Podría decirse que la batalla por la sucesión presidencial en Brasil comenzó en mayo del año pasado, cuando Lula da Silva declaró por primera vez frente al juez Sergio Moro, en una causa por corrupción. Tras el golpe institucional contra Dilma Rousseff y las medidas neoliberales de Michel Temer, no hay encuesta que no dé ganador al expresidente en primera vuelta. Ante la falta de candidato potable del establishment, la única salida para impedir el regreso del «populismo» sería a través de una decisión judicial que impida la postulación del exdirigente metalúrgico. 

Hasta que, desde el entorno presidencial, sacaron una carta inesperada debajo de la manga que puede cambiar el escenario de aquí a octubre. Con la justificación del combate al crimen organizado, Temer ordenó la militarización de Río de Janeiro y su vocero, Alexander Parola, envalentonado con el impacto en la población –que vive inmersa en un clima de temor por su inseguridad– y por el apoyo legislativo que logró articular un mandatario que hasta hace poco tenía un 95% de rechazo, se animó a adelantar que podría postularse para ser elegido.

Aunque Temer descartó el viernes ser candidato, se elogió a sí mismo y calificó como «una jugada maestra» la intervención militar. Temer incluso fue más allá y reveló que entre sus asesores se evaluó una intervención total en el gobierno de Río de Janeiro, es decir, reemplazar incluso al gobernador Luiz Fernando Pezao: «En un primer momento se pensó en una intervención total, pero alejé esa idea. Sería una cosa muy radical y la rechacé. Concluimos apenas en intervenir en la seguridad pública».

El envío de Fuerzas Armadas a la segunda ciudad más poblada de ese país tiene un doble sentido. Por un lado, allí viene prendiendo el discurso ultraderechista de Jair Bolsonaro, un exmilitar que reivindica la dictadura y reivindica regularmente a los expertos en tortura del régimen.

Pero también es una forma de adelantar que no piensa quedarse de brazos cruzados ante la caravana que Lula comenzará el próximo martes por los estados de Río Grande do Sul, Santa Catarina y Parana. Y que seguramente implicará un respaldo masivo frente a las decisiones que deberá asumir la Corte Federal que lleva adelante su caso. Si a algo tiene miedo la derecha es a la gente en las calles.

Desde el fin de semana pasado, unos 3200 soldados recorren las favelas Vila Kennedy, Vila Aliança y Corea, en el oeste de Río de Janeiro, tres de los sitios donde se registran más hechos de violencia. 

Al mismo tiempo que se ponía en marcha la ocupación militar, el gobierno anunció que retiraba el proyecto de ley previsional. Parte de la ardua negociación para que el Congreso le autorizara a la intervención fue dejar de lado la polémica reforma del sistema jubilatorio, un tema que en un año electoral resulta «piantavotos». En otro gesto para la tribuna, Temer anuló el viernes la designación de la diputada Cristiane Brasil como ministra de Trabajo para no involucrarse en una batalla judicial con el Tribunal Supremo (Corte Suprema), que impidió la asunción de la legisladora condenada por infringir normas laborales. El nombramiento de Brasil desató de inmediato una fuerte polémica, pues la diputada había sido procesada en 2016 por haber tenido dos choferes a su servicio sin contratos formales ni las garantías laborales de ley, por lo que había sido condenada a indemnizar a uno de ellos. Cualquier semejanza con su par argentino, Jorge Triaca, no es casualidad. En medio de la polémica, también surgieron sospechas de que la diputada, en la campaña que la llevó a obtener su escaño, en 2014, habría incurrido en diversas irregularidades de naturaleza electoral, y también una investigación por supuesta asociación al narcotráfico. Según investigaciones de la Fiscalía, está sospechada de haber pagado a narcotraficantes que dominan favelas de Río de Janeiro para que facilitaran sus actividades proselitistas en esas zonas, durante la misma campaña electoral.

Pero el recurso de saturar calles y favelas de uniformes tiene sus bemoles. Los estados de San Pablo, Minas Gerais y Espíritu Santo, fronterizos con Río de Janeiro, mostraron su preocupación y anunciaron que tomarán medidas ante el previsible éxodo de marginales, perseguidos en la excapital brasileña.

«No creo que la migración sea de un criminal saliendo de Río con su mochila, pero es posible que haya una migración de las modalidades criminales como el robo de cargas», declaró el secretario de Seguridad de Espíritu Santo al diario Folha de Sao Paulo.

Los militares tampoco están tranquilos con la función que ahora les encomendaron. Hay que decir que no es la primera vez que los sacan de los cuarteles para vigilar calles. Ya había ocurrido en tiempos de Dilma, para el Mundial de 2014, y también las Olimpiadas de 2016 tras su destitución. Y que los resultados no fueron los deseados lo prueba este regreso sorpresivo. 

En ese marco, Temer defendió que los militares puedan participar directamente de tiroteos contra grupos criminales, ya que cuentan con poder de policía. «Si tiene que tirar, si el militar es víctima de un bandido, claro que va a tirar. La idea es darles apoyo a las policías, pero si tienen que entrar en un enfrentamiento lo harán», dijo.

Otra prueba, tal vez, de que ahora los tiempos son otros y el futuro puede ser impredecible, sin embargo, es que el comandante del Ejército, el general Eduardo Villas Boas sugirió ante distintos medios de comunicación la necesidad de garantías para los efectivos que participen de las operaciones y de sus jefes. Dijo, con todas las letras, que deben tener la tranquilidad de actuar «sin riesgo de que aparezca una nueva Comisión de la Verdad». Lo que para los críticos implica que en los planes oficiales no descartan la violación de Derechos Humanos.

Lula: «Un pedacito de célula»

«La palabra huir no forma parte de mi vocabulario», dijo Lula cuando desde un estrado judicial le habían retirado el pasaporte como medida precautoria. A las pocas semanas otro juez, más sensato, se lo devolvió con un argumento incontrastable: «Sólo con una gran imaginación» se podría pensar que el fundador del Partido de los Trabajadores podía escaparse cuando ya es el candidato para las elecciones de octubre.

«Están lidiando con un ser humano diferente. Porque yo no soy yo, soy la encarnación de un pedacito de célula de cada uno de ustedes», detalló ante una multitud que se había congregado en el predio de Expominas, en Belo Horizonte, este jueves. 

Viejo zorro de la política y uno de los líderes más importantes del país en toda su historia, señaló con precisión el porqué de la persecución de que es objeto: «El problema no es Lula, son los millones de Lulas» y prometió volver «para garantizarle a este pueblo el derecho de vivir mejor». Luego agregó que sea cual sea el fallo judicial en su contra, «lo que sé es que no respeto esa decisión, porque de lo contrario, cuando mi nieta crezca no me respetará». «