Ha sido el segundo film en concurso, “Les misérables” del debutante Ladj Ly, quien después del decepcionante “The Dead Don’t Die” de Jim Jarmusch, el que ha provocado la primera ovación de este 72º. Festival de Cannes.

En su primer largometraje de ficción luego de una serie de cortometrajes y documentales, en gran parte dedicados a las revueltas de las minorías de color en los suburbios de París, Ly cuenta una jornada de labor de tres policías en un barrio periférico de la capital francesa, dos de ellos con larga convivencia con el “milieu” (Alexis Manenti y Djebril Zonga) y un novato (Damien Bonnard), los mismos protagonistas del corto epónimo que sirvió de base al film.

Se trata aparentemente de un día normal y caluroso de patrulla entre chicos que juegan y disputas entre las diferentes minorías (africanos, gitanos, magrebinos) en las que los policías más experimentados tratan de mediar si no fuera porque en un cierto momento uno de ellos dispara contra uno de los chicos, hiriéndolo levemente.

Sabiendo las consecuencias que puede provocar el hecho, los potentes del barrio se unen para encubrir a los policías pero la rabia que late entre los habitantes se transforma en guerra civil cuando los adolescentes se unen para destruir el statu quo.

Ly forma parte del grupo Kourtrajmé que desde 1995 se ocupa de retratar las turbulencias sociales que ocurren en las periferias de las grandes ciudades francesas.

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Su ópera prima es un fresco de violencia y avasallamiento donde policías y líderes sociales conviven en beneficio mutuo para mantener una paz de fachada pero de una fragilidad tan extrema que el mínimo accidente puede transformar en guerra civil.

Ayudado por un fuerte guión del mismo Ly, el actor Alexis Manenti y Giordano Gederlini y por un reparto coral, formado en parte por no profesionales que usan su propia experiencia para crear a sus personajes, “Les Misérables” es un film que sobrecoge por su mensaje vaticinador y por la descripción de un volcán futuro cuya erupción nadie ni nada podrá evitar.

El título del film alude a una cita de la novela homónima de Víctor Hugo de “que no existen malas hierbas o malos hombres, solo existen malos cultivadores”.

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Otra revuelta similar la describe el brasileño “Bacurau” de Daniel Mendonca Filho y Juliano Dornelles, único invitado latinoamericano del certamen oficial, pero en este caso es la de un pueblito remoto del sertao que lucha contra su extinción a mano armada de parte de un grupo de mercenarios norteamericanos.

Esta es la segunda vez que Mendonca Filho se presenta en Cannes después de su aplaudido “Aquarius” de tres años atrás, siempre con su actriz fetiche Sonia Braga, pero esta vez en un rol casi secundario pero importante, y lo hace en compañía de su escenógrafo titular, Juliano Dornelles.

La acción transcurre en un futuro indeterminado para recalcar su carácter profético. Tras la muerte de la matriarca de Bacurau empiezan a suceder cosas extrañas: los celulares no tienen campo, el nombre del lugar desaparece del mapa y algunas muertes violentas empiezan a diezmar la población.

Todo es una conspiración del prefecto de la región que quiere apoderarse del lugar con la ayuda de un grupo de mercenarios, liderados por un alemán (el fassbinderiano e ícono gay Udo Kier) que más que nazi se define organizado y perfeccionista pero que no contaba con la resistencia popular.

A pesar de algunas incongruencias de guión, el film cautiva al espectador y es una nueva variante de ese dicho tan popular hace algunas décadas de que “el pueblo unido jamás será vencido”. Optima actuación coral, comenzando por Sonia Braga que no se preocupa en dañar su legendaria belleza aceptando hacer de vieja.