Fernando, Catalina y Eulogio viven la España oscura del triunfo franquista, una España en que “los rojos”, los defensores de La República, pueden ser fusilados impunemente. Basta una denuncia de los vencedores para que eso suceda.

Sus vidas ha llegado a un punto en que quedarse en el barrio madrileño cercano al Convento de la Encarnación se ha vuelto imposible. Juntos y en las circunstancias más difíciles emprenden el exilio a Alejandría. En un acto de heroísmo femenino que desafía los prejuicios de la época, Catalina viaja embarazada para no perder a su hijo por nacer, que su padre planea entregar a un orfanato para que no constituya un impedimento para casarla con Antoñito, el hijo del hombre al que le debe mucho dinero. Luego sus vidas los llevan a otros destinos: París, Lyon, Praga, Berlín…

Al cabo de casi 1000 páginas Navarro traza en Tú no matarás (Plaza Janés) una trama compleja en la que es posible vislumbrar de qué forma la Historia influye en la vida cotidiana y condiciona las decisiones personales. La novela le requirió un gran trabajo previo de investigación sobre los detalles que generalmente la Historia no cuenta: cómo era la vida de posguerra en España, qué comía la gente, cómo hablaba y cómo se vestía.

La autora es periodista, pero dejó de ejercer su profesión para dedicarse por entero a la literatura. Lleva escritas seis novelas que la han convertido en un best seller. Se han publicado en más de treinta países y han vendido entre todas más de seis millones de ejemplares.

En esta nota con Tiempo Argentino habla de Tú no matarás, de sus personajes y de la revolución de las mujeres.

-Vos no viviste la época de la que habla tu novela. Me refiero a lo que era la vida diaria durante el franquismo, no a aquello que puede buscarse en un libro de historia. ¿Por qué te interesó ese momento? 

-A mí me interesa escribir novelas de personajes. Creo que el último gran misterio que hay en la Tierra es el ser humano. Ya hemos cruzado los grandes hielos, hemos estado en todos los rincones del desierto, hemos navegado por todos los mares. Pero todavía nos queda saber quiénes somos, qué hacemos aquí, cuál es el sentido de nuestra existencia. Me planteo las novelas como una indagación de la esencia del ser humano. Efectivamente, yo no estaba en los escenarios a los que refiero en mi novela, pero eso forma parte de la historia reciente de mi país de la cual todos tenemos conocimientos. Pero cuando empecé a buscar detalles de cómo era la vida cotidiana, qué le pasaba a la gente anónima durante la Guerra Civil, durante los años 40, no pude evitar acordarme de mis abuelos. Ellos sí vivieron ese momento, lo sufrieron. Mientras escribía esta novela tenía la sensación de estar viajando en el tiempo en una película en blanco y negro. Me parecía que el color desaparecía de mi mirada. Fíjate que durante muchos años la gente no hablaba de lo que le había pasado, no se hablaba de la guerra.  Tengo sólo el recuerdo de pequeñas cosas. Por ejemplo, en mi casa, cuando hablaban de alguien que recordaban de esa época, bajaban la voz.

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-En tu novela los colores aparecen luego de la primera parte.
-Sí cuando mis personajes marchan al exilio, cuando van a Alejandría.  En ese momento recupero la luz, pero durante toda la primera parte sentí una sensación de angustia porque no era capaz de ver nada en color.

Tú no matarás no es una novela histórica, pero los escenarios tampoco son telones de fondo, sino que determinan a los protagonistas de esa historia.

-Es que yo creo que todos somos hijos del momento en que nos toca vivir. No nos podemos explicar a nosotros mismos sin ese momento. Por eso cuido mucho los escenarios porque son los que dan sentido a lo que mis personajes hacen. Salvando las distancias, cuando uno lee Ana Karenina lee la historia de un adulterio que no tiene ningún sentido si Tolstoi no te explica cómo era la Rusia de esa época. Por eso, cuando uno cuenta una historia, es muy importante contextualizarla muy bien, porque los acontecimientos históricos son los que determinan la vida de cada uno en un momento determinado.

-¿La gran Historia determina las pequeñas historias de cada uno?

-Absolutamente, claro que la determina. No somos protagonistas de la gran Historia, pero somos sujetos de ella. Sobre nuestras vidas van a gravitar decisiones que tomen otros.

-En tu novela las mujeres son heroínas silenciosas, tienen valores morales de los que algunos personajes masculinos carecen. Catalina es un ejemplo. También la madre de Eulogio que se entrega a Don Antonio para salvar a su hijo de la cárcel.

-Catalina es una sobreviviente porque en esa época en España y en cualquier otro lugar, una mujer que tenía un hijo siendo soltera quedaba estigmatizada. Tomando las riendas de su propia vida, cosa que no era común en aquella época, intenta salvar la vida de su hijo, su propia vida y la de su familia. La historia la han escrito siempre los hombres por eso la historia de las mujeres no ha sido contada. Hemos comenzado a tener noticias de la historia de las mujeres recién en el siglo pasado. Antes sabíamos de santas, de reinas y de diosas. Nadie ponía en valor el papel de la mujer en la vida cotidiana. Pero durante la historia ha habido muchas heroínas anónimas que por salvar a su familia han tenido que tomar decisiones realmente heroicas.

-Eulogio no puede “perdonar” a su madre que se ha entregado a don Antonio para salvarlo de la cárcel.

-Esa actitud masculina viene desde la época de las cuevas: el cuerpo de una mujer queda manchado si tiene las mismas relaciones que puede tener él. A lo largo de los siglos un hombre se ha podido permitir hacer con su cuerpo lo que le diera la gana, mientras que si lo hacía una mujer quedaba absolutamente estigmatizada. Esa mentalidad patriarcal ha marcado la historia de las mujeres. Los hombres han creído que el cuerpo femenino les pertenece.

-¿La condición de la mujer te ha preocupado siempre?

-Me ha preocupado siempre la necesidad de poner en valor la historia de las mujeres, su sacrificio, esa historia anónima. A la hora de construir los personajes femeninos en ésta y en otras novelas, los cuido mucho.

-Hoy asistimos a un empoderamiento de las mujeres.

-Sí, estamos en un momento muy interesante. Es muy estimulante ver cómo las mujeres, sobre todo las jóvenes, están muy decididas a acabar con esa desigualdad que se ha perpetuado a través de los siglos con una enorme naturalidad. A los hombres siempre les ha parecido natural estar un escalón por encima de nosotras. Yo soy feminista y pienso que no se puede ser demócrata si no se es feminista. La democracia es un sistema de igualdad en el que nadie puede ser discriminado por razones de raza, religión, de su condición sexual, etcétera. Nadie debería ver como normal que una mujer tenga menos derechos, menos oportunidades de las que que puede tener un hombre. Creo que los pasos que se están dando en este sentido ya no tienen marcha atrás. La revolución de las mujeres que se está produciendo a nivel mundial no tiene retroceso.

-En Argentina el tema del aborto legal y gratuito está hoy en el centro de los reclamos femeninos. En Tú no matarás el padre de Catalina, católico y cerrado y con la mentalidad de un hombre de los años 40, sin embargo quiere que su hija aborte para poder casarla de manera conveniente para él. Eso muestra la hipocresía que hay respecto del tema.

-Pues claro, es la hipocresía social que se ha dado a lo largo de la historia. Gente que aparentemente era muy piadosa y muy conservadora, cuando en la familia aparecía un problema así, resolvían el tema de esa manera porque una madre soltera era una mujer estigmatizada. Era una mujer condenada a vivir detrás de los visillos de la ventana de su casa. Nadie quería estar con ella y también su hijo quedaba señalado. Esa hipocresía se ha dado en todas las sociedades. A los que iban a santiguarse a la iglesia muchas veces no les preocupaba que sus hijas abortaran antes de que ellas y la familia quedaran señaladas. Ésa es la historia de la hipocresía. Yo he querido reflejar en mi novela eso que pasaba en un momento determinado. Por suerte hoy las cosas han cambiado, por lo menos en Europa. Las mujeres decidimos si queremos o no queremos ser madres, cuándo queremos serlo, con quién queremos serlo, si queremos serlo acompañadas o solas. Hoy las mujeres decidimos. En cuanto al aborto, ninguna mujer aborta alegremente. Me duele la falta de sensibilidad con que se toca el tema como si fuéramos todas unas enloquecidas con deseos de abortar. El aborto para una mujer es una circunstancia muy complicada. Cada una debe poder decidir en función de sus necesidades, sus creencias, sus valores. Y creo que nadie se puede meter en eso, pero hay países que todavía están librando batalla por la despenalización. Quien esté en contra del aborto, que no lo practique, está en su derecho. Yo respeto mucho eso, pero sus ideas terminan donde comienzan las mías. Nadie puede imponerles sus creencias a los demás.

-Tu novela tiene un acápite que es un poema de Constantino Cavafis, Ítaca. En los agradecimientos figura un agradecimiento a Argos, que supongo que es tu perro. ¿Por qué?

-Cuando era pequeña uno de los primeros libros que leí fue una versión de la Odisea. Siempre me conmocionó el momento en que Ulises regresa a Ítaca y el único que lo reconoce es su perro, Argos. Todos los que amamos a los perros sabemos que no hay nadie más leal. Su lealtad es inquebrantable y no la tiene ningún ser humano. Argos me acompaña siempre y es el único que sabía qué estaba escribiendo en mis dos últimas novelas (risas). En cuanto a Cavafis, lo que nos dice en ese poema es que la vida es un viaje, que cada cual tiene su propia Ítaca y que no siempre la alcanza y por eso importa lo que llevas dentro de tí en la travesía. Mi novela habla del viaje de tres jóvenes que nunca van a llegar a Ítaca.