Desde hace una semana, Telefe emite en el horario central de las 22 “Jesús”, una tira de origen brasileño que recrea la historia del máximo símbolo del cristianismo, según una versión libre de la Iglesia Evangélica brasileña. Su rating no para de crecer y ayer llegó a los 13,1, transformándose en el programa más visto de la televisión argentina. Se trata de una producción del canal RecordTV, el mismo que realizó “Moisés y los 10 mandamientos”, también muy exitosa en Brasil y la Argentina, entre otros países. Dicho canal es propiedad de Edir Macedo, quien es líder y principal beneficiario de la Iglesia Universal del Reino de Dios, cuya fortuna se calcula en alrededor de 1200 millones de dólares. Lo que se dice un empresario exitoso.

De modo similar a la precuela dedicada a la historia de Moisés – basada en una serie de libros del Antiguo Testamento– esta producción alterna escenas específicas muy conocidas de la vida de Jesús como la anunciación del Arcángel Gabriel a María, el nacimiento del niño en Belén, la visita de los Magos, el bautismo en el Jordán; con escenas que le agregan componentes de dramatismo propio de la ficción audiovisual contemporánea como las tramas románticas entre personajes, y las disputas políticas entre los líderes religiosos, políticos y militares.

La historia comienza con un relato que comenta características adjudicadas a Jesús sin nombrarlo “Él no tenía belleza, ni hermosura, fue repudiado por todos” y luego se remonta al origen del Universo, según el relato del Génesis, donde unos blancos y hegemónicos Adán y Eva –aquí no se deja lugar a humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, que sean negros o tengan panza– recorren alegres el Paraíso hasta que se topan con la serpiente, el fruto prohibido y el pecado. Allí puede verse que quien oficia de relator es uno de los Sumos Sacerdotes de Jerusalén y le está contando la historia al niño Barrabás, aquel que zafó de la crucifixión a expensas del protagonista de la novela –alerta, spoiler–.

Ya con el Jesús adulto, el relato se acerca más a los filmes que habitualmente programaba la TV para pascuas: un Jesús de andar cansino, planos detalle de su caminar en sandalias, los escenarios del desierto amarronado que simula las montañas de Judea, y los planos abismales que muestran desde bien abajo la magnificencia del salvador con solo el cielo sobre sus ojos. Esto se suma a otros planos simbólicos que evocan la “pureza del cordero” (también blanco, por supuesto) que es preparado para el sacrificio al que se lo equipara al protagonista y su sacrificio por los pecados del mundo.

Mientras tanto, el flamante gobernador Poncio Pilatos (aquel precursor en el uso de alcohol en gel) llega a tomar su cargo luego de una serie de intrigas palaciegas. Sobre esa trama particular es interesante la construcción de los romanos como unos militares muy serios y profesionales enfrentados a los dirigentes locales – políticos y religiosos– caracterizados como unos provincianos, fofos y bastante ventajeros. Esta construcción es curiosa porque en general se ha construido a los romanos como déspotas y violentos y aquí vemos como un soldado romano siente culpa por haber quemado vivo a un militante de la resistencia judía. En tanto que la dirigencia de Jerusalén, tanto los sumos sacerdotes, como los descendientes de Herodes (conocido como el inspirador de las bromas del día del inocente), aparecen como unos ambiciosos capaces de cualquier traición a cambio de unas monedas y tienen como uno de sus principales amigos a un tal Judas Iscariote. En este caso, cabe destacar, la construcción del villano es temprana.

Esta historia articula la épica clásica del relato bíblico con una serie de elementos del melodrama audiovisual relativamente bien administrados: la intriga política con personajes muy estereotipados, el sentimentalismo de unos partidarios de Jesús que son todo amor, un protagonista que no pierde nunca la pose de estampita y unos perseguidores a pura ambición, egoísmo y maldad. Todo con escenas de microhistorias románticas que trascienden clases sociales y creencias religiosas.

Puede ser ingenuo pedirle perspectiva de género a una tira que cuenta con semejantes inversores, pero es imposible omitir las escenas de sometimiento de María (la madre de Jesús) en los primeros capítulos cuando está a punto de ser lapidada por resistir a un intento de abuso de parte de un soldado romano y es “salvada” por la intervención de su padre y José, su prometido, sí: dos hombres.

«Jesús» estrenó con un rating muy sólido y sigue creciendo. Lo que le permitió ser por lejos el programa más visto en su franja horaria y, en forma recurrente, el programa más visto del día en la televisión abierta argentina. Su protagonista ya le dio una nota a Lizzy Tagliani el lunes al mediodía y se convertirá rápido en un personaje famoso. Seguramente el público incluya adherentes a la fe que se propone, pero también a quien encuentra un atractivo relato de aventuras y hasta algún agnóstico que la vea por placer irónico. En un contexto sumamente crítico para una industria televisiva que anda muy mal de facturación (aseguran que la inversión de publicidad bajó un 70%), Telefe parece haber encontrado –otra vez – su pequeño milagro de cuarentena y con él la posibilidad de vencer lo que podría ser un inminente regreso de Marcelo Tinelli.