A Mauricio Macri todavía le quedan diez días de vacaciones en la localidad patagónica de Villa La Angostura. Pero en su mesa de arena electoral baraja alternativas que por ahora no forman parte del discurso público de Cambiemos, ni del operativo del PRO para instalar su reelección. Este viernes, en uno de los dos primeros reportajes radiales del año, el presidente sembró una sutil diferencia en sus declaraciones para referirse a sus ambiciones sobre continuar en el poder después de 2019. «Si los argentinos creen que este cambio vale la pena (…) estoy dispuesto a seguir acompañándolos», contestó el mandatario nacional y les puso un manto de condicionalidad a sus aspiraciones para pelear su reelección en los comicios del 27 de octubre.

En la mirada panorámica para el primer semestre del año, tanto en la mesa chica del macrismo como en la de Cambiemos se preparan para transitar un calendario que podría llegar a contar con 16 elecciones desdobladas de las presidenciales para elegir gobernador.

El total podría ascender a 17 si la gobernadora María Eugenia Vidal decide desdoblar los comicios ejecutivos bonaerenses de los nacionales, en una danza de especulaciones que finalmente decidirá con Macri entre marzo y abril: el mismo plazo previsto por el líder del PRO para confirmar el operativo «reelección», o exhumar la idea de «una presidencia de transición», una definición política que los funcionarios más cercanos al despacho presidencial ya utilizaron entre septiembre y octubre pasado, cuando arreciaba la última corrida cambiaria y los arquitectos discursivos de la Casa Rosada ponían en palabras una idea que ronda en el entorno presidencial desde los primeros días de mayo, cuando la primera estampida contra el peso hizo trizas la estrategia inicial del «gradualismo» para el ajuste y obligó a la administración de Cambiemos a dar un giro abrupto en la reducción del déficit fiscal y promover un endeudamiento inédito con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El concepto de «una presidencia de transición» sería la salida elegante para resignar el operativo por la reelección y reordenar las candidaturas de Cambiemos. Tan cierta es esa posibilidad que, fieles al estilo de invertir la carga de la prueba, Vidal envió este sábado a uno de sus funcionarios más cercanos a multiplicar las dudas sobre la posibilidad de reemplazar a Macri en la candidatura presidencial de Cambiemos, una alternativa que ella no ha promovido pero que aparece ligada a su buen desempeño en las encuestas. «Macri está preparado para otro mandato», sentenció este sábado el secretario general de la Gobernación, Fabián Perechodnik, y se escudó en las declaraciones presidenciales. «El presidente ya ha planteado que para los cambios que faltan está preparado para un segundo mandato. Así que no hay posibilidades de discusión alguna. El calendario electoral llegará a fines de febrero o marzo, cuando haya que definir el cronograma, y por ahora no hay novedad oficial», cerró el exdirector de la consultora Poliarquía para postergar la decisión sobre el desdoblamiento bonaerense hasta entonces, la misma fecha definida entre los socios de Cambiemos para alistar toda la artillería electoral detrás de la reelección, o de una nueva candidatura.

Hasta que la decisión más importante sobre el futuro de Cambiemos sea adoptada, la hipótesis de mayor peso que analizan dentro de la Casa Rosada está concentrada en «una hiperpolarización» con el kirchnerismo, y una «casi segura» postulación de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. «Al tener tantas provincias que votarán antes, las elecciones nacionales dejan de ser determinantes para un gobernador o intendente. En otras palabras, los dueños del poder en el interior pueden resultar reelegidos y no se van a desvivir por ganar la nacional. Si los territorios eligen antes con tanta decisión, es porque están apostando también a una superpolarización con el kirchnerismo», completó un importante integrante de Cambiemos, que confió la vigencia de dos perspectivas en el gobierno: la confirmación final de la pelea por la reelección de Macri, o un discurso «histórico» del líder del PRO para autodefinirse como «un mandatario de transición» con fecha de vencimiento en un solo mandato.

El principal termómetro para esa determinación gira en torno a la evolución del ciclo recesivo, con un Gabinete dividido entre pronósticos de «leve y sostenida mejora» luego del invierno y un despeñadero de caída del PBI que puede cruzar los límites del último trimestre. Frente a esa ronda de estimaciones, el Ejecutivo también medirá la eficiencia de su capacidad para instalar una agenda pública sustituta al debate económico, con eje en seguridad y también en anticorrupción, aunque este último punto está atado a la evolución de investigaciones penales como la causa de los cuadernos, las implicancias locales del Lava Jato y el futuro procesal de CFK, en casos que podrían ser cruciales para su imagen. La geografía electoral de «hiperpolarización» todavía está definida por tres tercios, compartidos entre un núcleo duro, casi cautivo de Cambiemos, un segundo tercio netamente opositor y un mar de indecisos, cuyas convicciones son tan sensibles a la marcha de la economía como determinantes para las ambiciones que Macri comenzó a relativizar.

Dentro del laboratorio de encuestas y estudios de demandas del gobierno, el límite más espinoso para la comunicación electoral de Cambiemos no sólo tiene que ver con el nivel corrosivo de la crisis sobre la imagen presidencial, sino con la capacidad que tenga Macri para no transformarse en el «candidato del ajuste». El mismo obstáculo crítico que el equipo de campaña de Cambiemos buscó eludir durante 2015, antes de la primera vuelta de octubre y que directamente negó para llegar al balotaje, con promesas que a tres años de esa experiencia siguen incumplidas. Una evidencia cercana al engaño que quedaría muy expuesta si los números de la economía siguen empantanados y los sustitutos no alcanzan a desviar la agenda. «