Un poco de destreza, otro poco de azar. Es necesaria una combinación de estas dos variables para que el «botella challenge» resulte exitoso. Se trata, básicamente, de llenar una botella plástica de tamaño mediano con unos dedos de agua, taparla, lanzarla al aire para que gire y conseguir que, al caer al suelo, quede parada. Existen variantes más o menos complejas: que la botella permanezca en pie sobre la base, sobre la tapa, en superficies elevadas, lanzada en movimiento o saltando de un lugar a otro y, para los más talentosos (o afortunados), intentando apilar dos botellas. Como sea, el desafío (que originalmente apareció en YouTube como water bottle flip challenge) se volvió viral, como hace no mucho lo habían sido el «condom challenge» (con preservativos llenos de agua cayendo sobre las cabezas) y el «ice bucket challenge», el baldazo de agua helada que en un principio perseguía fines más altruistas (concientizar y reunir fondos para el estudio de la esclerosis lateral amiotrófica) y que pronto naufragó en la trivialidad de las redes. Lo cierto es que la botellita tirada al aire se ha convertido en lo que hoy el periodismo llama «furor», sobre todo entre los chicos de la escuela primaria, que juegan en los recreos, en la vereda, en sus casas.

A la salida del colegio donde cursan primer grado, en Villa Urquiza, Ayrton, Bruno, Juan, Sofía y Tomás revolean sus botellitas de plástico a medio llenar en la esquina. Sus mamás procuran arrearlos rumbo a casa, pero se complica. «Están todos los chicos a full con eso», dice Lorena, la mamá de Ayrton. «Te vuelven loca con el ruidito, pero bueno, prefiero que se divierta un rato con una botella usada y no se pase todo el día conectado a la compu», agrega Virginia, mamá de Bruno, asombrada por el súbito éxito de este divertimento tan sencillo o más que el antiguo balero, entre chicos nacidos en plena era tecnológica, donde cunden la Play y los jueguitos en la tablet y el smartphone.

Sin embargo, existe una mediación tecnológica en esta veta lúdica que tranquilamente podrían haber desarrollado los abuelos de estos chicos. «Hay un patrón importante en este tipo de prácticas que es el de la identificación horizontal –explica Harry Campos Cervera, médico psiquiatra y psicoanalista–. Antes, los chicos buscaban jugar el juego que los identificara con algún referente mayor de edad. Hoy, gracias a las redes sociales, están más en comunicación con individuos del mismo grupo etario. El chico termina haciendo eso que está en la red, como un mecanismo de pertenencia a ese grupo.»

Por supuesto, el desafío de la habilidad, la competencia como elemento motivador, también están presentes, como en cualquier juego. El especialista vaticina, no obstante, un rápido eclipse para el hoy omnipresente «botella challenge»: «Estos fenómenos se agotan enseguida, vamos a un ritmo en el que lo que pasó hace un día ya es viejo. Eso también es una consecuencia de la inmediatez de las redes.»

Parece saludable esta vuelta, ciertamente recurrente, a los juegos más sencillos en un contexto de creciente tecnificación del ocio infantil. No todos los colegios permiten jugar con la botellita en el recreo: si bien para que la botella caiga parada es preferible lanzarla bien cerca del piso, el revoleo indiscriminado de plásticos podría provocar algún disgusto. En las antípodas, van cayendo las prohibiciones respecto del uso de dispositivos electrónicos, básicamente celulares, durante las horas de clase. En octubre, el gobierno bonaerense derogó la resolución que durante diez años impidió su uso en las aulas, aunque dejó a criterio de cada establecimiento escolar si los habilita o no. En cualquier caso, la moda de la botellita –como el balero, el «tinenti», el «chupi», la mancha y la escondida– demuestra que la imaginación de los chicos triunfa y que no se necesitan avances tecnológicos para jugar y divertirse. «

Videos de gente que no se mueve

Otro desafío que se ha puesto de moda este año en las redes sociales, particularmente a través de imágenes subidas a YouTube,es el mannequin challenge o «desafío del maniquí», un fenómeno viral que consiste en grabar un video con todos sus protagonistas inmóviles.

La idea es que los participantes permanezcan quietos en posiciones divertidas o difíciles de sostener por un espacio de 40 segundos o un minuto, el tiempo que aproximadamente duran, en promedio, estas experiencias. Del boom, que tarde o temprano caerá en el olvido, como casi todas las modas en la web, también participan estrellas de la música, el cine y el deporte.