En la primera conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano que se llevó a cabo en junio de 1972, en Estocolmo, Suecia, se incorporó el concepto de “desarrollo sostenible”. Pero fue con la difusión del documento “Nuestro Futuro Común”, elaborado en 1989 por la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo de ese organismo cuando fue asumido por diversos sectores, y se consolidó en la Conferencia de Río 92, la llamada Cumbre de la Tierra, donde el desarrollo sostenible fue el tema central del debate.

En Río de Janeiro los países participantes acordaron adoptar un enfoque de desarrollo que protegiera el medio ambiente, mientras se aseguraba el desarrollo económico y social. Pero fue 20 años más tarde, cuando se realizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, también denominada Río+20, cuando se reconoció que la interacción entre la protección del medio ambiente, el desarrollo social y el desarrollo económico era necesaria para alcanzar el desarrollo sostenible. Las discusiones de Río+20 se centraron en dos temas principales: la construcción de una economía verde para lograr el desarrollo sostenible y erradicación de la pobreza, así como la manera en que se puede mejorar la coordinación internacional para el desarrollo sostenible. En el documento final los países se comprometieron a seguir trabajando en pro del desarrollo sostenible y promoción de un futuro económico, social y ambientalmente sostenible para el planeta y para las generaciones presentes y futuras.

El segundo encuentro de Río fue definido como la mayor cumbre en la historia de la ONU, pero concluyó con un texto firmado y una ola de críticas. La falta de plazos y metas tangibles para la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, por ejemplo, causó frustración de grupos de la sociedad civil, que hablaron en su momento de un “fracaso” de la cumbre. La esperanza era alcanzar una nueva fase de compromisos globales para la protección del medioambiente, reducción de la pobreza y promoción de la igualdad. Pero tras el cierre de la nueva cumbre, Kit Vaughan, coordinador del área de cambio climático para la organización humanitaria internacional Care, sostuvo que Río+20 representa “20 años perdidos”. “Lo principal hace 20 años fue la visión de dirección y urgencia de los líderes mundiales”, dijo Vaughan en aquel entonces a la BBC. “Si miramos lo que sale de Río+20, no hay urgencia ni compromisos legalmente vinculantes”.

Para que la cumbre no terminara sin un documento final, se sacrificó contenido específico y se terminó con un documento diluido que se ocupó en señalar problemas que ya eran conocidos como la deforestación o la desertificación. La presidente de Brasil de aquel momento, Dilma Rousseff, definió al documento como el “consenso posible”. Las negociaciones previas para crear un fondo de 30 mil millones de dólares nunca se cristalizaron. Como prueba de la falta de apoyo político a esa crucial cumbre, a Río faltaron Barack Obama, la canciller alemana Angela Merkel, y el primer ministro británico David Cameron.

Con el desenlace de Río+20 surgió la pregunta de si este tipo de cumbres con una gama tan amplia de invitados y temas a discutir son el mecanismo para lograr avances ambientales o sociales. El activista Vaughan sostuvo que este marco es necesario para establecer una “ambición global” en los temas. “Si no tienes esa arquitectura internacional”, dijo, “no hay sentido de visión común, de que estamos en esto juntos”.

Una buena manera de observar si las cumbres tienen un efecto positivo es realizar un resumen de los fracasos entre la cumbre de 1992 y la de 2012. Las emisiones de gases de efecto invernadero crecieron casi un 40% a nivel mundial, la destrucción de los bosques tropicales se hizo imparable, se perdió una superficie de bosque primario similar al tamaño de Argentina, el 85% de las explotaciones pesqueras están sobreexplotadas o agotadas, la extracción de materias primas  aumentó un 45%, la temperatura media mundial subió 0,4 grados centígrados y los océanos se han calentado entre 0,2 y 0,5 grados y el nivel del mar subió, la extensión cubierta por hielo  disminuyó 35%, la población mundial creció en un 26% y la biodiversidad global disminuyó un 12%.

El otro gran fracaso, especialmente por las expectativas que había creado, fue la Cumbre del Clima de París de 2015. Representantes de 195 países acordaron poner un techo al aumento de la temperatura de 2 grados centígrados y esforzarse para que el termómetro de la Tierra no suba más de 1,5 grados en comparación con la era preindustrial. El acuerdo incluyó también limitar la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana al mismo nivel en que los árboles, suelo y océanos pueden absorberlos de forma natural. Y revisar cada cinco años la contribución de cada país para reducir las emisiones de manera que pudieran ir incrementando esta reducción.

Sin embargo, se escucharon las voces críticas. El científico estadounidense James Hansen, considerado el padre de la conciencia sobre el cambio climático, no tardó en calificarlo de “fraude”. “Es sencillamente una mentira que ellos digan ‘tenemos un objetivo de 2 grados y trataremos de hacer las cosas un poco mejor cada cinco años’. Estas son palabras sin ningún valor”, dijo Hansen. “No hay acciones, sólo promesas. En la medida que el combustible fósil sea el más barato, se seguirá quemando”, agregó. Para Hansen, quien estuvo analizando los cambios en el clima de la Tierra desde los años setenta, la clave para que se frene el calentamiento global está en poner impuestos a los gases efecto invernadero.

Por su parte, la periodista y activista canadiense Naomi Klein consideró que la cumbre fracasó “incluso antes de empezar”. Klein señaló que el documento no mencionaba las palabras “combustible fósil”, así como “petróleo” o “carbón”. Y una de las cosas que más preocuparon a Klein en aquel entonces era el hecho de que el acuerdo no permitía que los países más afectados por el cambio climático –y más pobres– no puedieran demandar por “daños y perjuicios”.

Un documento de la organización Action Aid fue lapidario en ese sentido: “El asunto de los daños y perjuicios era un punto claro durante las negociaciones. Los países en desarrollo pidieron un acuerdo para ofrecer apoyo a las personas que ya están sufriendo consecuencias catastróficas por el aumento de los niveles del agua y temperaturas sofocantes”, señaló. “En vez de esto, Estados Unidos y muchos otros países desarrollados tomaron esta oportunidad de París para negarle a la gente su derecho y ponerlos a la merced de los impactos del cambio climático”.

El tiro de gracia al Acuerdo de París lo disparó Donald Trump dos años después al retirar a EE UU -que junto a China produce el 40% de emisiones de dióxido de carbono del mundo– del pacto global que había sido signado por Barack Obama. 

Breve historia del calentamiento global

Cumbre de la Tierra Estocolmo 1972

La primera gran conferencia de la ONU sobre ambiente marcó un punto de inflexión. Dirigida por el primer ministro sueco Olof Palme y con la asistencia de representantes de 113 países, 19 organismos intergubernamentales y más de 400 organizaciones no gubernamentales, es ampliamente reconocido como el comienzo de la conciencia moderna política y pública respecto a los problemas ambientales globales. Tuvo impacto en las políticas medioambientales de lo que sería la Unión Europea.

Cumbre de la Tierra Río 1992

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo acordó adoptar un enfoque en el que se protegiera el medio ambiente asegurando al mismo tiempo el desarrollo económico y social. La llamada Agenda 21 estableció un plan de acción con metas ambientales y de desarrollo, que significó un primer consenso político a escala global para el logro del desarrollo sostenible.

Protocolo de Kioto 1997

Su objetivo fue reducir las emisiones de seis gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global: dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6), en un porcentaje aproximado de al menos un 5%, entre 2008 y 2012, en comparación a las emisiones de 1990. 187 estados ratificaron el protocolo. Estados Unidos, el mayor emisor de gases de invernadero mundial, no.

Río+20 2012

A 20 años de la Cumbre de la Tierra, Río+20 se centró en dos temas principales: la construcción de una economía verde para lograr el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. El documento final aprobado fue “El futuro que queremos”. Los países se comprometieron a seguir trabajando en pro del desarrollo sostenible y la promoción de un futuro económico, social y ambientalmente sostenible para el planeta y para las generaciones presentes y futuras.

Acuerdo de París 2015

Estableció medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero a través de la mitigación, adaptación y resiliencia de los ecosistemas a los efectos del calentamiento global. Su aplicación sería para 2020, cuando finaliza la vigencia del Protocolo de Kioto. El 1° de junio pasado, Donald Trump anunció la retirada de EE UU del acuerdo. El resto del mundo ratificó su compromiso.

Laudato Si’ 2015

La primera encíclica del papa Francisco estuvo dedicada a la ecología y al desarrollo sostenible. Destaca que la crisis ecológica es una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad. Critica a los “poderes económicos” y llama a una “conversión ecológica”, a un “cambio radical en el comportamiento de la humanidad”, con un estilo de vida más simple, solidario, menos acelerado y consumista, así como a un cambio del sistema mundial, que llama “insostenible”.