Como parte de una dinámica que jamás se detiene, contar con nuevo material por parte del protagonista de esta nota es casi esperable, aunque no por eso deje de sorprendernos por su constante hacer.

Desde hace varios años, Daniel Melero tiene la costumbre de lanzar un disco cada 12 meses –en ciertas ocasiones publicó hasta dos– con el que despunta nuevas obsesiones, teorías y observaciones de todo lo que lo inquieta. Cristales de tiempo –su nuevo álbum de estudio que condensa 12 recientes canciones pergeñadas desde su particular manera de ver y sentir el pop– es el ahora de Melero, aunque lo de las temporalidades no sea algo fácil de dilucidar para los que observamos su cosmos creativo.

En los surcos del disco –sólo editado físicamente en vinilo y disponible en plataformas online– resaltan tracks como «Así, asá» (donde la observación meleriana de su entorno se vuelve un núcleo central), «Viaje peligroso» (basado en la mítica expedición de Ernest Shackleton a la Antártida) o «MK Ultra» (el proyecto de control mental iniciado en 1950 por la CIA) son la punta de un iceberg siempre atrayente. 

«Como músico no tengo la obligación de sacar discos. Así que para lanzar algo nuevo tengo que sentir que todo vale la pena. Desde ese punto puedo decir que me siento contento. Para mí, cada álbum es una nueva opinión del ahora y por eso quiero producir un discurso que respete a la música que hago. Estoy entregado a la música», dice Melero a pocos días del lanzamiento del álbum.

Es sabido. Desde el universo Melero la construcción de un nuevo pack de canciones se inicia desde la estabilidad de un concepto. Sin embargo, en Cristales de tiempo fue más bien todo lo contrario. «Esta vez no tenía una idea concreta y eso es algo que hago últimamente. Fui al estudio sin nada, o mejor dicho con un sintetizador y una guitarra acústica; no tenía estructura de temas, ni letras. Creo que el disco está hecho de canciones autónomas pero que dentro del álbum parecen un todo conceptual. Hay un comienzo y un final que se encuentran, al tiempo que da la sensación de que todo el contenido de este disco está unido por letras hechas por un científico loco» (risas).

En el juego de las diferencias, la praxis de Melero gana siempre por naturaleza. Entonces, a la condición natural por desmarcarse de todo lo hecho en el pasado, esta vez se cuelan las observaciones sociales que gravitan en «Arquetipos» (que indaga en los 12 modelos de la personalidad postulados por Carl Jung) o la sensibilidad en clave de mid tempo social pergeñada en «Así, asá». «En Atlas, mi disco anterior, la mirada partía desde la ironía, pero en Cristales de tiempo todo es diferente. Vuelvo a lo de antes: me inspira la mirada del científico loco, la del tipo que se excedió en la profesión. Lo social es relevante porque no se puede evitar y por eso es tan analizable desde múltiples lecturas», aclara.

Mirando atrás, la efeméride se impone. En 2018 se cumplirán 30 años del lanzamiento del primer álbum solista de Melero. Fue Conga –lanzado en 1988– el inicio de toda una prolífica carrera que llega hasta hoy. «Hace un tiempo que veo esa retrospectiva pero por medio de los que me rodean. Estoy tan interesado en lo actual, en el hoy, y no tanto en el futuro, porque no pienso en el pasado. Y también noté que en ese pensar había cierto grado de compasión y de vanidad que me hace sentir que puedo resistir un archivo. Lo que hice en el pasado siempre rescata momentos, por eso nunca remasterizaría ese debut ni otros. A mis discos prefiero escucharlos con la mácula de su error porque no me interesa cambiarlos. Por ejemplo, cuando lanzamos Cuadro hace unos años (NdeR: la caja retrospectiva de cinco discos lanzada en 2013) no tocamos nada de su sonido porque lo interesante era rescatar las intenciones de vivir ese momento que quedaron condensadas en las obras. Ahí está mi vida y confieso que he vivido».

–Alterar esa parte de tu historia sería como cambiar lo mejor que tenías en ese momento. ¿Lo sentís de esa manera?

-Durante años no quise escuchar varios discos míos, inclusive Colores Santos, que en un 50 por ciento me pertenece. Pero me amigué con ellos y a la vez siento que los hice con responsabilidad y dejé lo mejor, porque era lo mejor que tenía en cada momento. Los discos son un contexto y en todos quise poner mi nombre. ¿Qué más le podría haber pedido a la vocación que un tipo como yo, que no sabe tocar un instrumento, yo haya podido hacer tantos discos? «

Una edición exclusiva en vinilo

El nuevo álbum de Daniel Melero físicamente fue sólo editado en vinilo, aunque cuenta con su versión para plataformas de internet. Sobre el lanzamiento, Melero explica: “Soy mi propia compañía discográfica, pero jamás perdí dinero haciendo mis discos y no estoy dispuesto a hacerlo ahora. Hoy un CD es una pieza de merchandising parecida a un pin, o peor. ¿Entonces para qué voy a realizar una inversión en fabricar compactos si los que quieren escucharme irían por el vinilo? Sé que me quieren escuchar así y yo ofrezco el sonido que ellos buscan, siempre sin perder dinero en el intento. En la escucha del vinilo intervienen otros aspectos que están ligados a la experiencia, sobre todo porque el hecho de que vos te levantes y des vuelta el disco implica tu voluntad de seguir disfrutando y vinculándote con esa música. En cambio, un CD es una disponibilidad continua que no le agrega valor a la escucha.”