Cientos de voluntarios de la organización civil Cascos Blancos sirios cada día arriesgan su vida para salvar a personas inocentes de la nueva ofensiva contra Alepo, la segunda ciudad más importante de ese país. Los bombardeos perpetrados por los gobiernos de Bashar Al-Assad y su aliado Vladimir Putin tienen como objetivo recuperar los barrios controlados por los rebeldes. El enviado de la ONU, Staffan de Mistura, alertó que antes de fin de año Alepo podría quedar destruida en su totalidad.

El Consejo de Seguridad, por su parte, no logra consensos tras los vetos de Rusia a las iniciativas para el cese del fuego y el raid aéreo. Los ataques violan numerosos acuerdos internacionales y de derecho humanitario incluidos en los Convenios de Ginebra.

Unos 3000 estudiantes, comerciantes, obreros, profesores y ex soldados desarmados se unieron a los Cascos Blancos bajo un lema que defienden a capa y espada: “Salvar una vida es salvar a toda la humanidad”. Esparcidos en los barrios rebeldes que son hoy un campo de batalla, estos rescatistas asisten a cientos de personas que quedan bajo los escombros tras los bombardeos. Las imágenes de su labor pueden verse no sólo en los medios sino también en un documental que lleva su nombre estrenado en septiembre en Netflix. Impactantes y reales escenas de la catástrofe que involucra a miles de civiles inocentes dan la vuelta al mundo e indignan a millones de ciudadanos que rechazan la guerra en Siria pero que nada pueden hacer ante un complejo conflicto que involucra a terroristas, el Ejército sirio, rebeldes armados y potencias extranjeras.

Favoritos a llevarse el premio Nobel de la Paz que finalmente ganó Juan Manuel Santos, los Cascos Blancos denuncian la utilización de armas prohibidas por el Consejo de Seguridad y la específica Convención sobre Municiones de Racimo celebrada en 2008. Estos misiles son lanzados desde aviones de combate y su característica más dañina es, según define la ONU, la “falta de capacidad de detección de objetivos autónomos y la existencia de un elevado número de peligrosos artefactos sin explotar que suponen serias amenazas humanitarias después de su uso”. Es decir, arrojados sobre poblaciones civiles, estas municiones constituyen un riesgo real sobre la vida humana.

Tampoco se respetan los Convenios de Ginebra, tratados internacionales cuyas normas regulan los usos y formas en tiempos de guerra, como velar por la protección de aquellos que no participan en las hostilidades. Precisamente, uno de estos pactos hace foco en los civiles y establece, entre otras cosas, que “en ninguna circunstancia podrán ser objeto de ataque los heridos y enfermos”. La destrucción de hospitales y centros de acogida dan cuenta de que la piedra angular del derecho internacional humanitario es ignorada y violada en esta contienda.

En el plano político, Rusia es la primera acusada de realizar estos ataques indiscriminados junto a las fuerzas de Al-Assad. EE UU, que nunca firmó el Estatuto de la Corte Penal Internacional, paradójicamente pide que el gobierno de Putin sea investigado por crímenes de guerra. Por su parte, en el Consejo de Seguridad esta semana Rusia vetó nuevamente un proyecto de resolución pedido por Francia donde se buscaba poner fin al raid aéreo sobre Alepo. Hollande, Obama, Cameron (ahora Theresa May) y otros mandatarios involucrados en el inicio y el desarrollo de la contienda pegan el grito en el cielo ante los obstáculos que ahora ponen los rusos como si fuesen los únicos con intereses en Siria. En medio de este juego de poder, unas 450 mil personas perdieron la vida desde los inicios de las hostilidades en 2011 y más de cuatro millones huyeron de sus tierras. «

Más de 60 mil vidas salvadas

La Defensa Civil Siria, llamada Cascos Blancos (existe un organismo argentino con el mismo nombre y similar función), cuenta con alrededor de 3000 voluntarios esparcidos en Siria y trabajan, desarmados, en uno de los lugares más peligrosos del planeta, según ellos mismos definen. Afirman haber salvado unas 62 mil vidas desde su creación como rescatistas en 2013 tras recibir entrenamiento en primeros auxilios y catástrofes. En ese lapso, murieron 141 Cascos Blancos.

Aseguran que ellos son neutrales en el conflicto bélico y que ayudan a quien lo necesite sin importar su ideología o religión bajo el lema “humanidad, solidaridad e imparcialidad”. Principalmente desempeñan sus tareas en áreas no controladas por el gobierno sirio, como los barrios rebeldes de Alepo, donde actualmente se trabajan unos 150 voluntarios.

La organización civil opera sin fines de lucro y se financia a través de donaciones particulares. Luego de no obtener el premio Nobel de la Paz lanzaron una campaña para recaudar el monto que ese galardón les hubiera dado, un millón de dólares. Sin embargo, hay dudas sobre sus intereses ya que el principal ingreso que han obtenido provino de sectores políticos de Estados Unidos y Gran Bretaña.