Este sábado Ricardo Mollo (voz y guitarra), Diego Arnedo (bajo) y Catriel Ciavarella (batería) festejaron los 30 años de Divididos ante un Hipódromo de Palermo repleto. Fueron más de dos horas y media de show, que incluyeron casi treinta temas, invitados especiales y una producción de primer nivel. A veces la cotidianeidad esconde lo más importante: Divididos es una de las bandas más personales y consistentes de la historia del rock argentino. La originalidad de su sonido los hace reconocibles al instante y, al mismo tiempo, los transformó en inimitables. Los Danger Four de Divididos nunca existieron por múltiples motivos, entre ellos las capacidades instrumentales de los implicados y el personalísimo universo que supieron construir.

A continuación, cinco claves para entender de qué se trató el festejo de Divididos por sus 30 años.

Las canciones: En estas tres décadas de vida, Divididos acumuló una gran cantidad de composiciones que le permiten armar múltiples listas de temas de probada efectividad. Los festejos en el Hipódromo de Palermo incluyeron un repaso por buena parte de la carrera de la banda, aunque con llamativos salteos: no tocaron nada de “Gol de mujer” (1998) y “Otroletravaladna” (1995). Más allá de esas omisiones, el show fue potente, variado y con algunas sorpresas. No faltaron visitas recurrentes a «Haciendo cosas raras», la flamante regrabación/reinterpretación de su primer disco, “40 dibujos ahí en el piso” (1989), desde allí brillaron las versiones de “Caballos de la noche/La foca” y “Gárgara larga”. Pero el repaso histórico se articuló entre clásicos ineludibles –»El 38″, «Ala delta», «Qué ves» (con Gustavo Santaolalla en charango y una zapada cósmica), “Qué tal” y «El Arriero»; efervescencia de funk canino –“Perro funk”–; riffs inconfundibles a voz en cuello –“Paisano de Hurlingham”–; homenajes a Sumo –“Crua chan”, “Nextweek” y “El ojo blindado”–; versiones de aquí y de allá –“Tengo” (Sandro), “Sucio y desprolijo” (Pappo’s Blues) y “Light my fire” (The Doors); y una segmento con un octeto de cuerdas en el que se destacaron “Spaghetti del rock”, “Un alegre en este infierno” y la “La ñapi de mamá”.

En vivo: Mucho se dijo en los últimos años sobre la escasa actividad del trío a la hora de grabar nuevas composiciones. Y es cierto que en ese rubro el ritmo de Divididos no viene siendo el más intenso: su último disco con material original fue “Amapola del ’66” (2010) y su predecesor, “Vengo del placard de otro” (2002). Pero en vivo nadie le puede reprochar nada. Sobre un escenario Divididos es una aplanadora y mucho más: una banda que se preocupa por cambiar en forma recurrente la lista de temas, que le da espacio a la sorpresa y a la improvisación, que vive con el volumen al máximo, pero también sabe encontrar matices. El desafío que imponen los grandes espacios al aire libre el sábado fue sorteado con convicción y resto. Sí, Divididos es una de esas bandas que nunca defraudan.

Ricardo Mollo: «Agradezco a todos ustedes que vinieron a pesar de la lluvia, la llovizna y este momento tan duro del país.” Así agradeció Mollo a los presentes en una noche llena de emociones. El cantante no suele hablar demasiado ni corre de una punta a la otra del escenario. Pero condujo el show con su carisma y una voz que creció mucho en estas tres décadas y hoy elude con gran eficacia la amenaza del paso de los años. Como guitarrista mantiene el peso específico de siempre y acaso ganó sutileza en algunos intercambios e improvisaciones.

Diego Arnedo: Una institución del bajo. Arnedo, de pocas palabras, hasta se mostró emocionado con el público y agradeció este sueño que supo ser muy paso a paso. «Cuando tocamos por primera vez, en un bar de Flores, en lo único que pensamos con Ricardo era en encontrar un nuevo lugar para volver a tocar”, destacó. Las líneas de bajo de Arnedo siguen siendo de lo más potente, vital y creativo del rock local y funcionan como el corazón de la banda. Arnedo también aportó sus recitados/rapeos inconfundibles y hasta presentó a su pequeño hijo.

Catriel Ciavarella: Queda claro que Mollo y Arnedo son Divididos. Pero siempre necesitaron un baterista/catalizador de sueños y aventuras. Hoy más que nunca Ciavarella parece la opción ideal. El baterista se caracteriza por un despliegue energético y emotivo que nunca cesa. Ni siquiera cuando Mollo y Arnedo se van del escenario. Ciavarella funciona como un motor a prueba de todo sobre el que se construye el despliegue y brillo de Divididos.