Se terminan las vacaciones y el regreso a las rutinas domésticas y laborales suele producir un conjunto de sensaciones negativas que los profesionales identifican como depresión post-vacacional. Se trata de un síndrome que suele presentar unos síntomas muy parecidos a los de una depresión clínica: sensación de apatía, desánimo, irritabilidad, dificultad para relacionarse con los demás, insomnio. En casos graves puede llegar a provocar estados de ansiedad, trastornos digestivos y taquicardias.

El principal causante de la depresión post-vacacional es la vuelta al trabajo después de un prolongado periodo de vacaciones, aunque el cambio en los horarios y la modificación de las horas de sueño contribuyen también. Los días de ocio y disfrute dan paso a las largas jornadas laborales y a las responsabilidades, por lo que es normal que una persona se sienta un poco desanimada. 

Para atenuar los efectos de la vuelta a la actividad, una de las claves es planificar el regreso. Es habitual que las personas aprovechen hasta el último día del período anual de vacaciones en el lugar elegido para descansar, por lo que el regreso a las obligaciones se produce abruptamente. Los psicólogos aconsejan no volver de vacaciones el día antes de trabajar para generar un período de transición que permita mentalizarse para lo que viene. Un día o dos para volver a acostumbrarse a los horarios, el clima y el ritmo de la ciudad hacen la diferencia. Otra de las sugerencias es guardar 4 o 5 días libres para planificar una nueva escapada en los meses venideros. Dividir el año en unas vacaciones largas y una escapada hará que el año laboral no sea tan pesado. Y si la situación económica impide viajar, de todas formas es aconsejable realizar un descanso que permita modificar la rutina, evitar el reloj despertador y recorrer la ciudad con mentalidad de turista. «