El Frente de Liberación Animal (ALF, por sus siglas en inglés) es «una organización de células independientes». Para formar parte alcanza con cumplir una única regla: causar el mayor daño posible a la empresa o explotador y no lastimar a humanos u otras «especies animales». Así, cualquiera puede ayudar a rescatar un cobayo de un laboratorio o escribir «carne = muerte» en el frente de una parrilla.

También hay militantes menos radicalizados. Grupos que realizan pegatinas de afiches, murales y, las más populares de todas las acciones, vigilias en mataderos con el único fin de ofrendarles un último gesto de amor a vacas o cerdos. A días del primer Encuentro Nacional de Activismo Animalista que se realiza en el país, diversas corrientes del activismo vegano se organizan y se expanden pese a los cuestionamientos y las críticas.

«Matamos más de 4000 animales por segundo en todo el mundo, sin contar los peces, que se calculan en toneladas. Esta violencia está metida en la cultura, y nosotros, como activistas por los derechos de los animales, sentimos la necesidad de difundir esta realidad. No lo hacemos por compasión, sino por un tema de justicia», explica Malena Blanco, integrante de Voicot, un proyecto que nació «porque no podemos mantenernos ajenos a la tremenda masacre de la que somos parte como sociedad».

Malena proviene del mundo de la publicidad, cuya primera lección aún resuena en su cabeza: venderle a la gente lo que no necesita. Con esa premisa, Voicot se propone lograr un «eco», es decir, llegar a la mayor cantidad posible de público a través, por ejemplo, de «irrupciones clandestinas» para rescatar animales, o escribiendo sobre una publicidad un mensaje por los derechos de los animales que cause un perjuicio económico a la empresa que pagó el anuncio. También llevan adelante investigaciones sobre mataderos u otros «centros de explotación».

«Hay varias formas de difundir nuestro mensaje, algunas son más efectivas y rápidas, otras más lentas pero quizás con llegada a más personas. Lo importante es decir que comer animales está mal. Todas las especies buscan evolucionar y sobrevivir, pero la nuestra hace toda lo contrario. La ganadería contamina más que todos los medios de transporte del mundo. En la Argentina, el 80% de la soja que se cosecha va a alimentar a ese ganado. Con los granos que se le da para engordarlo y venderlo en partes, se podría acabar el hambre del mundo. Quiere decir que a las vacas se las mata porque dan muchísimo dinero», se queja Malena.

El 12 de octubre, un grupo de activistas de ALF incendiaron una cabaña de cazadores en el sur de Francia.  Antes habían prendido fuego un matadero en el departamento de Ain, y rescatado 41 caballos de un Centro Hípico en el municipio de Sorbu Ocagnanu.

«Acá estamos muy verdes –opina Malena–. No se han hecho actos más radicalizados o violentos como en otros países. Lo que sí hubo fueron hechos esporádicos de vandalismo, como romper un vidrio o  pintar un local de McDonald’s. El único antecedente que recuerdo de ese estilo fue el de La Plata, cuando entraron a un laboratorio de la Facultad de Veterinaria para rescatar a los animales que usan para experimentación, pero terminó bastante mal: a uno de los chicos lo agarraron.»

Prejuicios

The Save Movement es un movimiento internacional cuyos activistas se congregan en la puerta de los mataderos para dar un último gesto de cariño a los animales antes de su inequívoco final. En noviembre del año pasado se realizó la primera de estas «vigilias» en la Argentina, en el matadero San Roque, de Morón. Sólo en 2018 ya se realizaron otras ocho en Mar del Plata, Rosario, Santa Fe, Mendoza, Córdoba, Tres Arroyos, Chivilcoy y Trelew.

«Son acciones abiertas para todas las personas, no hace falta ser vegano para participar, y están inspiradas en un movimiento pacífico y de amor, que pretende generar un cambio positivo en la sociedad y sensibilizar sobre la realidad en los mataderos», explica Federico Callegari, organizador del Save Movement local. Aclara que la acción no apunta a los empleados de los mataderos sino que «es en contra de la cultura nefasta de las empresas e instituciones que se enriquecen a costa del sufrimiento del animal».

«No tenemos los recursos de las grandes corporaciones –continúa– pero tenemos una escalera y pintura para comunicar nuestro mensaje. La forma en que los animales son tratados, criados y asesinados para transformarlos en productos es injusta, por eso decimos que no es un tema de sensibilidad. Para nosotros, es una causa de justicia social.»

Para Nicolás Fassi, del capítulo argentino de Anonymous for the Voiceless, una organización por los derechos animales especializada en activismo callejero nacida en Melbourne, Australia, «los grupos están demostrando mucha efectividad».

«Después de las acciones –cuenta Fassi–, la gente se va con la idea de hacerse vegana y eso lo notamos, como en toda actividad económica, en la mayor oferta de propuestas veganas que hay. Eso quiere decir que hay más demanda.»

A mayor visibilidad, más cuestionamientos. Entre los ataques recurrentes a los veganos se dice que son «extremos», o «chetos». Lo que más les llama la atención, confiesan, son los argumentos para justificar la elección carnívora. «Lo primero es la burla –dice Malena– y lo segundo es compararse con el león que se come a la cebra. Después, el tema de la nutrición: si no tomás leche te vas a morir. Pero hay justificaciones más graciosas, como que las vacas son tontas y que, si pudieran, nos comerían a nosotros.» «

Libertad a los presos

En el contexto local de la defensa de los animales, SinZoo ha adquirido relieve con su reclamo «por la libertad de los presos en zoológicos», o sea, los animales en cautiverio. «Está ampliamente demostrado que podemos vivir sanos y felices sin torturar ni matar a nuestros hermanos de otras especies. Invitamos a reflexionar acerca de nuestros hábitos de consumo y la tortura y muerte innecesarias de millones de criaturas, con quienes tenemos en común un sistema nervioso central que las capacita para experimentar emociones similares a las que sentimos los humanos», explican quienes vienen denunciando las irregularidades en el Ecoparque porteño.

Los carniceros franceses temen por su seguridad


«¡Carnicero asesino!» o «¡La carne es un asesinato!» son algunas de las consignas repetidas por los militantes «ultraveganos» que desde hace unos meses están atacando carnicerías, charcuterías y pescaderías en Francia. Ante esta situación, los comerciantes debieron pedir ayuda al Estado para «combatir estos actos de terror».

«Desde comienzos de año, 17 vitrinas de carnicerías han sido destruidas y ha habido docenas de degradaciones», enumeró ante la prensa Jean-François Guihard, presidente de la confederación francesa que agrupa a los carniceros.


Entre los movimientos y asociaciones que se atribuyeron estos ataques a favor del veganismo figuran L214, 269 Life France y Boucherie Abolition.


Ante estos hechos, los carniceros franceses han pedido protección policial al gobierno, afirmando que su seguridad está amenazada y que los «ultraveganos» tratan de imponer al país su estilo de vida libre de proteínas animales.


En una carta dirigida al ministro del Interior, la confederación señaló que «los activistas atacan los comercios con sangre falsa y pintan grafitis en las fachadas». Además, remarcó que el aumento de la cobertura mediática en torno a esta veta militante del veganismo «está amenazando la seguridad de los carniceros».


El documento aseguró que a los 18 mil carniceros de Francia «les preocupan las consecuencias de la excesiva publicidad mediática en torno al estilo de vida vegano» y pide el apoyo de las autoridades «para poder frenar lo antes posible la violencia física, verbal y moral» que sufren de parte de estos grupos radicalizados.

Tracción a sangre

Desde hace varios años, distintos grupos vienen manifestándose en contra de la «tracción a sangre», apuntando principalmente contra los cartoneros. Este año el tema explotó en Quilmes, luego de una protesta de cartoneros frente a la Municipalidad denunciando la persecución y la connivencia entre la policía local y las asociaciones protectoras de animales. Una de las instituciones que se pronunció fue Caballos de Quilmes, cuya vocal, Eugenia Suárez, pretendió explicar la mecánica: «La policía para el carro, mayormente por mal estado del animal, trasladan a la comisaría de la zona al carro, al caballo y al carrero, y los ponen a disposición de la fiscalía de turno. Esta pide un informe veterinario y con eso decide qué hacer con el caballo, el cual es generalmente entregado a cualquier miembro de nuestra organización en carácter de depositario judicial».

Suárez también opinó que «la mayor parte de los equinos que tiran de un carro son obtenidos de modo ilegal y permiten el trabajo infantil, el robo de autopartes y el reparto de estupefacientes, y muchos de ellos utilizan el carro como medio para el hurto en las casas de los vecinos de Quilmes».

Juan Grabois, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), fue quien contestó en representación de los cartoneros: dijo que «no sabe a qué se refieren con maltrato animal» ni «por qué la policía montada y los certámenes de turf pueden utilizar equinos de manera sumamente abusiva» mientras los compañeros perseguidos «no dopan a los caballos» sino que «los aman, los cuidan», porque los necesitan para trabajar.