El mérito del hallazgo es sólo de los familiares, que nunca bajaron los brazos.

De los padres, las madres, parejas, hermanos/as e hijos/as que desde el primer día exigieron conocer la verdad. Que desde aquel 15 de noviembre fatídico no se conformaron con hipócritas expresiones de consuelo, con venenosas compensaciones económicas ni con discursos políticos de ocasión. Que convirtieron la angustia y el dolor en una lucha firme y persistente contra la impericia, la desidia y el abandono.  

De las nueve mujeres que en el frío gélido de junio se encadenaron a las vallas que protegen el frente de la Casa Rosada para exigirle al gobierno que contratara a una empresa privada capaz de hacer lo que el Estado argentino no había podido: encontrar al ARA San Juan. Y dar respuesta sobre el paradero de sus 44 tripulantes.

De los cuatro parientes que pasaron los últimos 70 días como veedores de la búsqueda a bordo del Seabed Constructor, el buque de la empresa Ocean Infinity que realizó el rastreo. Luis Tagliapietra –padre del teniente de corbeta Alejandro Tagliapietra–, Silvina Krawczyk –hermana de la teniente de navío Eliana Krawczyk, la única mujer tripulante del submarino–, José Luis Castillo –hermano del cabo principal Enrique Castillo– y Fernando Arjona –hermano del cabo principal Alberto Arjona– tuvieron la dura misión de fiscalizar las tareas que se realizaban a bordo del buque de origen noruego y, a la vez, transmitir las novedades a los familiares que los habían escogido como delegados para que los mantuviesen al tanto de la operación.

La presencia de ese grupo resultó crucial en el hallazgo: fueron ellos, junto a la jueza Marta Yáñez, quienes insistieron y lograron que el buque revisara el sitio donde tres suboficiales argentinos dijeron haber registrado «golpes de casco» un año atrás. La secuencia sonora ya había sido descartada por la Armada, pero la empresa aceptó rastrillar la zona como último acto de servicio, antes de partir hacia Ciudad del Cabo.   

El reclamo de los familiares postergó la partida del Seabed, cuyos especialistas aprovecharon las 20 horas de tránsito de un sitio a otro para revisar las imágenes tomadas en el área donde habían concentrado la pesquisa. Fue en esa revisión donde se detectó un nuevo punto de interés –el número 24–, en el Sitio 1 área 15A-4, a 800 m de profundidad. Era el ARA San Juan.

«¡Cuando todos daban todo por perdido, nosotros acá no bajamos los brazos nunca, ya vendrán tiempos de charlas técnicas y otras cosas, ahora lo único importante es que al fin los encontramos y no puedo para de llorar!», escribió Tagliapietra en el grupo de WhatsApp donde apuntaba las novedades.

Tiene razón. Fue la lucha de los familiares lo que evitó que la búsqueda naufragara por las miserias de la especulación política y el ajuste brutal. Se ganaron de sobra el derecho de llorar a sus muertos en paz. Le corresponde a la sociedad tomar la posta y exigir que se sepa por qué 44 argentinos murieron en un buque de guerra que terminó como trampa mortal. «