Hay una sensación de éxtasis que se produce cuando las canciones comienzan a sonar. Cuando una voz emociona, cuando los acordes pegan fuerte en el corazón y arranca lágrimas, cuando desata ganas de bailar. Es alquimia. Esa magia única que como cantor popular tuvo Horacio Guarany y que se despertaba cuando pisaba un escenario.

«La música no se inventa, la música nace con uno, desde la tierra», repetía el creador de gran parte del cancionero popular argentino, que murió el viernes a los 91 años.

Horacio Guarany nació el 15 de mayo de 1925 en Las Garzas, un pueblo de Santa Fe donde fue registrado con el hombre Eraclio Catalín Rodríguez. Su infancia la pasó en Alto Verde, junto a sus 14 hermanos, su madre y un papá que trabajaba en el monte.

Esos primeros años en Alto verde fueron clave en la carrera compositiva de un cantor que supo dar testimonio de la vida del hombre tierra adentro.»Nací cantor pero lamentablemente en pleno obraje, en los montes, en la Forestal, donde una compañía inglesa, en complicidad con los cipayos, se llevó los mejores quebrachos», contaba Guarany. La pobreza de su familia, numerosa, hizo que sus papás cumplieran con lo que era habitual por esas tierras: «lo prestaron» a una familia, donde se acercó por primera vez a la músca. «Allá en Alto verde me prestaron a un boliche. Un almacén que tenía cuadrera, caballos de carrera, gallos de riña y mujeres convidadoras de la noche. Ahí me críe yo. Entonces mi escuela fue el monte, así me fui formando, y sin haber estudiado nada, pude llegar a ser lo que soy. Que no será mucho, pero que a mí me hace muy feliz», relató en una ocasión a Tiempo Argentino.

Cuando descubrió su afición por la música, juntó plata y se fue a Buenos Aires. Fue un habitante trasnochador de La Boca, donde comenzó a dar sus primeros pasos como cantor en algunos boliches de la zona. De Alto Verde, Guarany le habían quedado no solo los recuerdos y las ganas de cantar, sino que quedaron guardadas las experiencias del obreraje del monte y la habilidad aprendida de los payadores con los que compartía sus noches de niño.

«En la escuela no estudié nunca nada, pero me ponían muy bien diez todos porque yo iba por los grados y cantaba. Como era el mejor alumno en séptimo grado, me dieron el premio para aprender a escribir a máquina. Después vine a cantar por acá, por bares de lo que ahora es Puerto Madero, ahí cantábamos y el escenario tenía una maderita que nos servía para esconder las cervezas que nos regalaban por cantar. Nosotros tomábamos agua, así que a esas cervezas las devolvíamos y nos daban la plata. Al otro día, podíamos comer choquizuela, una papa o unos fideos», dijo.

Su nombre artístico era un acto de rebeldía en sí mismo. En el afán de reivindicar la raíz de su padre. «Mi padre era un hachero, un indio quese casó con mi madre española. Como él no tenía papeles, lo llevaron a un juez de paz, le inventaron una familia y le pusieron Rodríguez. Mi madre me contó que mi papá era un indio y que lo habían llevado prestado en Corrientes. Ahí lo abandonaron en el obraje y se crió sin familia, sin nada. Entonces ahí me dije, ‘bueno si mi padre es un indio, yo soy guaraní no soy Rodríguez’.»

La relación de los capataces con los obreros del monte, la pobreza, las penas y las alegrías de los paisanos fueron el paisaje cotidiano de un niño que al crecer pudo contar estas historias en canciones.

Cantar, contar, vivir

Carismático desde el escenario a la pluma, Guarany le cantó con la misma pasión canciones de amor y de política. En 1957, grabó su primer disco donde ya había canciones de su autoría como «Quebrachalero» o «Coplas del pobre» y un clásico de Ramón Ayala, «El Mensú».

Los años posteriores mostraron a un Guarany empapado en el clima cultural y social de esa época. Participó de la primera edición de Cosquín y desde entonces su carrera dentro del folklore estuvo marcada por grandes creaciones de hermosa poesía, de melodías seductoras que tuvieron un impacto profundo en la música popular argentina. Entre ellas están «Puerto de Santa Cruz», «La vi bajar por el río», «Si se calla el cantor», «Zambita de piel morena», «Cuando ya nadie te nombre» y «Guitarra de medianoche», «Recital a la paz», «Caballo que no galopa», «La villerita».

Como cantor, apadrinó a varios artistas, desde su época hasta los últimos años. «¿Cómo te llamás vos?», le dijo a un excelente cantor santiagueño que compartía velada con la familia Carabajal, una tarde en que estaba Guarany. «Ricardo Gómez», le respondió. «Desde ahora te llamás Jacinto Piedra», le dijo Guarany. Y así nombró a uno de los creadores fundamentales del folklore de los últimas cuatro décadas. También se ocupó de acompañar a artistas de su época y más tarde de apadrinar a jóvenes figuras como Luciano Pereyra o Soledad Pastorutti.

Como sucedió con varias figuras del folklore, Guarany protagonizó algunos largometrajes: Si se calla el cantor (1972) y La vuelta del Martín Fierro (1974). La inquietud permaneció en el cantor que en 2013 fue el actor principal de la película dirigida por Fernando Musa y escrita por él, El grito en la sangre.

Además de música, el compositor santafesino escribió cinco libros El loco de la guerra, Las cartas del silencio, Sapucay, El indio sin malón y Memorias del cantor, autobiografía. «Escribo cosas acerca del mundo. Sudamericana me publicó cinco libros, donde hablo de todo lo que pasa, de esto de que hoy para el mundo triunfar es ganar plata». El miércoles, dos días antes de morir, Guarany había terminado de corregir su última novela.

El exilio y la distancia

Una bomba en la casa de Horacio Guarany -ligado al Partido Comunista-, donde habían funcionaba el Templo del Vino fue el hecho que provocó el exilio definitivo del cantor. El nombre de Guarany integraba junto a otros artistas la lista negra que difundía la Triple A. «Había un mural de Campodónico que quedó destruido 100% cuando explotó la bomba», cuenta Hamlet Lima Quintana en su libro Los Referentes.

Durante la década del ’70, el cantor estuvo ligado al Partido Comunista. «Víví esa época con mucho dolor», contó hace unos años el cantor a Tiempo. «Con mucha vergüenza, ves que te vuelan la casa, que te echan del país como un perro sarnoso, te da bronca, mucha bronca.»
Su regreso, a mediados de los ’80 tuvo algunos escenarios claves, donde el cantor recuperó su mística y el contacto con su pueblo, a través de memorables interpretaciones de canciones que en esa época eran un clásico.

El posexilio de Guarany lo encontró distanciado de muchos pares y colegas. Su apoyo a la candidatura de Carlos Saúl Menem y su amistad con el riojano despertó innumerables críticas y enojos entre los músicos de esa época.

Los mitos

¿En serio sale vino de la canilla?, se pregunta todo el mundo. Hay una anécdota que es real, cuando se inauguró el Templo del vino, en su casa de Coglan, el cantor llenó el tanque de agua con vino y los invitados podían directamente sacar la bebida de la canilla. Guarany solía divertirse con esa pregunta y ensayaba las más diversas respuestas. «La gente cree que en mi casa de una canilla sale vino tinto y de la otra vino blanco», decía.

«Se me han muerto los mejores amigos. La mayoría no están. Son todos muy boludos y se mueren, algún día me va a tocar a mí, por ahora no tengo ningún apuro», dijo.

El viernes murió Horacio Guarany. El cantor del pueblo, el Potro. El que enseñó que la arenga viene del público al artista, no al revés. Se fue dejando un perfecto relato musical de la historia de Argentina. «

«Un cantor que no callará»

«Representa para los argentinos una gran huella, una marca en nuestro corazón. Cuántos nos hemos dejado abrazar por sus canciones, aquellas que eran banderas en tiempos difíciles y que nos elevaban desde la primera estrofa. Era emocionante ver su relación con el pueblo. La entrega que tenía en cada recital era algo digno de ver. Ha escrito versos memorables y canciones de amor que han emocionado a varias generaciones. Él es un cantor que no se callará nunca. Le cantaba a la vida, a la esperanza, a eso que él sabía que era lo importante. Recuerdo el primer recital que vi de él. Vino a Corrientes y quiso tocar frente a un grupo que lo insultó, y luego de cuatro canciones los llevaron en andas. Él seguía cantando desde arriba, nunca me olvidaré de esa imagen. Porque era eso, puro alma. Nos marcaba con sus canciones la coherencia que debíamos tener, todas sus palabras tienen una vigencia enorme.
Teresa Parodi, cantora y compositora. Ex Ministra de Cultura de la Nación.

«Un ser maravilloso»

En los últimos años estuve muy cerca de él. El miércoles pasado estuve acompañándolo en su casa, viendo el libro nuevo que terminó y con el que estaba muy entusiasmado. Es una novela que escribió y que espero que se edite. Además, estaba ansioso, esperando al profesor de canto que iba a ir el sábado para ayudarlo a vocalizar porque estaba con ganas de cantar. Así se murió Horacio con un desgaste producto de su edad, sin sufrimiento y rodeado de amigos y de su  familia. Mi relación con él empezó hace muchos años, yo lo seguía desde los tres años y tuve hasta la oportunidad de cantar con él alguna vez. La vida después me acercó desde otro lugar, hasta que tuvimos una amistad como hasta ahora. Así fue que surgió la idea de su libro, Guarany toda una vida, que salió el año pasado. Era un ser maravilloso, siempre con algún chiste, alguna reflexión o alguna enseñanza . Este es para mí un momento de mucho dolor. 
Roy Stahli, autor de Guarany, toda una vida, biografía del cantor.

«Un profeta en el escenario»

Lo conocí por mi viejo. Eran amigos y pares. Sólo se podía aprender de él. Fue un privilegio estar cerca de este gran artista. Lo he visto desde chico en distintos escenarios y estuve en su casa, sentí su amistad y conocí su forma de ser, fue un regalo. Recuerdo que siempre me decía que estudie música, armonía y demás. «Tenés que ser el Mozart de la música de Argentina», me decía. Me arrepiento de no haberle hecho caso. Era un cantor único. Tenía algo en el color de la voz, se expresaba con un tono que los hacía ver y sentir como un profeta arriba del escenario. Su voz caló hondo, bien adentro. Nos enseñó de la importancia de la canción revolucionaria que testimonie lo que pasa en el pueblo y nos mostró la misión del artista. Nos mostró cómo cantar directamente al corazón. Se ha tomado por encima su manera de frasear. Sobre todo por imitadores con poco respeto, pero Horacio estaba lejos de estar desafinado. Era muy musical, un verdadero gran cantor.
Peteco Carabajal, cantor y compositor.