Ella le dijo:

–Sos el hombre de mis sueños.

Él le duplicó la apuesta:

–Sos la mujer de mi vida.

Ella le prometió:

–Hasta que la muerte nos separe.

Él le aseguró:

–Toda una vida.

Ella se lo comía con sus ojos. Él se la devoraba con la mirada. Eran los enamorados, que el viernes volverán a celebrar su día.

Les cedo la palabra a algunos libros que tengo en la cabeza. En uno de muy reciente aparición su autora, la periodista y poeta Carla Castelo, identifica al amor romántico como «trampa que nos somete» y «nuestra peor calamidad». En Manifiesto contra el amor romántico (Planeta) se extienden centenares de argumentos para condenar al amor «doloroso», «incomprendido», «el que se lo juega todo», «el mal mayor». Esa clase de amor, sostiene la autora, duele a mujeres, atormenta a hombres, enceguece a trans… Morir de amor. Matar de amor. Odiar y amar: en estos términos están peligrosamente cerca. En Camino al este, Javier Sinay describe una fabulosa travesía de cinco meses de duración, realizada a través de 15 ciudades euroasiáticas y de 14.953 kilómetros de extensión, de Buenos Aires a Kioto. Sinay partió en busca de Higashi, su amor, hoy su esposa y madre de su hijo Manuel, que en Kioto perfeccionaba sus conocimientos sobre la ceremonia del té. No quiso quedarse acá, lejos, esperándola. Y decidió largarse a la aventura, para decirle, en modo desafío a Andrés Calamaro que sí se puede vivir del amor y a ella afirmarle que la extrañaba y amaba. Por eso, la bajada de su libro, incluye la frase historias de amor y desamor. En su última publicación, Filosofía a martillazos, Darío Sztajnszrajber dedica una parte al amor. «Al amor hay que hacerlo, no pensarlo», recomienda. Para intentarlo parte de un cruce perfecto: el vínculo entre amor y filosofía, ya que etimológicamente filosofía quiere decir amor a la sabiduría. Recomienda a sus lectores y discípulos la lectura del libro El banquete, de Platón, escrito entre los años 375 y 380 antes de Cristo. Psicoanalista y actor, Gabriel Rolón escribió hace unos años Encuentros, el lado B del amor. Contundente y provocador señala: «El amor no garantiza la fidelidad; la media naranja no existe, porque a todos nos falta al menos un gajo». También resiste a la idea de que el amor todo lo puede y afirma que el amor incondicional no existe. Hablando de la complejidad del sentimiento amoroso repite algo que con frecuencia sus pacientes traen a la consulta: «Enamorarse implica sentir algún dolor». En su sólido ensayo Putita golosa: por un feminismo del goce, Luciana Peker recupera una curiosa sección que la revista femenina Damas y Damitas publicaba en los años ’40. Se llamaba «Escribe el amor»: una lectora enviaba una carta de tema amoroso y si era elegida y publicada se la recompensaba con 10 pesos de la época. «El amor era visto como un sinónimo de drama y de premio, reencarnación por los padecimientos soportados en carne y vida», reflexiona Peker. Autor de poemas bellísimos como «Corazón coraza», «No te salves», «No te rindas», «Táctica y Estrategia», Mario Benedetti escribió otro llamado «Te quiero» y que, gracias a intérpretes como Alberto Favero y Nacha Guevara, todavía cantamos. Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos/te quiero porque tus manos/trabajan por la justicia./Si te quiero es porque sos/mi amor, mi cómplice y todo/y en la calle, codo a codo/ somos mucho más que dos. (El poema es más extenso.  Aproxímeselo en el oído a alguien, tiene efecto amoroso garantizado. No es eterno, pero…)

Mi propio libro personal dice que creamos o no en el Día de los Enamorados, nos dispongamos a agasajar con flores, besitos o chocolates a alguien o, en cambio, decidamos repudiar a la efeméride por oportunista y comercial, tengamos claro que hoy, entre nosotros, se muere más gente de hambre y por falta de oportunidades, que de amor. Si es cierto aquello que amor con amor se paga, honremos esa lista de deudas y desamores con amor y más amor a los distintos, a los golpeados, a los que menos tienen. En cualquier caso imaginable hay que ser valiente para amar a otro, porque exige aceptaciones y conlleva riesgos. No encuentro mayor y mejor ejemplo cercano de entrega amorosa, emotiva, desinteresada, solidaria, que la que nos siguen enseñando las madres y abuelas de hijos y nietos todavía desaparecidos. Por eso, con tanto amor, el pueblo las abraza. Por eso, cada día, es su día. El día de las enamoradas de la vida. «