Hace tiempo que la cuestión de la vivienda es uno de los ejes de la agenda de muchos gobiernos en el mundo. Las dificultades para acceder a la vivienda propia o los exorbitantes precios de los alquileres se fueron convirtiendo en un drama que atraviesa a numerosas ciudades.

En nuestro caso, como habitantes de la Ciudad con el mayor presupuesto per cápita de la Argentina, sufrimos la escasez de recursos para el acceso a créditos, la falta de regulación del precio de los alquileres, del precio del metro cuadrado y  la falta de creación de viviendas sociales.

A diferencia de lo que sucede en otros lugares del mundo, por ejemplo Finlandia, que desde hace 10 años el estado finlandés otorga a través del exitoso programa Housing First a las personas en situación de calle apartamentos estables, sin mayores condicionamientos, y con acompañamiento posterior de trabajadores sociales para ayudarles a resolver sus vidas en temas como la adicción a sustancias y el desempleo. Este programa pone a la vivienda como eje central en la recomposición de la vida de una persona. No la impone como moneda de cambio ni premio al buen comportamiento, sino que se centra en la reducción de daños, en la inclusión comunitaria y en la libertad para la toma de decisiones, partiendo del techo como un derecho básico. 

Helsinki, la capital Finlandesa, tiene 60 mil unidades de vivienda social. Uno de cada siete residentes vive en una vivienda propiedad del Ayuntamiento, que también posee el 70% de los terrenos dentro de los límites de la ciudad, opera su propia empresa constructora y ahora tiene el objetivo de construir 7.000 nuevas viviendas cada año.

Horacio Rodríguez Larreta no sólo no ha puesto en marcha ninguna política a favor del acceso a la vivienda digna en la Ciudad de Buenos Aires, sino que aceleró un proceso de desprendimiento de tierras y edificios públicos.

El 17 de septiembre pasado, la organización y la solidaridad de lxs vecinos organizados logró frenar el intento de desalojo de la Casa Santa Cruz, en Parque Patricios, donde viven más de 100 familias y 131 niños y niñas.. Es importante conocer las historias que hay detrás del remate de inmuebles de la ciudad, porque con ellos se está rematando la posibilidad de cientos de familias de tener un techo y futuro. 

En el año 2002, luego del estallido de la crisis, este edificio -que supo ser sede del complejo fabril “SELSA” inaugurado en 1947 y que empleó a cientos de trabajadores hasta su cierre -quiebra mediante- en la década de los 90- comenzó a ser ocupado por familias que no tenían techo. En 2010, los habitantes participaron de una subasta pública para intentar comprar el edificio, pero quien la acabó obteniendo fue el empresario Leonardo Ratuschny, que adquirió el inmueble y solicitó el desalojo de las personas que habitan allí. No es la primera vez que Ratuschny compra edificios ocupados: el último fue el Hotel Panamá, donde desalojaron a 23 familias.

Ratuschny tiene una larga trayectoria de negocios inmobiliarios con antecedentes de cuestionamientos de organismos de control de la ciudad, y una amplia experiencia en juicios de desalojo de familias alojadas en sus propiedades, que funcionan como hoteles de transito para personas sin techo, a través de convenio con el Gobierno de la Ciudad.

En este caso, la resistencia de las 106 familias que viven en el edificio de Santa Cruz 140, en el barrio de Parque Patricios, junto a las organizaciones sociales, políticas y barriales que realizaron una vigilia, frenó el desalojo que estaba previsto para ese miércoles que, de hacerse efectivo, hubiera dejado en la calle a 350 personas, 131 de ellas niñas, niños y adolescentes.

Cual era el destino que este empresario quiere darle al inmueble? El de departamentos de alquiler temporario tipo Airb&b. Este modelo de alquiler que en la Ciudad está desregulado y cotiza en dólares empuja hacia arriba los precios de los alquileres. 

Se calcula que en 2014 hubo 5000 personas desalojadas. Este es uno de los aspectos menos conocidos del proceso de expulsión de población de la Ciudad y de encarecimiento del costo de los alquileres.

El gobierno de la Ciudad tiene muchas herramientas para abordar la problemática de la vivienda, como lo hace París, Barcelona, Berlín o Helsinki. Pero no, hace todo lo contrario. Mientras la vivienda propia se vuelve imposible, y alquilar una odisea, lamentablemente mucha gente está obligada a dormir en la calle. Si, en la Ciudad más rica de Argentina.

No es falta de recursos, es un tema de sensibilidad y prioridades.