Luego de un miércoles del demonio, con un frío que cortaba las manos y una lluvia persistente capaz de horadar cualquier piedra, las autoridades electorales españolas extendieron el plazo para la votación por correo hasta este viernes. Ese clima inusual para la primavera española –hubo nevadas importantes en varias regiones y los meteorólogos televisivos explicaban en qué lugares era necesario llevar cadenas en las ruedas de los vehículos para circular con seguridad- impidió que los cientos de miles que acudieron a última hora a depositar su voto pudieran concretarlo. Hubo incluso protestas porque tuvieron que esperar horas para poder ingresar ante una institución que quedó sobrepasada por los hechos.

Fueron 570 mil visitas en un solo día y no dieron abasto. Esta vez hubo 1.346.476 solicitudes de voto anticipado. El personal de correo también fue superado ya que para realizar ese sistema de votación es necesario que cada solicitante reciba la papeleta respectiva en el domicilio donde está transitoriamente. En el exterior ocurría algo similar con los ciudadanos que votan en los consulados.

Si esta efervescencia por acudir a las urnas para los que están lejos de los sitios donde está registrados es muestra de interés en sufragar, en el búnker del PSOE de la calle Ferraz, donde vivió el fundador del partido, Pablo Iglesias, homónimo del líder de Podemos, respirarán felices. Las experiencia que tienen es que una gran asistencia en un país donde el voto no es obligatorio, es señal alentadora para Partido Socialista. “La derecha siempre va a votar a pleno, los que no van suelen ser los nuestros”, susurran.

El martes se realizó el segundo debate electoral entre los candidatos a presidir el gobierno nacional. Solo faltó, por “desinvitación”, el fundador y jefe del ultraderechista VOX, Santiago Abascal, que todavía debe estar agradeciendo el gesto que lo pone en víctima de lo que él llama “la dictadura progre”.

Los medios todavía hacían los análisis de rigor sobre quién ganó y quién perdió, pero en la calle el tema no parecía tener el menor atractivo. El lunes fue la primera ronda entre el actual jefe del gobierno, Pedro Sánchez, del PSOE; Pablo Casado, del PP; Albert Rivera, de Ciudadanos y Pablo Iglesias, de Unidas-Podemos. Fue bastante civilizado. El martes, los mismos contendientes se sacaron chispas en el canal privado Atresmedia.

Lo que parece haber quedado bastante claro es que entre los postulantes de la centroizquierda –PSOE y Unidas-Podemos- no hubo demasiadas controversias. Iglesias, incluso, apareció como el más moderado tratando de calmar broncas momentáneas fruto del marketing electoral que de cuestiones de peso.

Donde si hubo forcejeos verbales fue entre los derechistas Casado y Rivera. Era evidente que tratan de contender contra Sánchez con el ojo puesto en los que se están yendo a la ultraderecha de VOX, que ya se ubicó como árbitro de cualquier disputa en Andalucía. En una democracia parlamentaria cuenta cada escaño para armar gobierno y es probable que la derecha-si es que se puede creer en las encuestas- obtenga más votos electorales que la centroizquierda, pero la dispersión le sacaría la posibilidad de llegar a La Moncloa.

La novedad en ese sentido es lo que en términos futboleros se llamó “el fichaje del año”. Cuando faltaban 96 horas para el comicio más importante en décadas para el futuro de España, Albert Rivera, de Ciudadanos, anunció que incorporaban a la lista para la Comunidad de Madrid a Angel Garrido, quien presidió por ese distrito por el Partido Popular, tras la renuncia de la titular, Cristina Cifuentes, tras el escándalo por su máster presuntamente trucho en la Universidad Rey Juan Carlos. Una puñalada inesperada ya que Garrido había sido nominado para las parlamentarias europeas por el PP hace algunas semanas y nada parecía indicar que se cruzaría de partido. Salvo que quizás el resultado del debate haya terminado por convencerlo de que los vientos ya no soplan para el tradicional partido de la derecha institucional.