¿Cuántos muertos serían suficientes? Es el tipo de preguntas que no deberían formularse siquiera, pero el falso sentido común que pretende instalar el discurso anticuarentena de los medios corporativos obliga a discutirlo. En la semana, el tuit de un consultor y la respuesta de una periodista le pusieron cifras a ese sombrío debate. «¿Los cansados, estresados, aburridos y angustiados por la cuarentena, se sentirían más aliviados si en lugar de mil muertos tuviéramos 20 mil?», «La verdad que sí. Encontraríamos más sentido a las restricciones. Así, es muy difícil».

Hay un dato irrebatible: el aislamiento social preventivo y obligatorio decretado tempranamente en la Argentina, hace hoy 101 días, evitó la masacre que padecieron otros países, con muertos en las calles y médicos que debían elegir a quién salvar. Pero R nunca fue menor a 1. El ritmo de expansión del virus, aquietado por las medidas, siguió siendo exponencial. Y se disparó en la última semana. ¿Fueron los runners? ¿La apertura de comercios no esenciales? Es absurdo hacer diagnósticos parciales. En lo que acuerdan todos los especialistas es que el aumento de la movilidad, asociado a las medidas de flexibilización de la cuarentena, aceleró todos los indicadores. Es lo que pedían y siguen pidiendo el establishment, los medios de comunicación concentrados, los defensores de la propiedad privada de las empresas que evaden y los desaforados que ven conspiraciones bajo los barbijos. Sin distancia social, ahí está la enfermedad. Y están los muertos.

Se ganó tiempo. Hay más camas de terapia intensiva y respiradores que antes, pero su número es finito. Si no se frena la velocidad de los contagios, el sistema de salud colapsará irremediablemente. La cuarentena en el Área Metropolitana ya se prorrogó siete veces. Durante el anuncio del viernes, el presidente debió volver sobre las víctimas, que no son una estadística, que tienen nombres, rostros, historias. Habló de esas muertes no ya desde los gráficos comparativos con otros países, sino recurriendo a la extrapolación, a lo que hubiera sucedido sin cuarentena. Diez mil, dijo. ¿Serían suficientes? No, según ese intercambio que se leyó esta semana en Twitter. Para convencerse, para encontrarle sentido al encierro, necesitarían el doble.

Nada asegura que esta marcha atrás logre aplastar la curva. Dependerá de las acciones del Estado y de la conducta responsable de cada ciudadano. La prensa hegemónica la presenta como el «último esfuerzo» que pide el gobierno, dispuesta a redoblar sus ataques en estas dos semanas que serán críticas, y que probablemente no sean decisivas. Con o sin cuarentena, es indudable que la lucha contra el virus será larga, sin tregua, como la lucha contra quienes piensan que mil muertes son pocas. Lo sabemos bien los que, de este lado de la mecha, venimos defendiendo la vida desde el primero de estos 101 días.