«Me da miedo que le haga mal», la interrumpió, de modo improcedente, Gabriela Michetti, pero no pudo detener el apasionado alegato de Beatriz Mirkin en favor de la legalización del aborto. La senadora tucumana respaldó la media sanción de Diputados desde un lugar incómodo. Los otros dos senadores de su provincia se opusieron: José Alperovich, que reveló su voto negativo recién en la mañana del miércoles, y Silvia Elías de Pérez, una de las más activas y recalcitrantes adalides del sector «celeste». Días antes, la Legislatura local había declarado a Tucumán provincia «pro vida».

–¿Qué lectura hace hoy de la fallida sesión en el Senado?

–Yo esperaba que tal vez no iba a haber en esa sesión algunas exposiciones tan trogloditas. En las reuniones de comisiones a las que asistí ya había escuchado opiniones sacadas del siglo XVIII, y sinceramente esperaba que no se expresaran en el recinto, pero eso ocurrió. Lo más terrible de un debate es decir que no sin ofrecer opciones, que es lo que hicieron los senadores que se opusieron al proyecto. No hubo propuesta alguna de ese lado, pero lo cierto es que, pasado el debate, nada sigue igual. Creo que hemos dado una batalla que deja, sin embargo, algunas certezas: ya nadie debería discutir, aunque lo van a hacer, la necesidad de educación sexual integral y de políticas de salud sexual y reproductiva. Avanzamos un escalón.

–Usted fue muy enfática en señalar los altos índices de mortalidad materna y embarazo adolescente en su provincia. ¿Cómo evalúa el voto mayoritariamente negativo de los senadores del Norte?

–En realidad, hubo posiciones divididas en muchos distritos, en Santa Fe, en Tierra del Fuego, sin ir más lejos los votos negativos en la Capital. Yo creo que el posicionamiento de los legisladores de las provincias del Norte obedece a una cuestión de fe. Y eso es, en cierto sentido, algo inmutable, es muy difícil discutirlo. Como dijo el senador Pichetto, está escrito en piedra, ¿y cómo puedo yo hacer cambiar de parecer a un senador que no está dispuesto a dar un paso atrás en esa cuestión dogmática? Yo no pretendo que hagan lo que no están dispuestos a hacer, pero no obliguen al resto de la sociedad a pensar como ustedes. Cuando la ley no se cumple es porque hay un desorden: la ley no está sirviendo a las necesidades de la comunidad. Quienes dijeron hablar a favor de la vida, ahora tendrán que ponerse a trabajar para que no haya más muertes por abortos clandestinos. Aquí en Tucumán hay cada vez más embarazo adolescente y de niñas, por violación pero también por relaciones pasajeras y por violencia de varones que no quieren utilizar métodos anticonceptivos. ¿Vamos a permitir que una niña de once años llegue al final de su embarazo con enormes posibilidades de tener un parto de riesgo? Esta realidad, a la que los senadores le dieron la espalda, queda invisibilizada.«