Jorge Sampaoli mira desde el palco de La Bombonera cómo Boca comienza a golear a Belgrano. Más simple: cómo Cristian Pavón interviene en las jugadas de los cuatro goles. «Cuando agarra la pelota –piensa el entrenador–, tiene esa cualidad de que la cancha espera que pase algo». Es 29 de octubre de 2017, y días más tarde será convocado por primera vez a la Selección. En este Boca de Guillermo Barros Schelotto que está cerca de salir campeón de la Superliga y que este miércoles enfrentará a Junior con el riesgo de quedarse afuera de la Copa Libertadores, al fin de cuentas una nueva inestabilidad con probabilidades de tempestades en su ciclo, Pavón se convirtió, semana tras semana de los 500 y pico de días como líder en el fútbol argentino, en el jugador que siempre juega de titular y en el que, en reiteradas ocasiones, pasa a ser el único camino para ganar un partido. Como ocurrió el miércoles pasado en la derrota ante Palmeiras. Como sucedió también en el primero de los 66 partidos que jugó de manera consecutiva, cuando puso la cara en la eliminación en La Bombonera ante Independiente del Valle por la semifinal de la Copa Libertadores 2016, con los goles en el 3-2 en contra y la entrega total. Desde ese día, no sólo no salió más: destacado por Lionel Messi, Pavón es un número puesto en el Mundial de Rusia.

En los 41 partidos que jugó por el torneo local durante los 500 días –había jugado los 30 en el título de 2016/17–, Pavón metió diez goles y sumó 16 asistencias (en esta Superliga lleva nueve: es el máximo asistidor). Porque lo que puede pasar cuando recibe la pelota por los wines es que desborde y asista o que enganche y aproveche el remate-bomba de su pie derecho. Lo que padeció Boca, también, fue circunscribirse a lo que pueda hacer Pavón cuando agarra la pelota. «Es un jugador que genéticamente es distinto al resto, simplemente por los componentes que heredó –dice Javier Valdecantos, preparador físico de Boca–. La potencia en velocidad es lo más importante. Eso es innato. Nosotros, desde el trabajo aeróbico y el convencimiento cotidiano, le hicimos ver que le podía agregar un ida y vuelta que pocos tienen en el fútbol argentino. Él puede hacer ambas cosas: tiene velocidad y potencia para atacar, y predisposición y colaboración para recuperar. Eso lo logró con el trabajo. Lo otro, lo tiene incorporado».

Pavón puede jugar mal –lo ha hecho–, pero es uno de los pocos futbolistas que le transmite seguridad al entrenador y, sobre todo, a los hinchas, una situación que expone a otros como Carlos Tevez y que, más allá del desenlace en el torneo y la Copa, se repite desde la eliminación con Independiente del Valle en la Libertadores, el 14 de julio de 2016. En un punto, la decisión de Guillermo de que Pavón siempre juegue de titular abre el interrogante de qué otras opciones de ataque –y de nivel– tiene su Boca. En esa línea, Pavón jugó siempre porque en el plano ofensivo, en esos 500 días con él, Guillermo perdió a Ricardo Centurión, Tevez se fue y volvió de China, y Darío Benedetto se rompió el ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. «Pavón está uno o dos escalones por encima de su contexto –sostiene Felipe Araya, analista de fútbol internacional y creador del canal de YouTube Football Hunting–. Además de su velocidad, lleva mucha técnica y destreza para ser un cuchillo por las bandas a espaldas rivales. Y si le ayudaran a recibir en zonas de remate o puliese más la precisión en su disparo, subiría otro escalón. Su desborde es una rutina ventajosa en Boca».

Quizá por esa rutina ventajosa, Guillermo está muy encima de Pavón en cada entrenamiento en Casa Amarilla. También porque conoce como pocos la posición, lo que significa la camiseta 7 de Boca. Fue Ariel Pereyra, uno de sus ayudantes de campo, el que lo comparó en una charla con el entrenador con Alexis Sánchez, incluso antes del interés del Arsenal para reemplazar al chileno que pasó al Manchester United. «Puede adaptarse en un fútbol como el nuestro o el italiano, más trabado, de roce físico. Pero sería tremendo en el fútbol inglés, que es vertical, sin paso por el medio, ataque por ataque. Le puede llevar un tiempo de adaptación, pero desde el punto de vista físico es superior, es clase A», dice el preparador físico Valdecantos.

En el partido de este miércoles ante Junior en Barranquilla también se juega el futuro de Pavón. Que siga en Boca después del Mundial sin la Copa Libertadores por delante parece ser una utopía. Atrás quedaron los comentarios de que tenía un balde en la cabeza, que era arrebatado, que se pasaba de revoluciones, que decidía mal en los momentos definitivos cerca del arco. En La Plata, ante Gimnasia, Boca no pudo jugar por el temporal pero Guillermo había decidido que Tevez no jugara de titular. Sí iba a estar Pavón, que intervino en casi la mitad de los 43 goles de Boca en la Superliga y que dijo: «No me gusta no estar en la cancha». Los 500 días como líder en el fútbol argentino pueden terminar hasta en el peor de los escenarios para Boca: sin el título en el torneo. O con gusto a poco por una temprana salida de la Copa Libertadores. De ningún modo, sin reconocer que Boca fue el equipo de Pavón.