El durísimo cruce retórico entre el presidente electo de Estados Unidos, quien se muda a la Casa Blanca este viernes, y voceros de Beijing se elevó a claves militares e inquietó al mundo. Ese escenario (tanto como el hecho de que hoy sea por primera vez un líder chino quien inaugure el encuentro top del capitalismo mundial) refuerza la idea de un planeta en transición hegemónica.

“En Asia, alrededor de las fronteras de China, los estados seguían aun en proceso de formación. Surgía el reto de formar instituciones y consenso político partiendo de las divisiones étnicas y religiosas. Se trataba de una tarea más conceptual que militar”.

Esto escribió en On China (2011) el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger, artífice clave del deshielo sino-estadounidense en 1971. Pero lo notable es que se refería a lo que sucedía en la temprana posguerra, en los años ‘50.

Ahora que muchos de esos estados ya se formaron y China busca consolidar una mayor integración económica y social tierra adentro hacia su occidente para garantizarse paz y desarrollo (con proyectos como la Nueva Ruta de la Seda o el Banco Asiático de Inversiones e Infraestructura), y para no depender tanto de las rutas marítimas orientales que necesita para su suministro y que desde el desenlace de la XX Guerra Mundial tienen fuerte presencia militar de EE UU, justo ahora, el equipo de Donald Trump viene a calentar el ambiente con declaraciones belicistas sobre el Mar Meridional de China.

Ya no sólo se trata de haber hablado telefónicamente, por primera vez en casi medio siglo un líder estadounidense (si bien aún no en funciones), con la presidenta de Taiwán a principios de diciembre, mojándole la oreja a la política de Beijing de “una sola China”, y de haber este fin de semana insistido con ese acercamiento, sino de que el designado secretario de Estado Rex Tillerson (cuya trayectoria no tiene nada que ver con la diplomacia sino con los intereses de la petrolera Exxon) opinó que China avanzaba “ilegalmente” sobre el Mar del Sur de China y generaba inestabilidad en el área. Incluso lo comparaba con la anexión rusa de Crimea, y amenazó con una respuesta militar. Desde luego, tanto la prensa oficial como la Cancillería chinas contestaron con dureza y en los mismos términos, inclusive blandiendo, en el caso del diario Global Times, la cuestión nuclear.

“China –dijo a Dang Dai para esta nota el sinólogo Jorge Malena, director de la carrera Estudios sobre China Contemporánea de la Universidad del Salvador e integrante del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales– “está comprometida en la construcción de ‘poder nacional integral’, el cual abarca la unidad territorial, el crecimiento económico y la estabilidad interna. Por ese motivo, Beijing difícilmente renunciará a la Realpolitik. A ello se suma la estrategia naval de ‘defensa avanzada’, abrazada por China, que contempla asegurar las rutas de tránsito marítimo. En este contexto, la presencia naval en el Mar del Sur de la China se convirtió en pilar de la mencionada estrategia.”

En efecto Beijing viene trabajando sus ideas de reformas graduales, sin conflicto, “mundo armonioso”, gobernanza global y “coexistencia pacífica”, tomando ejes arraigados largemente en el país asiático desde Confucio hasta Zhou Enlai, y acentuados desde los albores de esta etapa de transición global. Por ejemplo desde 2005, cuando en una artículo para Foreign Affairs el influyente político Zheng Bijian escribió que su país, en su ascenso, debía darse una estrategia para trascender los medios tradicionales de que disponen las grandes potencias para despuntar, es decir, no la expansiva y militar.

Malena señaló que “el establishment republicano (el partido de Trump) percibe que el surgimiento de China repetirá lo sucedido con Prusia a partir de 1870. En consecuencia, la postura a adoptar por Washington (desde esa perspectiva) debe ser la contención, tal como se implementó con la URSS durante la mayoría de los 45 años de la Guerra Fría”.

También en el libro citado al principio, Kissinger alude al informe Crowe (por Eyre Crowe, un funcionario de la cancillería británica en tiempos del primer ministro Benjamin Disraeli, a fines del siglo XIX), que refería la forma bélica en que debería atenderse la unificación de Prusia y el ascenso germano.

¿Puede –se pregunta el analista estadounidense– la confianza estratégica sustituir un sistema de amenaza estratégica? Ello, considerando que está en la base del concepto de soberanía el derecho a tomar decisiones no sujetas a otras autoridades.

Según Kissinger (algunos trascendidos dicen a estas horas que estaría sugiriendo a Trump acercarse a Rusia para balancear poder con la re-emergente China, que por cierto tiene con Moscú cada vez más acuerdos de cooperación) la “tensión estratégica actual” viene obedeciendo en la última década al temor de China de que los estadounidenses quieran controlar a su país, y hace diez años, al escribir su texto, sugirió como salida el fortalecimiento de una Comunidad del Pacífico, con un rol tanto para EE UU como para China, así como la Comunidad del Atlántico garantizó cierta paz luego de las conflagraciones mundiales del siglo XX.

Para Malena, ahora “somos testigos de un proceso de degradación del lazo sino-estadounidense, que fue generado por las declaraciones amenazadoras y conductas improcedentes del presidente electo de EE UU y su equipo, las que tuvieron como respuesta pronunciamientos y acciones cada vez menos moderados del gobierno de China y su prensa oficial”.

Otros analistas locales opinaron lo siguiente. Según Eduardo Oviedo, del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario, “el Mar del Sur de China es el punto de equilibrio de las relaciones entre China y Estados Unidos. Es el tablero donde ambos países miden sus fuerzas y se plasma la creciente rivalidad geoestratégica regional”. Y más volcado a la posibilidad de una guerra comercial (otra variante del conflicto, menos tumultuosa pero también de consecuencias inciertas), el académico del Conicet y la Universidad Nacional de Tres de Febrero Sergio Cesarín sostuvo que “en ninguna guerra hay un ganador. La pérdida sería para todos los actores porque habría un efecto de transmisión en la economía internacional. La crisis de 2008 fue global, y si sucede esto sería muy desastroso para todos. Para EE UU sería muy perjudicial. China ralentizaría su crecimiento. Hace al menos 15 años, los chinos elaboran escenarios de mayor endurecimiento del proteccionsimo comercial mundial”.

En opinión de Malena, “2008 marcó la transición del sistema internacional de la pos Guerra Fría hacia un orden centrado en Asia. Ello se evidenció en la crisis financiera originada en Occidente, el afianzamiento del crecimiento en las economías de China, India y Rusia, el mensaje de esplendor que China reflejó con los Juegos Olímpicos, y la cumbre del G-20 en Washington (que evidenció la actualidad del fenómeno del multipolarismo)”.

Pero, dijo, “las acciones y declaraciones de Trump y su equipo no se pueden achacar a la escasa experiencia diplomática. La plataforma política del Partido Republicano del año 2016 había dado claras señales del posicionamiento de su dirigencia con respecto al tema de Taiwán, apoyando a la isla en sus reclamos y “derecho de defensa”.

“Ante el estado agravado de la relación sino-estadounidense –añadió el catedrático de la USAL–, gran parte de la opinión pública desea que tras la asunción de Trump tenga lugar una etapa más pragmática donde prevalezca la búsqueda de compromisos entre Washington y Beijing”, pero “difícilmente se aplaque la tendencia hacia la contención luego de la asunción de Trump debido a que el Partido Republicano observa que China por primera vez en su historia ha logrado proyectar su presencia política, económica y militar, haciendo pie en el Sudeste Asiático, el subcontinente indio, Asia Central, Medio Oriente, Europa, África y América Latina”.

Justamente en nuestra región, puntualmente en Argentina, este escenario tiene sus derivaciones y con un giro en el actual gobierno, por ejemplo en las idas y vueltas con la continuidad de la asociación estratégica integral con China iniciada por el gobierno anterior, la reanudación de acuerdos militares con EE UU o los tropiezos también observados en la cuestión Malvinas (cuya causa apoya Beijing) por parte de la administración de Mauricio Macri.

Faltan horas para que Trump ocupe el Salón Oval y, como señala Malena, debería prevalecer la conciliación y el compromiso, dadas la interdependencia económica entre ambas potencias, el cada vez menor disparidad en poderío militar entre ambos actores y las múltiples áreas de interés común en temas internacionales. Así, dijo, “sería posible cristalizar una aguda definición de la exsecretaria de Estado Hillary Clinton (derrotada por Trump en las últimas elecciones): ‘Nuestras dos naciones tratan de hacer algo que nunca fue hecho en la historia: escribir una nueva respuesta a la pregunta sobre qué sucede cuando se encuentran una potencia establecida y una potencia en ascenso’”.

*Publicado en la revista Dang Dai