El mundo está en alerta por el coronavirus de Wuhan. Pero la emergencia internacional declarada esta semana por la Organización Mundial de la Salud (OMS) parece haber logrado su objetivo: la prevención (y el miedo) corren por ahora más rápido que la infección.

China aumentó hasta 259 la última cifra de muertos, pero mantiene baja la tasa de letalidad del virus, mientras extrema las precauciones para aislar el foco viral y detectar tempranamente la enfermedad. Otros 23 países han registrado casos, pero por ahora sin decesos. Un número mucho mayor anunció medidas, aunque pocos fueron tan lejos como los Estados Unidos. El gobierno de Donald Trump prohibió el ingreso de extranjeros que hayan pasado por el gigante asiático, una medida cuestionada por las autoridades chinas, quienes ven allí una estrategia política en el marco de una velada guerra comercial.

En la Argentina se generaron protocolos y se recomendó evitar viajes a China, pero el ministro Ginés González García buscó generar tranquilidad: «Estamos atentos y tomando todas las acciones necesarias».

Las autoridades sanitarias chinas informaron de 46 víctimas en las últimas 24 horas y 1340 nuevos contagios en la provincia de Hubei, epicentro del brote. Pero sobre los 11.821 casos confirmados, el número de decesos todavía es considerado «bajo»: 2,3 por ciento. «No hay que entrar en pánico innecesariamente, ni tomar medidas excesivas», pidió el embajador chino ante la ONU, Xu Chen. Cuenta con el aval de la OMS, cuyo director, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró que «no recomienda y de hecho se opone a cualquier restricción» de viajes o comercio con China.

A pesar de ello, EE UU emitió una advertencia de viaje de nivel 4 para pedir a los estadounidenses que «no viajen» a China y anunció la prohibición temporal del ingreso de extranjeros que hayan viajado a ese país en las últimas dos semanas. Además, todo ciudadano estadounidense que regrese de Hubei estará sujeto a una cuarentena obligatoria de 14 días con supervisión del gobierno. Y todos los vuelos provenientes de China serán redirigidos a siete aeropuertos: JFK de Nueva York, Chicago, San Francisco, Seattle, Atlanta, Honolulu y Los Ángeles.

El vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Hua Chunying, criticó estas medidas de Washington al señalar que no «son correctas ni apropiadas». Para la diplomacia asiática, la administración Trump «se apresuró a ir en sentido contrario a la OMS. Ciertamente, no fue un gesto de buena voluntad».

Otros países también decidieron vetar la entrada a su territorio de viajeros procedentes de China. Son los casos de Vietnam, Mongolia, Singapur, Israel, Guatemala y El Salvador. Los países africanos, por su parte, destacaron personal sanitario en los aeropuertos y suspendieron visas de entradas chinas.

Rusia no prohibió el ingreso, pero sí decidió cerrar más de 4000 kilómetros de frontera terrestre con China para prevenir la propagación del coronavirus, aunque el primer ministro Mijaíl Mishustin aclaró que era una medida de carácter «exclusivamente temporal».

Paranoia global

En la semana las noticias fueron la extensión de los barbijos, los vuelos aéreos suspendidos, los aviones desviados o el caso del crucero de lujo cuyo desembarco en Italia quedó pendiente por un día mientras se esperaban los resultados de un pasajero que había presentado síntomas similares a los del virus. Claro que en esa similitud radica una de las explicaciones de la paranoia global. Los indicios de un posible contagio son muy parecidos a los de cualquier resfrío: dolor de cabeza, estornudos, fiebre, tos y dificultades para respirar.

En ese marco, trajo alivio la noticia de que un grupo de expertos chinos desarrolló un kit de detección rápida del coronavirus 2019-nCoV que puede revelar la presencia de la enfermedad en un lapso de entre ocho y 15 minutos. «El kit tiene una alta sensibilidad, es fácil de usar y transportar» y «será vital para la prevención y el control de la epidemia», aseguró la Oficina de Ciencia y Tecnología de la ciudad de Wuxi (en el este del país). La compañía a cargo de su fabricación desarrolló el kit en diez días y afirma que está en condiciones de producir unos 4000 por día.

La velocidad de reacción es otra de las buenas noticias que la diplomacia china se esfuerza en publicitar. Su planteo es que su nación, por sus características políticas y culturales, está en condiciones de controlar la propagación de la enfermedad mejor que cualquier otra. La demostración es que ya se inició la construcción de dos hospitales en las afueras de Wuhan con capacidad para albergar a posibles infectados, cuya inauguración, en tiempo récord, está prevista para este lunes y para el próximo jueves. Además, ya se tomaron medidas para aislar a toda la región de Hubei, cuya capital es Wuhan, donde viven unos 56 millones de personas. Lo que no impidió que el virus se filtrara, pero probablemente redujo su potencial contagio.

En el Reino Unido se confirmaron los dos primeros casos este viernes, ambos «miembros de una misma familia», indicaron las autoridades. Rusia, España y Canadá también confirmaron ese día sus primeros enfermos por coronavirus, llevando el número de países con pacientes registrados a 23. En todos los casos, se activaron protocolos de aislamiento.

La decisión de China fue enviar aviones para repatriar a sus ciudadanos en el exterior, en particular los originarios de Wuhan. Una posición tomada en espejo por otros países que decidieron evacuar a parte de sus ciudadanos. Japón, Italia, Alemania, Canadá y Bangladesh son algunos de los que organizaron sus propias operaciones de repatriación.

Grandes empresas como Toyota, IKEA, Starbucks, Tesla, McDonald’s y Foxconn decidieron suspender de forma temporal su producción o cerrar sus tiendas en China. Todas estas políticas generaron una lógica reacción en los mercados, generando que las bolsas de mayor actividad en el mundo cerraran este viernes con caídas.

Esta es la sexta ocasión en que la OMS declara este tipo de emergencia global, tras las que activó ante el brote de gripe H1N1 (2009), los de ébola en África Occidental (2014) y en la República Democrática del Congo (2019), el de polio en 2014 y el del virus zika en 2016. «