El gobierno puso en blanco sobre negro su estrategia electoral. El próximo 27 de octubre, Mauricio Macri, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, las tres principales figuras de Cambiemos, buscarán ser reelectos en Nación, Provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. El menú de la campaña oficialista también está servido: demagogia punitiva, culpar a «la herencia» por el desastre económico y guerra jurídica («lawfare») contra opositores y críticos del modelo neoconservador.

Despejado el humo del desdoblamiento en Provincia de Buenos Aires, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el consultor Jaime Durán Barba, ultiman el cotillón. Conviene prestarles atención: la dupla se ufana –con razón– de no haber perdido jamás una contienda electoral.

El equipo Macri 2019 viene acumulando pertrechos para desplegar una campaña de sugestión inédita en Argentina. El gobierno lleva invertidas decenas de millones de pesos en tecnología de punta para viralizar contenidos, granjas de trolls y datacenters con detallada información digital de los casi 38 millones de usuarios únicos de telefonía móvil.

El marketing 2.0 destinado a dispositivos móviles será la estrella de la campaña. En Argentina casi todos los ciudadanos en condiciones de votar tienen a mano un modo de contacto digital. Y aun más: un estudio de la consultora Ignis Media Agency estimó que el 87% de los usuarios de Internet acceden a la red a través de un smartphone, de modo que la gran mayoría de los votantes tiene acceso móvil a redes sociales, sistemas de mensajería y medios de comunicación.

La altísima exposición digital es un caldo de cultivo formidable para la difusión de noticias falsas, o «fake news», que se esparcen a velocidad luz. Investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) comprobaron que las fake news se viralizan seis veces más rápido que la verdad.

Las fake news que se reproducen en las redes, de todos modos, tienen impacto moderado. Según un estudio de la consultora D’Alessio IROL, «sólo 20% considera que el contenido de las redes sociales habitualmente es verdad». La credibilidad se duplica, en cambio, cuando la «información» proviene de los medios tradicionales. Un 37% de los argentinos cree que los medios cubren temas políticos «razonablemente», según un informe de Pew Research.

Aunque parece magra, esa diferencia otorga a los medios tradicionales un lugar relevante en la campaña que viene. Su principal aporte al oficialismo no será, sin embargo, la difusión de fake news –que las habrá, como ocurrió en 2015–, sino moldear la agenda informativa para que se ciña a la estrategia del gobierno.

Se pudo ver fuerte y claro esta semana: los principales medios porteños –que irradian la agenda nacional– omitieron de sus coberturas centrales los amplios apagones eléctricos en Buenos Aires y concentraron su atención en lo que ocurre a 5000 kilómetros de distancia, en Venezuela.

Agenda propia, candidatos puestos, agresivo marketing 3.0, guerrilla digital y mantener a raya a la opinión pública con los medios afines. El gobierno ya trazó su táctica y estrategia de campaña fake. La oposición, en cambio, está en veremos. El calendario le da margen, pero la realidad no tanto: el creciente malestar social empieza a reclamar liderazgos y propuestas claras. En octubre se verá si fue prudente dar un verano de ventaja.  «