La renuncia forzada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, entre sublevaciones
militares e incendios de viviendas de su familia, y las masivas revueltas populares
salvajemente reprimidas en Chile por los Carabineros leales a Sebastián Piñera
reabrieron la polémica en torno de cómo distinguir entre un golpe de Estado y
una protesta de ciudadanos oprimidos. Este informe podría echar luz sobre la
letra pequeña de la democracia y sus límites, o tal vez no.
(Foto: Revista Barcelona)
No todos los casos son iguales,
exactos, transparentes, ideales
para el análisis de laboratorio
bajo tubos de luz fría azulada,
aséptica y carente de intereses.
“La tumultuosa salida de Evo
Morales del gobierno boliviano
y las manifestaciones de descontento popular e ira en Chile,
matanza más, matanza menos,
conforman ejemplos bien distintos de coso”, grafica María Trinidad Alverja, politóloga de
la Santa Universidad de San Carlos de Santa Cruz de la Sierra
La especialista considera “clave, para determinar si un episodio puede o no ser definido
como golpe de Estado, saber qué
tipo de presidente es el que fue
invitado a marcharse”. “No es
lo mismo un satánico hereje que
viste un poncho sucio y les reza
a las piedras, que un empresario cristiano que te descorcha un
champán de 600 dólares con los
ojos cerrados”, detalla Alverja.
“El otro elemento clave es entender la postura de las Fuerzas
Armadas”, insiste la experta.
“Si están del lado de la apertura
económica, está todo bien, pero
si los militares, en cambio, juegan para el bando que no es el
tuyo, es un golpe de Estado, sin
dudas”, precisa.