«Mi padre está muerto y vivo al mismo tiempo. No tengo una gramática para él. Está en el pasado, el presente y el futuro», plantea el escritor de origen libio Hisham Matar en El regreso, la descarnada historia de la búsqueda de su padre desaparecido, por la que acaba de recibir el Premio Pulitzer a la mejor autobiografía.

El título del libro es literal y hace alusión al regreso de Matar a Libia después de 33 años de un exilio obligado por varios países. Fue un viaje postergado durante años, que decidió concretar recién en 2012 con el único objetivo de recrear la ruta del secuestro en Egipto de su padre, Jaballa Matar, y su posterior desaparición en la prisión de Abu Sleem, en Trípoli, en manos de las fuerzas de seguridad de Muamar El Gadafi.

En esta búsqueda de certezas, El regreso propone un doloroso recorrido por una memoria de pequeñas esperanzas y heridas sin fecha de vencimiento. «Mi padre habita un signo de interrogación» es la síntesis que se permite Hisham Matar, en una entrevista con Tiempo realizada días antes de recibir el Premio Pulitzer.

–¿Hasta cuándo siguió esperando que su padre regresara a salvo y cuándo sintió que ya no lo haría?

–Mi situación es como la de todos los que soportan la desaparición de alguien a quien aman –en mi caso, mi padre–: incluso cuando pensaba que ya había dejado atrás la esperanza, esta continúa luchando por mantener levantada la cortina de la duda.

–»Envidio el carácter definitivo de los funerales. Anhelo la certeza» , reconoce en su libro. ¿Qué sensación le genera hoy, después de tantos años, la desaparición de su padre?

–Esta es la pregunta que se responde en el libro de maneras que podrían sorprender al lector, porque a mí me sorprendieron. Mi padre habita un signo de interrogación. Parte de mi lucha ha sido para liberarlo y, por ende, liberarme a mí mismo de este estado estrecho. Después de todo, cuando un hombre busca a su padre, también está buscando otras cosas.

–En el comienzo también destaca que escritores como Nabokov o Conrad nunca regresaron a sus países, como un intento de curarse de ellos. ¿Qué significado puede atribuir a su postergado regreso a Libia?

–Creo que digo «curarse a sí mismos de su país» porque me parece que así como los países pueden darnos mucho refugio y consuelo, también a veces se vuelven una carga tan pesada como una desgracia o enfermedad. Lo que es interesante para mí es cómo, independientemente de lo que uno sienta acerca de su propio país, se está ligado a él. A pesar de ser un orden social imperfecto como lo es, la nacionalidad ha seguido siendo una poderosa premisa a través de las épocas.

–Definió a su padre como un poeta que se convirtió en militar y diplomático. ¿Cuál siente que fue su herencia más íntima?

–Sin ningún esfuerzo de mi parte, he heredado el buen nombre de mi padre, el que a su vez, nuevamente sin esfuerzo de mi parte, me ha concedido honor y me ha librado de la vergüenza. Respecto de mi carácter, es menos accidental que mi herencia. Puedo decir que es mío, pero incluso esto se lo debo en parte a que mi padre me alentó para ser esa vaga pero correcta ambición: mi propio nombre.

–Otra situación que describe es cómo su madre sintió que la búsqueda de su padre se había convertido en una obsesión. ¿De qué manera cree que se expresó esta obsesión?

–Esa palabra «obsesión» –en parte debido a su abuso por nuestra cultura popular y la publicidad, que le ha regalado el estatus de un estado vigoroso y activo– es, he aprendido, un camino sin salida, limitado y oscuro. Su ferocidad, porque es feroz, se debe en parte a que te hace caer en una trampa. Por eso puede engañar a un hombre joven y me engañó pareciendo que era un signo de poder.

–A pesar de no haber encontrado ninguna evidencia sobre el destino de su padre en Libia, ¿cómo cree que lo cambió el viaje y la posibilidad de contar esta experiencia?

–Eso es otro asunto. El autor y el libro no son la misma entidad, pero el libro acompaña estos ajustes silenciosos a los que alude y lo hace mejor, desgraciadamente, de lo que yo puedo hacerlo aquí.

–En uno de los pasajes del final del libro sostiene que ser libio implica vivir con preguntas sin respuestas. ¿Podría contarnos algunas de estos interrogantes?

–Sí, pero de seguro no es exclusivo de Libia. La mayoría de los países, si no todos, cargan sobre las espaldas de sus niños mucho de lo que no se habla. Pero quizá esta condición universal es un poco más extrema –o yo la siento así– para un libio, porque muchos de los acontecimientos dramáticos que el país atravesó han quedado sin ser narrados ni examinados, hasta el punto de que uno tiene la impresión de que el país ha roto el hábito de comprometerse con su pasado. «

Tres libros, seis premios y una crianza en el exilio

De padres libios, Hisham Matar nació en 1970 en Nueva York, pero compartió su crianza en Trípoli, en El Cairo y en Inglaterra. El regreso es su tercer libro, después Solos en el mundo e Historia de una desaparición, novelas que fueron traducidas a más de 20 idiomas. Ganó seis importantes premios literarios internacionales, entre ellos el Commonwealth Writers’ Prize y el premio Ondaatje de la Royal Society of Literature, ambos en 2007, además de la primera edición del Arab American Book Award. En la actualidad, vive en Londres, aunque pasa extensas temporadas en Nueva York, donde es profesor en el Barnard College.

De Mahfuz a Matar

El regreso (Salamandra) estará en las librerías argentinas desde el 30 de abril. La historia convirtió a Hisham Matar en el primer escritor de origen libio en ganar un Premio Pulitzer, un reconocimiento del mundo occidental a los autores árabes y de Medio Oriente que quizás tenga su mayor exponente en el Premio Nobel de Literatura 1988 otorgado al egipcio Naguib Mahfuz.