Fue uno de los primeros y más firmes impulsores de la fórmula de la unidad opositora para enfrentar al macrismo. Ex viceministro de Desarrollo Social durante la etapa inicial kirchnerista, responsable de la misma cartera en la gestión de Daniel Scioli en la Provincia, y luego aliado de Sergio Massa hasta 2018, Daniel Arroyo siempre creyó que esa alquimia era posible.

Hoy forma parte de la lista corta de dirigentes que Alberto Fernández suele mencionar para integrar un potencial futuro equipo de gestión. Y es a quien le confió la redacción del capítulo de políticas sociales de la plataforma del Frente de Todos.

Con formación de politólogo, el diputado –ingresó a la Cámara en 2017 y actualmente encabeza el interbloque Red por Argentina– es un conocedor de la geografía bonaerense, y traza una cruda descripción de los efectos de la gestión de Cambiemos en el primer distrito electoral del país. Asegura que la sociedad «hizo un clic» con el mensaje del gobierno nacional, y advierte que «ahora está examinando a los dirigentes de la oposición».

–¿Qué herencia deja la gestión de Mauricio Macri en materia social?

–Macri deja tres herencias muy complicadas: el costo de la canasta básica de alimentos, asociado al hambre y a la mal nutrición. Hay más comedores, más chicos que se quedan en los comedores y, mes tras mes, baja el consumo de leche. Un segundo problema es el sobre-endeudamiento de las familias. El gobierno subió mucho los costos fijos y bajó el ingreso. Todo el mundo se endeuda: paga el mínimo de la tarjeta con 170% de interés anual; va a la financiera de la esquina que termina dando crédito al 200%; o, en los casos más extremos, recurre como prestamista al que vende droga y tiene efectivo. El tercer problema es que quebró el mercado laboral: la gente que hace changas trabaja algunos días por semana con suerte porque está todo parado; 300 mil personas se quedaron sin trabajo; quienes siguen teniendo empleo consiguieron paritarias por debajo de la inflación; y el que sigue laburando se funde.

–¿Cuáles son las principales razones del fenómeno de endeudamiento familiar?

–Primero afrontar tarifas de servicios como luz, gas, agua, o, peor aun, el recambio de garrafas. Lo que no era determinante pasó a significar el 20 o 30% del ingreso, o más. Anses da crédito al 50% de interés anual y lo tomaron 2 millones y medio de personas. Gente que cobra la AUH o la jubilación está endeudándose. Si no se modifica, el endeudamiento va a generar el futuro conflicto social en la Argentina.

–¿Qué asemeja y qué diferencia a esa descripción de la crisis de 2001?

–En 2001 se registraba un 57% de pobreza y un 28% de desocupación. Hoy, los alimentos son más costosos. Tenemos una caída extendida en el tiempo y eso fue endeudando a las familias: empezaste a perder ingresos, pensaste que podías afrontarlo y en un momento te sobrepasó. Eso está haciendo un crack ahora. Además, el Estado se corrió: en los barrios del Conurbano crecen los comedores y los prestamistas, cierran los locales y en su lugar hay carteles que dicen «devolución de crédito diario».

–¿Qué medidas listaría como las más urgentes para hacer frente a ese diagnóstico en el próximo gobierno?

–El 10 de diciembre hay que tomar cuatro medidas para parar la caída: regular la canasta básica porque comer tiene que ser barato en un país que produce alimentos para 400 millones de personas; armar un sistema de crédito no bancario con una tasa del 2 o 3% anual; recuperar a la industria textil; e iniciar mucha obra pública intensiva.

–¿Si el cuadro económico-social es tan grave, cómo explica que el gobierno siga teniendo una competitividad electoral similar a la de 2015?

–En la Argentina se rompió el contrato social: una parte de la sociedad dejó de creerle a la política, no le cree a nada ni a nadie. El gobierno fue bueno para generar expectativas. Eso encontró un límite, pero se quebró la relación de una parte importante de la sociedad con la política. Hoy en la Argentina hay un electorado en disposición; hay una parte de la sociedad que llegó a la conclusión de que lo que propone el gobierno no va, que no es por ahí. Y quiere ver qué plantea la oposición.

–¿Cuánto pesó lo simbólico para sostener la gestión del oficialismo? 

–El gobierno planteó un cambio cultural que consiste en decir «acá hay gente que tiene y gente que no tiene; y la gente que no tiene se la tiene que aguantar». En esa batalla cultural el gobierno construyó la idea, mentirosa y peligrosa, de que está encarando algo.

–¿Cuál es el mensaje para entablar conversación con esos sectores que apoyaron al macrismo y hoy están golpeados por la crisis o desencantados?

–Hay que construir desde la idea de que vamos a un futuro mejor; recuperar la idea de movilidad social ascendente que está en el inconsciente colectivo. Y no hay que comerse los amagues que plantea el gobierno. La discusión electoral es sobre un modelo que deja 20 millones de personas afuera. La pelota está del lado de quienes somos opositores.

–Sin logros económicos, ¿el gobierno hizo pie con cierto éxito por su táctica comunicacional?

–La sociedad decodifica más de lo que parece, escucha a la política más de lo que parece. La sociedad es más que la política y ese es uno de los valores hacia adelante. Ahora demanda el camino, el cómo.

La ciudadanía hizo un clic con el gobierno, se desenganchó, le sacó la ficha. Ahora está examinando a quienes somos dirigentes opositores. Hay que proponer con claridad. Y más allá de los números, tengo la idea de que lo social define lo político. Un esquema social que ha castigado a tanta gente tiene que tener un impacto político. La campaña va a terminar de superar la grieta.

–¿Es posible?

–Sí, la Argentina no tiene problemas culturales, étnicos, ni religiosos. Tiene problemas prácticos: cómo resolvemos la desocupación, cómo cuidamos la industria, o los precios de los alimentos. Este gobierno tiene una idea horrible de la Argentina y no ve. Le hablan de la «revolución de los aviones» a gente que tiene problemas por un paquete de arroz. A nosotros nos duele el dolor del otro. Y eso no le pasa al gobierno y en especial al presidente. La pelota está en nuestro campo. «