Fue en un viaje a París cuando se le ocurrió el título. Catalina, hija de Norman Briski, había ido a estudiar y encontró un trabajo temporario en una escuela de danza de la capital francesa, y en esa pequeña rutina que logró, alejada del turismo pasatista, se encontró con un escenario complejo y que no siempre se refleja del todo cuando se habla del tema.

“Caminando ya te dabas cuenta que lo de lo refugiados era una realidad humana que hablaba de cómo somos como especie” comenta Briski, que presenta la obra los viernes a las 21hs en el Espacio Sismico, Lavalleja 960, hasta fin de mes y en diciembre se podrá ver en el Centro Cultural Borges (Sala Norah Borges).

Lo primero que le llamó la atención fue que eran todos hombres, luego se enteró de las burocracias que tienen que atravesar y la xenofobia tan palpable de los parisinos para con ellos. Eso fue el inicio de una idea. Al volver a Buenos aires se sumo la sensación que la derecha local también intentaba volver a imponer la discriminación como carta común y terminó de darle forma al proyecto. 

“El contexto social a veces nos hace sentir invisibles, sin que nadie nos tenga en cuenta. Creo que eso y la búsqueda de un lenguaje que fusione teatro y danza me decidió a crear estos personajes que sufren, esperan y buscan”, afirma Briski, que entiende que a veces la danza, como herramienta, es muy abstracta y por eso quería hacer algo donde el espectador tenga más cartas para jugar, para intentar entender la idea de lo que se quería transmitir.“ La fusión de lenguajes fue clave para hablar del exilio y de la problemática nómade. Montamos esta obra para que quede claro que se los llama refugiados, pero que son personas que huyen de una guerra, buscando trabajo para cuidar a su familia. La gente que vino a ver el espectáculo sale emocionada, porque los argentinos tenemos mucho en nuestra historia de inmigrantes y exiliados, por lo tanto es algo que no nos es ajeno aunque no nos demos cuenta. Lo central acá es el otro y como a veces hay personas que quieren al distinto, pero lejos como para no verlo. Eso quería mostrar, a esos otros que muchos quieren negar” concluye Briski.