Ningún diario porteño colocó el 27 de diciembre la noticia en la tapa: nueve personas muertas y más de una veintena desaparecidas después de que la embarcación que transportaba al equipo de fútbol Buliisa cediera por el sobrepeso en las aguas cercanas a la costa del Lago Alberto. Menos aún se mencionó a Consolate Akutu, una hincha de 18 años que murió y dejó antes de subirse a la barca a su hijo de cinco meses con los abuelos. Viajaban 45 personas en un bote de madera para 18, desde la comunidad de Kaweibanda a la de Runga, para un amistoso festivo de fin de año, cantando, con tambores, trompetas, silbatos y alcohol. Ocurrió al oeste de Uganda, en África Central. Y, sobre todo, en los días posteriores a Chapecoense, lo que produjo que la noticia llegara al mundo. «Ella mantenía nuestra casa, porque nosotros somos pescadores y comerciantes –contó el hermano de Consolate Akutu–. Ha dejado un gran vacío. Hemos terminado el entierro, pero no logramos obtener dinero para sus últimos ritos funerarios».

Ibrahim Sekagya fue elegido el mejor futbolista ugandés de 2012. Entre 2001 y 2007, el defensor jugó en Atlético de Rafaela, Ferro y Arsenal. En 2005, en su debut en Arsenal, marcó, de cabeza, el gol 80 mil en la historia del profesionalismo: 1-0 ante River en Sarandí. En Caballito ya le habían colgado una bandera: «Pekerman, Sekagya es argentino». El primer ugandés en jugar en el fútbol argentino trabaja ahora como asistente técnico en el segundo equipo de New York Red Bulls de Estados Unidos. Dice: «Allá tenés que jugar, trabajar, buscar comida, todo. Yo era de clase media y estudiaba Economía. Pero Uganda es otra cosa. Es muy chiquito, nada que ver con Argentina. Cuando había viajes al interior, veía gente sin luz, muchas personas en casas chicas, todo muy mal. Hay mucha diferencia entre Kampala y el resto del país. Es complicado trabajar y conseguir plata». Sekagya jugaba en el Kampala City de la capital hasta que el empresario argentino Gustavo Mascardi lo divisó y le compró el pase a los 16 años. «El fútbol ha sido mi salvación. Desde que el club se ocupó de mí a los nueve años, mis cuotas escolares fueron cubiertas hasta ser un profesional». Mohamed Nsubuga fue el segundo ugandés en el fútbol argentino: jugó once partidos en Ferro entre 2004 y 2005 y volvió al Kampala City. Era el primo de Sekagya.

Uganda es un país soberano desde 1962, cuando se independizó de Gran Bretaña. La homosexualidad es todavía hoy considerada «una conducta social anormal» penada por la ley: la condena mayor es cadena perpetua. Hace 30 años gobierna Yoweri Museveni. Viven poco más de un millón de personas. Sólo el 41% de los jóvenes va a la escuela. «La gente solamente sigue el fútbol europeo y, más que nada, la Premier League inglesa», apunta Fernando Duclos, quien recorrió durante nueve meses el continente y escribió el libro Crónicas africanas (La Parte Maldita, 2015). «Viajé en una de esas barcas, de Burundi a Tanzania, por el Lago Tanganica –recuerda Duclos–. Este lago, el Victoria, el Alberto, el Kibu, son parte de la región de los Grandes Lagos de África, en el Gran Valle del Rift. Las condiciones humanas son deplorables. Esas travesías las hacen hacinados, sin salvavidas, parando en cada pueblito. Es arriesgar la vida, realmente. Cuando te parece que está llenísimo, para en un pueblito y suben 50 personas, con muebles, pescados, gallinas. El mío no se hundió porque no se tenía que hundir. Pero es cierto que se viaja coqueteando con la muerte».

El periodista Francisco Jáuregui, especialista en el fútbol africano y autor del sitio sportingafrica.blogspot.com.ar, remarca que son muy comunes los naufragios en los lagos. «Lo que me llamó la atención es que cuando busqué información en los medios locales no aparecía en la sección Deportes, sino en la de hechos sociales, como que es algo cotidiano, porque son naves muy precarias. El accidente se produjo en una de las zonas más pobres del mundo, cercana a la frontera con la República Democrática del Congo». Dos días antes de las muertes de los jugadores del Buliisa, de hecho, fallecieron ahogadas nueve personas en el Lago Victoria luego de que volcara una embarcación. Los sobrevivientes del barco en el que iba el Buliisa nadaron más de una hora. «El fútbol está una vez más de luto. Estamos haciendo fuerza para que se encuentren más sobrevivientes del terrible naufragio», lanzó el miércoles la cuenta oficial de Twitter de Chapecoense.

El fútbol ugandés trae problemas a la rastra. En noviembre, un grupo de exjugadores de la selección, encabezado por Dan Walusimbi, atacó la sede de la Federación de Fútbol de Uganda (FUFA) por una disputa interna. Walusimbi lidera una asociación paralela y denuncia que las autoridades de la FUFA son ilegítimas y que él cuenta con el aval de la FIFA. Sin embargo, como si fuera un bálsamo, Uganda se clasificó después de 38 años a la Copa Africana de Naciones. En esa última edición, la de 1978, perdió la final 2-0 ante Ghana, el anfitrión. «La vida tiene una gran conexión con la muerte –dijo el entrenador de la selección, el serbio Milutin Sredojević–. Todo el mundo me ha escrito por la tragedia y la gente de lugares tan lejanos como Italia ha estado llamándome para confirmar lo que había pasado. Significa una triste noticia para nosotros. Los recordaremos». Uganda debutará el 17 de enero en la Copa África de Gabón 2017. Ghana, Egipto y Malí serán los rivales en el grupo D, acaso el más difícil de todos. Porque para Uganda todo es difícil.