidas de éstas mujeres que solo se diferencian al resto por el modo de ganar la plata. Son independientes, tienen ahorros, mi pregunta como periodista es ¿por qué siguen delinquiendo cuando podría dejar de hacerlo?», señala a Tiempo Nahuel Galotta, autor de Bandidas, once historias de ciertas mujeres. Allí reconstruyó la vida de Belén, la pirata del asfalto; Carla, la boquetera; Florencia, la moto chorra; Juana, la narco; Jazmín la descuidista, entre otras

Gallotta, de 34 años, oriundo del barrio porteño de Villa Devoto, es periodista. Actualmente es redactor en el diario Clarín, y este es su segundo libro. El primero, La Conexión Bogotá, se convirtió en serie y en breve llegará a la televisión como “Los internacionales”.

A partir de ese primer libro, publicado en septiembre de 2015, surgió la idea para Bandidas. “Las historias de los colombianos llegó a mucha gente del ambiente delincuencial, a villas, cárceles y personas de clase media que también son parte de esta cultura”, cuenta y agrega: “Una de mis fuentes me dijo que le había regalado el libro de la Conexión Bogotá a una mujer que estaba con arresto domiciliario bajo la modalidad de tobillera electrónica. Ella le dijo al muchacho que me invitara a cenar en su casa, porque no se podía mover del lugar. Le dije que si, acepté con mucho gusto. Lo consideré una experiencia más en mi carrera”.

Partieron rumbo a la zona norte del conurbano bonaerense, Grand Bourg, partido de Malvinas Argentinas:”Yo sabía que esta mujer había pertenecido a una banda de narcotraficantes muy conocida, que en otros tiempos manejaba gente y también que sufrió varios robos. Cuando llegué a la casa me encontré con una familia normal. Ella hizo una comida muy elaborada, rica y no había alcohol en la mesa. Sus hijos son muy educados”, detalla Gallotta.

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Explica que al llegar a la casa vio que tenían un auto cero kilómetro, una pelopincho enorme y en el fondo del terreno estaban construyendo departamentos para alquilar.

“Recuerdo que en ese tiempo esta mujer tenía unos 30 años, hablaba con mucha educación. Esa noche lo único distinto que vi a comparación de una familia tradicional, fue la tobillera electrónica y que llamaban todo el tiempo desde la cárcel, era el padre de uno de sus hijos”, cuenta Gallotta. Y continúa relatando que la mujer “tenía una hija -en ese entonces- de 15 años, que ese día llegaba de un curso de peluquería y uno de sus nenes a la tarde volvía de un club de fútbol. Uno de los sobrinos de esta mujer contaba que estaba trabajando en una colonia como profesor de educación física”.

Pasó un mes y la mujer los invitó nuevamente. Fue ahí cuando el periodista empezó a pensar en que todo lo que refería a mujeres en relación al delito tenía que ver con las que habían asesinado por venganza a sus maridos golpeadores, abusadores y muchas veces escuchó que habían sido engañadas en el aeropuerto con alguna carga de drogas. “También leí muchas noticia de chicas que se dedicaban a la venta de drogas como menudeo. Esto siempre sucede en las villas y lo hacen para sobrevivir”, sostiene.

Esto lo llevó a pensar que era necesario contar estas historias de guantes blancos, de mujeres que vive bien ejerciendo el delito, que no tienen consumos problemáticos. Que tienen inversiones hechas en propiedades. Así nació el proyecto de su segundo libro, Bandidas. Empezó a recopilar historias como la de ésta mujer que acababa de conocer.    

“Contacté a mis fuentes y les pregunté si tenían entrevistadas con estas características y me comuniqué con las primeras pibas que luego me fueron poniendo en contacto con otras y así sucesivamente”, relata Gallotta.   

Inició su investigación con entrevistas a mujeres especializadas en distintas modalidades del delito. Por ejemplo, Belén, la pirata del asfalto; Carla, la boquetera; Florencia, la moto chorra; Juana, la narco; Fernanda, la punguista; Jazmín la descuidista; Susi, la tarjetera; Sandra, la transa; Lucia, la cuentera y así recopiló once historias distintas.

“Más allá de ser un libro de modalidades delictivas, es un trabajo que describe las vidas de éstas mujeres que son madres, esposas y abuelas. En cada capítulo está muy presente la infancia de cada una de ellas, el contexto en el que crecieron y como se iniciaron en el delito. A mí me genera mucha curiosidad, sobre todo, en una época donde se dice que hay que matar a las personas que son delincuentes. Otros casos son justificados por completo bajo el argumento que lo hacen como consecuencia de la ausencia del Estado”, subraya Gallotta.

 Siempre se preguntó por qué las personas cometen delitos. Cuanta que él no dice lo que piensa sobre la cuestión, porque lo deja a criterio de los lectores. “Solo cuento las historias, no doy mi opinión, eso lo dejo para el publico receptor. Para que después de  leer cada capítulo cada lector diga, ‘bueno, ésta mujer roba porque quiere, ésta otra porque no hay trabajo, por falta de educación’ o por lo que fuera”.

“Todas las mujeres que entrevisté son independientes, tienen ahorros, la mayoría de ellas le compraron una casa a cada uno de sus hijos. Mi pregunta como periodista es ¿por qué siguen delinquiendo cuando podría dejar de hacerlo? Creo que esto es lo que hace más atractivo al libro”, sostienen Gallota.

“Vivimos en una sociedad con muchos perjuicios y solemos creer que éstas mujeres que cometen delitos tienen una vida loca, desordenada, que se levantan al mediodía y viven drogadas. Ahora puedo decir que son como las demás y que solo se diferencian al resto por el modo de ganar la plata. Después de eso llevan una vida de familia tradicional de clase media y realizan muchas actividades”, asegura.

 Es un trabajo muy interesante, porque no está elaborado con información oficial, es decir, leyendo causas judiciales y entrevistando fiscales. “Lo que hice fue recopilar  historias y vivencias con sus protagonistas. No las entrevisté tomando un café, las acompañé a cada una de ellas en sus rutinas cotidianas, como ser, llevar a sus hijos a un club, a la Iglesia y a otras las visité en las cárceles”, finaliza enfatizando, Gallotta.