Con unas cuantas cosas claras. Trompetista, percusionista y compositor, Richard Nant hizo un larguísimo recorrido, pero nunca perdió su norte. Se involucró en múltiples proyectos propios y ajenos, es un sesionista requerido, pero su razón de ser y el vehículo expresivo que más lo representa es Argentos. Nant es cordobés, estudió en Beerkle cuatro años y vivió cinco en Nueva York. Allí nació la primera encarnación de Argentos y tras su regreso a nuestro país relanzó y desarrolló el proyecto con músicos locales. La búsqueda apuntaba a trabajar formas rítmicas folklóricas con un lenguaje de jazz contemporáneo.

La propuesta se fue ensanchando en un camino que ya lleva casi 20 años. Resultaron determinantes la madurez de Nant como compositor, el aporte de nuevos músicos y la celebrada experiencia de trabajar con música de Alberto Ginastera, entre otras aventuras. El flamante capítulo de este recorrido es «70s», la expresión de otra sonoridad y groove que ya se perciben como los cimientos de una nueva etapa del grupo. Hoy Argentos es Richard Nant (trompeta, percusión y composición), Matías Méndez (bajo), Álvaro Torres (piano y teclados), Alan Plachta (guitarra), Carto Brandan (batería) y Gabriel Juncos (flauta traversa) y el futuro –setentista– ya llegó.

Las identidades artísticas no vienen de la nada. Tienen que ver con gustos, circunstancias, tiempos y geografías, pero también con reflexiones y trabajo. La historia de Nant no es una excepción. “Para mí fue muy importante mi formación de los primeros años en una orquesta infantojuvenil de Camilo Aldao (Córdoba). Ahí los compositores que más tocábamos eran el Cuchi Leguizamón y Mariano Mores, entre otros. Eso me quedó grabado. En Berklee se aprenden muchas cosas muy valiosas, pero lo que más me marcó es que te ayuda a enfocarte en lo que sos y en lo que querés. Ahí miré para adentro y terminé de asumir que lo mío era el jazz, pero con un compromiso por la música popular argentina», expresa el músico.

–»70s» implica un cambio estético en el recorrido de Argentos. ¿Cómo llegaron a este resultado?
–Tomó su tiempo. Fue un laburo de casi dos años. Los temas fueron rodando hasta que encontramos un punto que sentí optimo par grabar. Ahí nos mandamos al estudio. Lo de «70s» viene porque lo que rescato de esa época es cierta sonoridad, cierto groove y también el concepto de sonar como banda y postergar lo solista.

–En esa década el jazz estaba muy marcado por diversas expresiones de lo que se llamó jazz-rock. ¿Te influyó a la hora de componer?
–No necesariamente. No apunté a ningún estilo en particular. Yo escucho mucha música y muy diferente. Pero en el último tiempo me obsesioné un poco con Hendrix y Zeppelin. Argentos no suena como ellos, es obvio. Pero a lo mejor algo de ese espíritu flota en el disco.

–¿Cómo trabajaron el sonido para que más allá de las influencias de esa década sonara contemporáneo?
–El sonido es algo a lo que estuve particularmente atento y trabajé mucho. El esquema tradicional de Argentos incluía un saxo tenor y esta vez por asuntos de tiempos y agendas nos quedamos sin. Son cosas de la vida cotidiana y de la música. Lo más fácil hubiera sido convocar a otro saxofonista y que toque. Pero no soy muy amigo de esos cambios. Me gusta que este tipo de circunstancias den la oportunidad a algo nuevo. Así que convoqué a Gabriel Juncos, que toca la flauta traversa.

–No es un cambio sencillo.
–No, claro. Me demandó mucho trabajo, mucha prueba y error. El cambio disparó un nuevo sonido y también la necesidad de repensar la música y los arreglos. La flauta traversa es un instrumento que tiene otra sonoridad, otro timbre y otro volumen. En algún sentido disputa los agudos con la trompeta. Por eso para mí fue un aprendizaje: ver dónde podía sonar mejor y cómo ensamblarla con el resto del grupo. Con el tenor hay una tradición muy grande, todo suena muy natural. Acá tuve que buscar mucho. Fue un desafío que disfrute.

–¿Se puede hablar de una nueva etapa de Argentos? ¿Las formas más folklóricas van a quedar relegadas?
–Sí, definitivamente esta es una nueva etapa. Encontré un sonido con el que me siento muy cómodo. Sospecho que lo voy a desarrollar durante un tiempo importante. El aporte de cada uno de los chicos es muy valioso. Con respecto a las formas folklóricas, siempre van a estar. Muchas en vivo y seguramente también en otras composiciones. Más allá de los ritmos y formas, siento que Argentos tiene una pequeña misión: reflejar en sonido lo que pasa acá.

–Para Uds. también fue muy importante el proyecto y posterior disco “Alberto Ginastera x Argentos».
–Sí. Muy importante. Me marcó muchísimo. Fue un laburo tremendo. Partió de un proyecto de comisión de la Biblioteca Nacional y fue una gran experiencia. Yo conocía algunas de sus composiciones, pero me puse a escuchar toda su obra y a estudiar las diferentes etapas para ver qué se llevaba mejor con Argentos. A partir de seleccionar el repertorio tuve que analizar cómo abordarlo. Algunas versiones son casi idénticas a las originales, aunque tocadas con diferentes instrumentos. Pero en otros casos me tomé más libertades porque cada vez me sentía más adentro de esa música. Llegué a sentir que Ginastera sonaba como Argentos.

–Sos uno de los directores de La Bomba de Tiempo. ¿Cómo vivís un proyecto tan inusual y su gran repercusión?
–Es muy interesante lo que se dio con la Bomba. Nosotros nos seguimos sorprendiendo por la respuesta de la gente y de la intensidad que logramos arriba del escenario. Creo que hay varios motivos que lo sustentan. Somos un grupo de percusión que surgió hace casi diez años, en un momento donde las plazas se llenaban de gente que se juntaba a tocar murga o lo que fuera. También ayudó que tocamos siempre los lunes, eso generó como un espacio bastante inusual para compartir. Y después creo que la gente percibe la electricidad que vivimos arriba del escenario. Improvisar en percusión y con una formación tan grande no es común. Te lleva a lugares insospechados y eso también lo percibe el público.

–Con Alan Plachta también grabaste los discos «Ingrid» y «Un viaje». ¿Cómo llevás esa relación artística?
–Tenemos una gran sociedad. Él participa de proyectos míos, yo de proyectos de él y a su vez compartimos otras historias musicales. Ingrid es una grupo en el que estamos los dos más Gabriel Spiller (batería) y Ezequiel Finger (vibráfono). Ellos vienen de la música clásica contemporánea, nosotros del jazz y tratamos de encontrarnos a mitad de camino. Es muy interesante. «Un viaje» es un disco que grabamos con Alan en Nueva York, con amigos de allá que hacía mucho que no veía. También quedamos muy conformes con los resultados.

–Sos muy convocado como sesionista. ¿Cómo vivís esas experiencias y cuál recordás más?
–Son tocadas que se suelen transcurrir con menos estrés que un proyecto propio porque sólo hay que preocuparse por tocar. Disfruté mucho con Juan Cruz de Urquiza cuando grabamos el disco de temas de Charly García y en todos los discos y tocadas de Los Guachos, aunque ahí me siento un poco parte por mi gran amistad con Guillermo (Klein). Me acuerdo también cuando grabé un tema con Charly para «Filosofía barata y zapatos de goma» (1990). ¡En una de las presentaciones en el teatro Gran Rex se subió un fan y le apuntó un revólver a la cabeza! Afortunadamente era de juguete. Después Charly dijo que al final era «el John Lennon del subdesarrollo» (risas).