Entre las múltiples cualidades que tiene Christian Kupchik figura su capacidad para transformar la burocrática escritura de un curriculum –el suyo– en un género literario fascinante.

Nació en Buenos Aires, pero su espíritu nómade lo llevó a vivir en París, Barcelona, Estocolmo y Montevideo. Apasionado de los viajes, nunca permitió que el turista, aquél que viaja para comprobar que realmente existe el lugar que vio en los folletos, desplazara en él al viajero, aquél que viaja sin red, sin otra guía que el asombro. Hace unos meses volvió de Vietnam y todavía una parte de él está allí.

Estudió Psicología en la Universidad de Buenos Aires y también en París V (Vincennes). Más tarde estudió Filología nórdica en la Universidad de Estocolmo.

Publicó poesía, relatos y ensayos. Hace las mejores entrevistas del mundo como bien lo demuestra las que compiló en Todos estos años de gente. Encuentros con escritores notables. Tradujo, entre otros autores, a Tomas Tranströmer, Premio Nobel de Literatura 2011.

Como no podía ser de otro modo, es especialista en literatura de viajes y escribe prólogos tan increíbles que hacen que uno recuerde más el prólogo que el libro prologado.

Le gustan las estampillas que Donald Evans pintaba a mano a través de las cuales fundaba países que sólo existían en sus sellos postales.

Es coeditor junto con Salvador Gargiulo de Siwa, una increíble revista-libro de literatura geográfica con una estética del siglo XIX. “Con Salvador siempre decimos –acota– que ser anacrónico es una forma estar a la vanguardia.”

También fundó una editorial, Leteo, en los momentos más críticos de la Argentina. Entre sus últimos libros publicados por el sello figura 35 sonetos ingleses de Fernando Pessoa, un texto casi desconocido del poeta portugués escrito en un inglés isabelino, una joya rara.

-¿Cómo fue fundar una editorial en 2016, luego de que el macrismo asumió el gobierno y el país comenzaba a vivir tiempos durísimo?

-Creo que la fundación de Leteo tuvo que ver precisamente con eso, con el momento sumamente complicado que atravesaba el país y era difícil ver lo que nos señalaba nuestra vicepresidenta, una luz al final del túnel. En ese momento no había luces ni en el final, ni en el medio, ni tampoco en tu casa. Sólo había tenido un intento editorial anterior, que fue cuando con Américo Cristófalo fundamos Paradiso, un sello que todavía continúa y que yo dejé cuando me fui a vivir a Montevideo. Siempre me interesó la tarea editorial. En la Argentina contamos con una riquísima tradición de editores. Por suerte, tuve la oportunidad de colaborar en los últimos tiempos de su vida con uno de los que más admiro en el mundo editorial: Boris Spivakov. Pero si nos remontamos más atrás vamos a ver, por ejemplo a Jacobo Muchnik de Fabril. Siempre me gustó el trabajo de hacer públicas ciertas perlas, de hacer una suerte de arqueología literaria. Cuando comencé Leteo junto a Jorge Consiglio el proyecto estaba muy acotado a la realidad del momento. Al principio distribuíamos nosotros mismos los libros. Luego, la propia dinámica de los libros nos llevó a dar un salto para que llegaran a un arco le lectores más grande. Jorge me planteó que eso exigía una mayor inversión de tiempo, de dinero, lo que es verdad, y que él quería seguir dedicado a su propia literatura, de modo que continué solo, somos tan amigos como siempre y el continúa siendo una parte vital de Leteo.  Yo asumí un riesgo muy grande que tuve que consensuar con mi familia. Para mí editar es una forma de resistencia a la estupidez que nos rodeaba, a la falta de una sensibilidad social. Levanto las banderas de los viejos valores de los republicanos españoles que aquí fundaron un sello como Losada. Cada proyecto de libro me ayudó a pasar los años del macrismo, aunque no desde lo económico. Para mí significó seguir pelendo por un mundo más justo a partir de reproducir la belleza que otros han escrito. Nuestro propósito era rescatar libros que no solo tuvieran que ver con nuestros gustos estéticos y literarios sino que fueran lo que otro gran editor italiano, Roberto Calasso, llama “libros únicos”.

-¿Qué es un libro único?

-Un libro a cuyo autor le ha pasado algo y ese algo misterioso el editor quiere que también le suceda al lector. Es algo místico, un poco secreto. Además, en el libro único no solo es importante el contenido, sino también el continente. Es importante la calidad de las traducciones y el material literario que pueda enriquecer y darle a esa obra otra perspectiva. Al principio hicimos ediciones muy chiquitas pero muy cuidadas. En un momento en que para las autoridades culturales la cultura era un mal menor y todo era una especie de fastfood, queríamos plantear el desafío de volver a la vieja tradición de los libros ilustrados, libros que exijan tiempo y reflexión.

35 sonetos ingleses de Fernando Pessoa es un libro único por antonomasia. Se trata de poemas escritos en un inglés de la época isabelina casi desconocidos en español. ¿No es así?

-Sí, Pessoa los publica originalmente en 1918 en Lisboa, en una edición muy chiquita que no incluía la totalidad de los poemas, sino unos 20 y luego publicó el resto y también Antinous que es otro de los títulos que escribió en inglés. Pessoa creció en Durban, Sudáfrica, y toda su escolarización fue en inglés. Se aficionó muchísimos a los llamados metaphysical poets, poetas metafísicos. Los sonetos eran una rareza cuando los publicó en Lisboa porque estaban escritos en un inglés isabelino, un inglés que no se hablaba hacía cinco siglos. Incluso cuando manda algunos pocos ejemplares a Londres, los propios británicos no podían creer que existiera un portugués desconocido que escribía en la lengua de Shakespeare respetando el ritmo y la métrica, como si los poemas hubieran sido escritos en el siglo XVI o XVII.

-¿Y cómo llegan a vos estos sonetos?

-Los descubrí en un viaje que hice a Portugal hace mucho tiempo atrás y quedé absolutamente fascinado. Pessoa los publicó en inglés y jamás los tradujo al portugués, idioma en el que fueron publicados por primera vez a título póstumo por un grupo de amigos de Pessoa en 1954. Creo que en esa oportunidad solo fueron publicados 14 y no se respetó ni la rima ni la métrica. La primera traducción que intenta adaptar la lengua isabelina al portugués es de 1974. Es decir que pasan unos 60 años hasta que esos poemas logran ser traducidos al portugués. De él conocemos sus heterónimos, pero estos poemas son una rareza.

-También tuvo un heterónimo inglés, ¿no es así?

-Sí, Alexander Search. De hecho, cuando regresa a Lisboa desde Sudáfrica se hace una tarjeta con el nombre de ese heterónimo. Durante mucho tiempo quise concretar el proyecto de hacer una traducción de esos sonetos ingleses porque, más allá de la curiosidad de que hayan sido escritos en esa lengua y respeten la normativa de la poesía isabelina, son muy buenos poemas. Tienen fuerza, densidad, profundidad y rescatan el espíritu metafísico de la época que Pessoa no tuvo nunca en su poesía ni en la de sus heterónimos. Yo mismo hice algunos intentos de traducción de esos sonetos en los que fracasé estrepitosamente. Hasta que, hace unos años en un congreso un amigo español de la Universidad de Sevilla, José Manuel Camacho, me cuenta que conoce a un señor que estaba trabajando en la traducción de estos poemas. Cuando Leteo fue una realidad, quise armar una colección de poesía en la que el primer título fuera este libro de Pessoa. Le escribí a Camacho y le pedí la dirección de este señor que me había mencionado, Esteban Torre. Lo contacté sin saber nada de él y me contestó que estaría encantado de publicar su traducción. La única condición que me puso es que la edición fuera bilingüe, con el poema en su lengua original y la traducción al español, cosa en la que yo ya había pensado. Torre nació en 1934, es decir que es una persona bastante mayor. Es un médico cirujano especializado en la métrica de la poesía española y ha ganado diversos premios por sus trabajos sobre el tema. Además de traducir la obra, hizo el prólogo del libro. No me alcanzan las palabras de agradecimiento hacia a él porque le dedicó a esto buena parte de su vida. Además, me di el gusto de complementar el libro con datos accesorios. Por ejemplo, hay varios apéndices: está presente la teoría de Pessoa sobre los heterónimos; testimonios referidos a Pessoa, desde el de Albino, el camarero que lo atendía en el bar A brasileira do Chiado, hasta el de Octavio Paz o Antonio Tabucchi; una cronología que abarca toda su vida y que, además, está profusamente ilustrada con imágenes poco conocidas; un mapa de Lisboa que marca todos los lugares en que Pessoa estuvo presente. Creo que todos estos elementos enriquecen la obra y ayudan a darle otra perspectiva. Eso es lo que intento hacer en cada libro desde nuestro primer rescate que es un librito de aforismos sobre arte y poesía de Jean Cocteau que para sorpresa de todos se transformó en nuestro pequeño bestseller.

También apareció otro libro de Pedro Rey, Trieste. Un cuento.

-Sí, Pedro tiene un gran proyecto que llamó un poco caprichosamente La lira argentina. Cada uno de sus cuentos puede leerse de manera independiente, pero guardan una coherencia entre sí. El primer libro, Katsikas, contaba con cinco cuentos, y este que está compuesto por uno solo, que es casi una nouvelle. Me estimula mucho ir publicando este proyecto porque me parece que aporta nuevos discursos. Como editor me gusta correr el eje de los que se supone que hay que escribir y leer hoy en día.

-¿Y qué se supone que hay que escribir y leer hoy?

-Creo que todavía hay un resto de literatura del yo y también una suerte de realismo sucio.

 -¿Leteo vaa a sacar algún otro título este año?

-Sí, una novela desconocida en castellano de Raymond Queneau que va a tener un prólogo y un posfacio de reconocidas figuras del medio y una entrevista que le hizo Marguerite Duras en 1959 cuando él publica Zazie en el metro y vamos a cerrar el libro, si conseguimos los derechos, con una nota corta pero maravillosa, una especie de perfil de Queneau hecho por un personaje absolutamente inesperado: Juan Gelman. Me parece que ofrecer estas cosas es poner el libro en otro lugar, darle otro espacio.  «