Hay historias de fantasmas en casi todos los teatros de la avenida Corrientes. Es un secreto a voces. Campi generalmente llega primero al Multiteatro y esta vez no es la excepción. Pero, sin que nadie lo imagine y todavía con la sala vacía, se corta la luz. De un segundo al otro las penumbras lo cubren todo. Campi se preocupa y le envía un mensaje a Karina K para ponerla al tanto. El asunto se resolvió casi al instante, antes de la llegada de la actriz, pero ofició de excusa ideal para que Campi y Karina K intercambien múltiples historias de espíritus y las coronen con sonoras carcajadas. ¿Transformarán esas energías invisibles a ¿Qué hacemos con Walter?, la obra de Juan José Campanella, en un megaéxito? «Nunca se sabe», responden a coro. Por lo pronto, ya están agotadas todas las funciones hasta abril. Ellos creen en el boca a boca, pero todavía más en las energías fantasmagóricas. ¿Qué hacemos con Walter? es una obra coral que muestra distintos tipos de personalidades. En un hall de entrada el consorcio de propietarios celebra una asamblea extraordinaria para tomar una importante decisión que cambiará la vida de todos o, por lo menos, la de Walter, el encargado del edificio. Hay quienes quieren echarlo, otros que no y las discusiones se multiplicarán. Acusaciones, peleas, amores, rencores, alianzas y traiciones lo teñirán todo. Los vecinos deberán buscar un aparentemente imposible consenso y aprender a lidiar con los efectos colaterales de sus decisiones en esta comedia sobre la convivencia, el diálogo, los prejuicios y la búsqueda de reconocimiento. Campi, es Jáuregui, «un chanta marca cañón», según el actor, y Karina K interpreta a una periodista que cree que se las sabe todas y es bastante despectiva con quien se le cruce. Walter, por su parte, es encarnado por Fabio Aste. Pero el universo de ¿Qué hacemos con Walter? es amplio. Es reconocido el talento de Campanella (El secreto de sus ojos, El hijo de la novia) para armar equipos y encontrar el lado emocional de las historias. Por eso también resulta fundamental el aporte de Miguel Ángel Rodríguez, que hace del vecino conciliador que no quiere darle la peor noticia a Walter. En el ala izquierda de las posiciones está el personaje de Federico Ottone, un estudiante eterno que analiza el sistema capitalista desde la comodidad de una posición económica sin apuros. Victoria Almeida, por su parte, es la separada ensimismada con sus problemas pero que juega un rol clave para estimular la comedia. Otro tanto pude decirse de Araceli Dvoskin, que interpreta a la vecina con demencia senil y xenofobia recurrente.

–¿Cómo es trabajar con Campanella?

Karina K: –La obra está muy bien escrita. Tuvo sus modificaciones, claro, porque cuando uno le pone vida y va encontrando el timming al empezar a ensayar las cosas se reacomodan. Juan es un perfeccionista. Después de cada función anota algo y al otro día nos transmite esas observaciones. Aplicamos esas sugerencias sutiles, pausas o aceleres, en la manera de ir tirando las líneas y redundan en un cambio exponencial que enriquece el resultado final.

Campi: –Campanella trabaja de una manera muy minuciosa. Es algo que me encanta porque yo soy un enfermo del detalle. Amo el segundo plano y acá se le da la misma importancia que al primero. Quien está atrás en la escena siempre aporta algo y me encanta buscar esos detalles. Juan es milimétrico, pasa lija fina al agua, está buenísimo.

–Son personajes polémicos los suyos. ¿Están de acuerdo?

C: –Mi personaje es la antítesis de lo que soy. Es de esos tipos que no les podés comprar un auto usado. Es el típico que te dice «vamo y vamo», que te guiña el ojo, y siempre te hace pagar un peaje donde no hay que pagarlo. Yo voy por la vereda de enfrente. No debo juzgar a mis personajes, pero este tipo de personas no me cae bien. Trato de ponerle cosas atractivas a la interpretación para amigarme un poco con él y que, a pesar de todo, sea cómico.

K: –Esta obra es una radiografía de la idiosincrasia argentina. Tiene mucho humor costumbrista. Todos estos personajes tienen su forma de pensamiento, muy cerrada en algunos casos, y se hace muy difícil encontrar el consenso. La historia es un tsunami emocional de situaciones. La gente se ríe por identificación: ya sea personal o por algún vecino, amigo o familiar que le recuerda a alguien de la obra. Está bueno marcar esos estereotipos. Además, yo vengo del musical, y esto de hacer puro texto es un lindo desafío.

–¿El éxito funciona como presión o como una motivación extra?

C: –No es lo mismo llenar o no. Cuando hay gente, todo fluye más felizmente. Esta es una sala grande y que esté de bote a bote cada noche te hace salir con otra energía. Pero siempre digo que no laburo para producir la risa. Uno hace un laburo que como consecuencia genera risa. Si vos hacés bien tu laburo producís una emoción, pero no tenés que ir tras la emoción: hay que ir paso a paso. Hay otros que apuntan directamente a la gente, pero a mí no me parece el mejor camino. Me gusta ir armando todo para que la consecuencia venga sola.

K: –No nos dormimos en los laureles, seguimos trabajando. Lo que tiene que venir vendrá, todo llega de hacer un excelente trabajo y eso es lo que intentamos. Es una alegría ver reír a la gente, aunque sea de reojo porque hay una cuarta pared. Pero estar atento y no bajar nunca el nivel de atención es fundamental.

–Tiene una mirada clasista y social bastante marcada la obra. ¿Es una radiografía de los argentinos?

K: –Creo que esta obra hace una observación de la vida muy exhaustiva. Es algo muy milimétrico y sutil. Hay esa mirada de clases, desde el vamos la premisa es que quieren echar al portero y a muchos no les importa. Es un tipo con valores y noble pero, si no hace bien su trabajo, hay quienes le tienen paciencia y quienes no. En esa diferencia de clases aparece como tema la dignidad de las personas, sus principios y sueños. Hay miserias que reflejan la vida misma. Soy muy observadora y estoy convencida de que la realidad supera la ficción, el material creativo sale de allí.

C: –Yo ejecuto la obra. Si hay alguien que piensa que es un reflejo de algo más, me excede. Yo me limito a hacer lo mejor posible al administrador. No puedo estar pensando si tengo más responsabilidad porque el tipo hace lo que hace. Mi responsabilidad es construir una buena pintura, después que cada uno la interprete como quiere. Te puede caer mal o bien, pero si te reís, entonces quizás te permitas reflexionar. En la obra salen a relucir cosas que como sociedad tampoco está bueno que existan. Pero no es agresivo, es un estilo que Juan maneja bien. Hay grieta, ok. ¿Pero qué hacemos? El paralelismo con lo que nos pasa es inevitable. No podes dejar de lado lo que nos está sucediendo. El teatro siempre está en un contexto, no viene de Marte. Estas cosas le pasan a mucha gente. Tu vecino no te cae bien porque piensa distinto o hace algo que vos no estás de acuerdo, pero el del otro lado es peor, al de enfrente lo detestás pero no es tan terrible… Y así. Pero todos queremos lo mejor para el edificio: sacar la humedad, que el ascensor ande bien… Lo difícil es ponerse de acuerdo y ordenar prioridades.

–En el contexto actual, ¿el teatro qué papel juega?

K: –El teatro cumple un rol iluminador. Abre la mente de cualquiera que se siente a mirar. Es el disipador de lo turbio del espejo. Es como pasar el trapo para dejar a la vista lo que realmente somos. Sobre todo con una obra como esta, que tiene una mirada profunda de la condición humana. Algunos relacionan el humor con algo pasatista, pero tiene mucha responsabilidad porque incluye una mirada paradójica sobre lo que nos pasa.

C: –Me gusta esa idea de armar o preparar espejos para reflejarse con más claridad. Siempre en algún tramo, en alguna frase, te terminás identificando. En todos lados podés encontrarte a uno de estos personajes. Quizá sólo pasas un buen rato y listo, pero en una de esas podés cambiar algo. La verdad es que la pasión por nuestro trabajo es nuestra forma de expresarnos. Después, cada persona decide con qué se queda. Qué le puede resultar útil y qué no. «

Un tema que permitiera jugar con el humor

La obra fue escrita por Juan José Campanella junto con Emanuel Diez, quienes también compartieron autoría en Entre caníbales, programa que se vio en la pantalla de Telefe en 2015. Juntos también escribieron un proyecto para cine, pero que no se pudo concretar por la muerte de quien iba a ser el protagonista: Daniel Rabinovich (Les Luthiers).

«Hace mucho queríamos hacer algo para teatro, pero no encontrábamos el tema que nos permitiera hacer humor de la manera que queríamos. Buscamos mucho hasta que un amigo de Juan vino a contarnos algunas cositas de las reuniones de consorcio que venían teniendo por no sé qué tema. Esas pasiones y problemas nos pareció un buen set y, sobre todo, nos daban pie para tratar temas más allá de lo que pasa en un edificio», comenta Diez.

«Lo primero que hicimos fue hacer entrevistas a administradores de consorcio y encargados. Hablando con ellos fuimos depurando qué podía ser atractivo para el guión», agrega Diez. La manera de trabajar fue la preferida de Campanella: empezar a escribir sin tener mucha idea de qué va ir, sin tener establecido el rumbo ni el final. «Le gusta ir encontrando el tono desde la voz de los personajes y así lo hicimos», concluye el autor.

El desafío de aprender

Karina K y Campi generaron una química que los potencia. Arriba y abajo del escenario. Ella le explica cómo le encuentra una musicalidad a las líneas y como en el teatro musical las convenciones son distintas. Él escucha con curiosidad sincera. «La verdad es que aprendo mucho –revela Campi–. Porque ella viene de otro palo y que me explique su mirada es algo nuevo para mí.» Para el actor constantemente se cambia, la evolución es constante. «Sin darte cuenta estás todo el tiempo en movimiento, y absorbiendo cosas. Aprendo mucho de mis compañeros, los de la tele, de este grupo o de lo que haga. Me gusta estar en elencos donde haya gente que me puede dejar algo. En eso me fijo mucho. En lo profesional esto es una escuela. Cada uno tiene su técnica y uno incorpora todo el tiempo. Y es recíproco porque para la comedia muchas veces me consultan a mí.»