Como si fuera un déjá vu, o un viaje al pasado, el entorno más cercano e influyente del presidente de la Nación, Mauricio Macri, comenzó a reacomodarse para esta nueva etapa, cargada de escándalos vinculados al lavado de activos. Tal como ha sucedido en otros momentos de la vida empresarial del actual mandatario, los negocios comenzaron a adaptarse a sus necesidades políticas. Esta vez, tales circunstancias tienen la densidad de una razón de Estado, especialmente para evitar que los negocios que Macri desarrolló durante su vida salpiquen su gestión presidencial. 

Semejante responsabilidad descansa sobre las espaldas de dos personas clave: su alter ego (y hombre de mayor confianza) Antonio Nicolás Caputo y su primo Angelo Calcaterra Macri. El primero conoce al mandatario desde los cinco años de edad y es el principal consejero político y económico de Macri. El segundo es primo de Mauricio y fue elegido desde 2007 por Franco Macri para operar las empresas que el flamante alcalde ya no podía administrar al calor de sus funciones públicas. Fuentes empresariales nacionales e internacionales confirmaron a este diario que ambos protagonistas del entorno presidencial impulsan una agresiva operación de venta de IECSA SA y Caputo Construcciones SA. Sin embargo, la velocidad de las operaciones y los nombres de los compradores revelan una serie de lazos y relaciones accionarias que distan de una venta.

Como dos desconocidos
La transferencia de bienes de Macri a Calcaterra implicó el traspaso de tres empresas: Sideco Americana, la empresa madre de la Sociedad Macri (SOCMA), de IECSA y de Creaurban, piezas clave del conglomerado perteneciente a los Macri, que pasó a ser controlado desde 2007 por el primo Angelo. Nueve años después de esa operación diseñada para proteger al flamante alcalde, la ingeniería volvió a la carga. Fuentes empresariales confirmaron a Tiempo que Calcaterra entró en la fase final de una serie de negociaciones que comenzaron el año pasado y que están a un paso de vender IECSA a Ghella SA, la constructora italiana que se hizo famosa en Argentina cuando Macri decidió entubar el arroyo Maldonado y le entregó la obra que ganó notoriedad (y también contratos), bajo el emblema de una enorme tuneladora que surcó el subsuelo hasta dar una primera solución de ingeniería a las inundaciones porteñas. Ghella SpA es la misma empresa que desde esta semana está a un paso de quedarse con el control total de IECSA y formalizar el traspaso de un bolsillo a otro, pero con la apariencia de una venta.
Ghella y Calcaterra no son desconocidos. Ambos son socios, desde hace más de un lustro en el Grupo ODS, donde Lorenzo Ghella y Angelo Calcaterra comparten los directorios del grupo y de IECSA. El vínculo entre ambas empresas no fue diseñado y tutelado sólo por Franco y Mauricio, sino también por Caputo, integrante del directorio de Caputo Construcciones SA y controlante de la mayoría accionaria de SES SA, la empresa que desarrolla obras de todo tipo para el gobierno porteño durante la gestión de Macri, y también de su sucesor Horacio Rodríguez Larreta. 
La última licitación ganada data de hace tres días, cuando el Ministerio de Educación de la Ciudad le preadjudicó el expediente 20.447.543/15 a la empresa de Nicky por 5.199.000 pesos. La perenne omnipresencia de Caputo en la relación económica que mantiene con el gobierno porteño también llega a las costas de IECSA SA y Ghella SpA, cuyos empleados reconocen la interconexión operativa con SES SA, la firma estrella de Caputo que por ahora no forma parte del plan de ventas que diseña el entorno del presidente.

La joya que no está en venta

La otra empresa, que sí está en venta y lleva el sello de Nicky, es Caputo Construcciones SA. En ella el poderoso e influyente amigo presidencial posee el 21,35% de las acciones. Una propiedad hasta ahora desconocida y que se vio obligado a reconocer esta semana ante el juez federal Claudio Bonadio, para defenderse de las acusaciones que lo vinculan con su participación, comprobada, en las operaciones del “dólar futuro”. Caputo Construcciones fue ofrecida a otro ex socio: la brasileña Oderbrecht, actualmente implicada en un caso de corrupción en tierra carioca cuyas consecuencias ya provocaron el virtual apartamiento de la presidenta Dilma Rousseff por el caso “Lava Jato”.

Hace dos semanas, el sociólogo Alejandro Gaggero reveló en la edición digital de la revista Crisis una arqueología muy incómoda para el presente de estas operaciones. En 2007, cuando el pater familiae Franco resolvió organizar la transferencia de empresas para proteger el futuro político de su hijo, el contrato de venta permitía algunas facilidades reveladoras. “Por ejemplo, el comprador podía abonar en cómodas cuotas a lo largo de siete años, aunque durante los años anteriores Sideco ya había comprado participaciones en la firma de Calcaterra, que ahora, de repente, pasaba a ser dueña del imperio. Todo hacía suponer que se trataba de una maniobra poco sutil para disimular el conflicto de intereses de Mauricio con los negocios familiares”. La matriz ha vuelto a funcionar, pero esta vez, para proteger al presidente de los posibles vínculos de su entorno con las obras públicas desarrolladas con el auspicio del Estado nacional durante los últimos ocho años, como es caso del soterramiento del Ferrocarril Sarmiento.