El 7 de febrero de 1812 nacía Charles Dickens, uno de los mayores exponentes de la literatura inglesa del siglo XIX y, sobre todo, un hombre que escribió al dictado de los problemas sociales de su época. El haberse transformado en un clásico es, a la vez, un acto de justicia y una forma de “archivarlo” como un autor del pasado cuyo nombre se conoce mucho más que su obra.

Unos breves datos de su biografía permiten explicar por qué su literatura tuvo un trasfondo social tan intenso. Nacido en Portsmouth, Reino Unido, a los 10 años se trasladó con su familia a Londres en busca de mejores horizontes económicos. Pero dos años más tarde, su padre es encarcelado por deudas. Es así como a los doce años Charles comienza a trabajar en una fábrica de calzado para hacer frente al hambre de su familia.  En ese establecimiento, que no era la excepción, las jornadas duraban 10 horas extenuantes.

La necesidad fue su escuela y, consecuente con su propia infancia de chico pobre, se comprometió con la causa de los niños explotados en la Inglaterra en la que florecía la Revolución Industrial y las fábricas reclutaban menores sin ningún tipo de escrúpulos.

Muy pronto, sin embargo, en 1827, comenzó a vivir de lo que escribía, aunque sus textos no fueran precisamente literarios, sino crónicas parlamentarias, ya que entró en un estudio de abogados. Poco después utilizó  un seudónimo para escribir algunos Esbozos (así llamó a sus notas) sobre el Londres de su época.

Su frecuentación con los periódicos hizo que conociera a la hija del director del Morning Chronicle, Catherine Hogarth, y se casara con ella. Fue en ese medio donde entre 1836 y 1837, escribió y publicó Los papeles póstumos del Club Pickwick, y los posteriores Oliver Twist y Nicholas Nickleby.

Aunque hoy es una práctica olvidada, en ese momento era muy popular la publicación por entregas, una modalidad que lograba atraer la atención del público que, seducido por una historia, compraba el periódico para saber su continuación y su final. Con esta modalidad publicó muchas de sus novelas y se convirtió en un escritor muy popular no sólo porque cosechó una gran cantidad de lectores, sino también porque lo hizo hablando de temas estrictamente actuales en su época.

Su fama fue creciendo no sólo en Inglaterra, sino también en los Estados Unidos, país al que viajó en 1942. Además de escribir, fundó dos medios gráficos, el periódico Daily News, que tuvo una vida breve, y en 1949, el semanario Houseol Words. Allí escribió La casa desolada y Tiempos difíciles, novelas a las que se considera entre lo mejor de su producción. Como escritor de ficción escribió unas 15 novelas largas, diversas novelas cortas y cientos de historias breves. A esto deben sumarse poemas, incursiones en la dramturgia y sus artículos periodísticos.

Fue prolífico como escritor y como padre, ya que tuvo diez hijos. Sin embargo, eso no evitó que tuviera relaciones extramatrimoniales, una de las cuales culminó en escándalo como el romance que mantuvo con Ellen Teman, una actriz joven.

El chico pobre que se dedicó a denunciar las injusticias sociales, se convirtió en un escritor tan reconocido que excedió las fronteras de su país y fue recibido por la Reina Victoria I de Inglaterra.  Murió el 9 de junio de 1870, luego de haber vivido una vida intensa.

La trascendencia de un escritor se mide por la fidelidad de los lectores, pero también por el reconocimiento de sus pares. En este último sentido, Dickens ha sido admirado no sólo por los colegas contemporáneos a él, sino por los que le sucedieron hasta hoy.

El poeta portugués Fernando Pessoa, famoso por la cantidad de heterónimos o voces diferentes que constituyen su obra, tuvo un estrecho contacto con la lengua inglesa a través de su escolarización y se convirtió así en un gran admirador de Dickens.  “Mr. Pickwick –dice Pessoa- pertenece, sin duda, a las figuras sagradas de la historia mundial. No se pretenda, por favor, que nunca existió: lo mismo le sucede a la mayoría de las figuras sagradas, y aun así, han sido vívidas presencias de consuelo para un número considerable de desgraciados. Digamos, si un místico puede afirmar su personal cercanía y clara visión de Cristo, cualquier hombre puede, entonces, afirmar su visión clara y cercanía personal con Mr. Pickwick.” Y agrega: “Leer a Dickens es obtener una visión mística— pero, a pesar de que él insista que se trata de una visión cristiana, no tiene nada que ver con una visión cristiana del mundo. Es una renovación del viejo festival pagano, la antigua alegría Báquica en el mundo que sigue siendo nuestro, aunque transitoriamente, por la coexistencia y plenitud del hombre en la comunión del bien como parte de la humanidad perenne.”

Javier Marías, un enorme escritor español y un excelente traductor de inglés, recomienda Casa desolada y dice: “Sus novelas nunca han pasado de moda, con su enorme capacidad inventiva, sus personajes hipnotizado­res y sus tramas complejas: a punto de incurrir constantemente en la inverosimili­tud, jamás cae en ella. Si alguien desea una obra más corta, recomiendo Historia de dos ciudades “.

El escritor argentino Rodrigo Fresán explica refiriéndose a Cuento de Navidad que Dickens “reinventó la Navidad tal cual la conocemos ahora; antes era una fecha que no tenía la importancia simbólica que ahora tiene”. (Su relato navideño) tiene algo de terrorífico y fantasmagórico, con este asunto de las navidades pasadas y la reflexión del final del año sobre lo que cada quien hizo o pudo haber hecho. En ese sentido, el relato es formidable, pues reúne todos esos temores, que son muy comunes de esta época del cambio de año”.

Otro gran escritor español, Antonio Muñoz Molina, lo cita en el diario El país en la nota Mis doce libros imprescindibles: Los papeles privados del Club Pickwick, de Charles Dickens: “La risa cervantina trasladada a Inglaterra. El despliegue glorioso, a los veintitantos años, del talento de Dickens. Una fiesta.”

Uno de los mejores conocedores de su obra, el escritor ruso y estudioso de la literatura Vladimir Nabokov, expuso de este modo su admiración y su preferencia por una de una de sus novelas: “Todo lo que tenemos que hacer al leer Casa desolada es relajarnos y dejar que sea nuestra espina dorsal la que domine. Aunque leamos con la mente, el centro de la fruición artística se encuentra entre nuestros omóplatos. Ese pequeño estremecimiento es con toda seguridad la forma más elevada de emoción que la humanidad experimenta cuando alcanza el arte puro y la ciencia pura. Rindamos culto a la médula espinal y a su hormigueo. Enorgullezcámonos de ser vertebrados, pues somos unos vertebrados en cuya cabeza se posa la llama divina. El cerebro no es más que la prolongación de la médula pero el pabilo recorre toda la vela de arriba abajo. Si no somos capaces de experimentar ese estremecimiento, si no podemos gozar de la literatura, entonces dejemos todo esto y limitémonos a la televisión y a la novela de la semana. Pero creo que Dickens demostrará ser más fuerte”.

A más de dos siglos de su muerte, Dickens sigue teniendo algo que decir y por esta razón es un clásico, de acuerdo a la definición de Ítalo Calvino: “Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.” Por eso, sus escritos pueden ser leídos por las generaciones sucesivas no como piezas arqueológicas, sino como textos de actualidad que fueron escritos en el pasado.