Cuando una noticia, por más políticamente correcta, no es veraz , se convierte en una no noticia. No es real. En tal caso, es solo una mentira.

El diario inglés The Guardian, en su portal In Bed With Maradona («A la cama con Maradona»), publicó un artículo de un ocasional columnista, David Forrest, escocés, profesor en la Universidad de Sheffield. Construye la historia sobre un mensaje críptico contra la dictadura argentina, que se hallaba en los arcos del Monumental, durante el Mundial Argentina ’78. Cuenta Forrest que desde chico lo obsesionaron dos cosas de esa Copa, siempre salpicada por el más siniestro régimen: las redes en los arcos y la base negra en los postes del estadio de River. Relata que en un reciente viaje a Buenos Aires se topó con Ezequiel Valentini, un mozo del restorán Don Julio (en este caso, la referencia no es a Grondona… o tal vez sí) quien le confió que esas franjas negras no eran otra cosa que un homenaje a desaparecidos y detenidos, ocultos en esa época. Dice que el mozo le contó haber trabajado en el ente organizador de la Copa y que la decisión de pintar los postes fue clandestina, debido al terror imperante. Describe Forrest que Valentini lo despidió con una pregunta: «¿No quieres saber si el partido Argentina-Perú fue arreglado?»

La atractiva noticia se viralizó explosivamente en Argentina. Hasta los medios más potentes (entiéndase: no lo más serios) lo replicaron. Sin chequearla, la reiteraron con un mínimo refrito hasta hace horas.

Salvo que un periodista de Tiempo tecleó el número telefónico del restorán donde se habría desnudado la leyenda. Le aseguraron que ningún Valentini trabajó allí, al menos en los últimos lustros. Salvo, también, la curiosidad profesional de quien escribe esta columna, que lo llevó a hurgar en su archivo personal, confeccionado durante la investigación que derivó en un libro que intenta revelar los mitos y leyendas del Mundial ’78, en especial el 6-0 a Perú. Confirmado: los arcos del Monumental desde mucho antes tenían la base pintada de rojo (incluso a veces en forma de banda) y para la Copa se los tiñó de negro. No fue la única cancha: los arcos de las seis donde se disputó el torneo tuvieron el mismo look, aunque en alguna imagen se vea los postes del Estadio Ciudad de Mendoza (hoy, Malvinas Argentinas) de un tono borravino.

El Ente Autárquico Mundial ’78 fue el organismo organizador, al tiempo un colosal instrumento de corrupción. Presidido por el general Antonio Merlo, pero el contraalmirante Carlos Lacoste dirigía la batuta delegada por el almirante Eduardo Massera, ideólogo del asesinato del general Omar Actis, primer titular del EAM, puesto por el general Rafael Videla. Uf, tanto cargo militar, tanto milico nefasto… Desde ese ente, mucho antes del torneo, se dedicaron a que todas las canchas estuvieran pitucas, pintura de los postes incluida.

La versión del Guardian no solo es indemostrable sino también falsa. Parece que a varios diarios ingleses les apasionan las historias mal contadas del Mundial ’78. Un caso: The Sunday Times, ocho años y un día tras el dichoso 6-0, entregó una nota firmada por María Laura Avignolo (luego corresponsal de Clarín) en la que afirma varias inexactitudes. Por ejemplo que Argentina pagó con trigo la derrota incaica. No explica que la complicidad entre las dictaduras argentina y peruana iba por muchas rutas, pero que la entrega solidaria de granos venía de un decreto firmado por Perón, varios años antes… Esa misma tarde, Diego les respondería a los ingleses con el mejor gol de la historia y con la mano de Dios, en el Azteca de México.

La Copa 1978 fue herramienta de la dictadura para ocultar el estado de horror. Puntualmente para la Marina y el proyecto político de Massera, por fortuna, abortado. Hicieron lo necesario para que la Selección llegase a la final. Lo necesario. Y en la definición con Holanda contaron con el azar de que un cabezazo naranja rebotara un poco más arriba de la pintura negra de uno de los palos. Y con el excepcional juego de un equipo de lujo como el argentino.

Pero fue, también, una fabulosa fuente de mitos y leyendas. Muchas reales, otras no. Cómo se consiguió la sede. La complicidad de FIFA. La del Gordo Muñoz. El símbolo del Mundial: ¿se le ocurrió a López Rega? ¿Imitaba los brazos de Perón? La renuncia de Carrascosa. La puteada de Tarantini. Los goles escuchados en las celdas de la ESMA. La “entregada” de Ramón Quiroga, la de Manzo. El horario en que se jugó ese partido. El ingreso de Videla y Kissinger al vestuario incaico. ¿Visitaron el camarín argentino? La ausencia holandesa en la fiesta oficial. Los holandeses y las Madres. Las movilizaciones populares tras cada triunfo. La utilización de Videla del balcón de la Rosada. Y tantas otras.

En fin, en el argot futbolero se dice que (para los arqueros) el arco de River es el más grande del mundo. Sí, le caben hasta las historias más fantasiosas. <