Madre, padre y tío músicos marcaron el sendero para que Daniel Viglietti también ingrese al mundo de las melodías y las canciones. Admirador de la poética de Yupanqui, de la voz de Antonio Tormo y formado de la ola folklórica argentina de los 60, el artista uruguayo es uno de los referentes de la poética y la cultura popular latinoamericana.

«Más allá de la música, en el plano humano es siempre muy emocionante ir a la Argentina, por lo que reencuentro y por lo que he perdido», dice a Tiempo, vía mail el cantautor que el próximo sábado se presentará en la sala de Caras y Caretas. «Amigos colegas, compañeros, todo se mezcla. Los que siguen viviendo y el recuerdo de los que nos fueron arrebatados, los 30 mil o más desaparecidos. Sé que cuando canto ahí, el escenario está poblado de esa memoria que no se ve. ¿Qué más te puedo decir?», agrega.

–¿Qué responsabilidad implicó ser un referente no sólo musical y poético sino también político para toda una generación?

–La progresiva radicalización del proceso político en mi país y en América Latina me llevaron a tomar conciencia y a abrazar con mi canto las luchas populares: la de los cañeros del norte, la de los trabajadores aquí y allá, y la estudiantil. Lo que trasmitían esas rebeliones, iba alimentando mi conciencia y yo lo devolvía y lo sigo devolviendo con mis canciones. Ha sido siempre una responsabilidad y no me siento a la altura de lo que se puede esperar de uno. Haber cantado al Che, a Camilo Torres, a Soledad Barrett, que dieron la vida por cambiarla, es un desafío. Siempre me siento en deuda con todo ese mundo de la lucha. No soy un político, soy un músico, un comunicador que tiene claro que su campo de acción es desde el hemisferio izquierdo de la vida, pero sin carné ni cargo político.

–La canción como género tuvo en años claves una vital importancia dentro de la cultura latinoamericana, ¿cómo es ahora?

–Es un género muy extenso, muy ancho, caben en esa acepción una infinidad de variantes. Desde el entretenimiento a la canción de conciencia o de opinión, hay infinidad de matices en el camino. En ese sentido, creo que hay siempre actividad con un género que se renueva, que trata de no fotocopiar el pasado. Un ejemplo me parece Calle 13, y en nuestro sur hay grupos de fusión o de rock que manejan contenidos que ayudan a pensar. Apuesto a la continuidad de la canción como vehículo pensante, con músicas y letras que vayan conectándose con la sensibilidad de las nuevas generaciones. Me falta tiempo para abarcar las masas de sonido que van naciendo.

–¿Qué impacto tiene la industria en el desarrollo pleno de la canción?

–Habría que ver qué se entiende por pleno. Pero tu pregunta da en el punto esencial de este asunto, que es la distribución, el alcance de la canción, de la música popular no alienada. La industria y los medios de comunicación son un poder bloqueador muy fuerte, cuando deciden eludir o silenciar por ausencia ciertos productos musicales. La censura estructural, que vuelve innecesaria la censura represiva de otros tiempos. Es una lucha muy desigual y hay que pensar que las redes sociales pueden tejer nuevas comunicaciones en ese sentido.

–¿Volvés a escuchar tus canciones?

–Solamente cuando en la radio, que oigo más bien en la mañana en medio de otras tareas, se produce el milagro de que pasen un tema mío. Y si no, a veces en medio del trabajo radial, cuando cada tanto necesito cantarle algo a los oyentes y recurro a uno de mis discos.

–¿Qué música escuchás? Y qué lecturas te parecen claves para volver a leerlas?

–Escucho músicas tan diversas, a veces por lealtad a lo que ya conozco, otras veces buscando descubrir cosas nuevas. Y en mi trabajo para la radio y televisión, ahí oigo cotidianamente lo que voy incluyendo. Hoy, por ejemplo estuve trabajando un programa sobre Violeta Parra. He hecho varios sobre ella en mi vida. Junto a Yupanqui, son dos artistas que siempre admiré mucho. «