La directora del Banco Ciudad, Delfina Rossi cursaba la décima semana de desarrollo de un embarazo que debió interrumpir. “Esta semana no estuve twiteando y no pude participar de los pañuelazos por el aborto legal seguro y gratuitos. Les quiero contar por qué, porque lo personal es político. Abro hilo…”, comenzó su relato la hija del ministro de Defensa, Agustín Rossi.

“Estaba embarazada de 10 semanas y el desarrollo del embrión se detuvo. Creemos que por causas genéticas, cómo pasa en el 20 por ciento de los casos. Me recomendaron la vía más segura y fisiológica: expulsarlo con misoprostol en casa», continuó.

El relato siguió: «En una farmacia me miraron mal y me dijeron que no vendían ‘esos’ medicamentos. Conseguí en otra. Mi familia me acompañó en el proceso. Y mí obstetra, que no se despegó del celular todo el finde largo”.

Rossi dijo haber sentido “bastante miedo” y mucha angustia: “Era un embarazo deseado y buscado. Después de 72 horas de seguir sangrando fui al sanatorio. Se complicó de más. Pasé 48 horas más internada con una intervención quirúrgica y transfusión de sangre”.

La experiencia -según contó la economista- le dejó diversos aprendizajes, el primero de ellos, que “los abortos (o pérdidas) en el primer trimestre son demasiados comunes para ser un tabú y esconderlos por vergüenza”.

“Es parte del cuerpo humano. El procedimiento con misoprostol requiere de mucho mucho acompañamiento y no puede costar 2.500 pesos o más con obra social”, añadió.

“La gestación es un tema social, no un secreto femenino. La sociedad debería acompañar la (o la no) maternidad pero, sobre todo, dejarnos ganar soberanía sobre nuestros cuerpos. Y principalmente: cualquier interrupción de embarazo necesita de una correspondiente licencia laboral con goce de haberes. Y el/la acompañante principal también debería tener una acorde”, agregó.

Rossi cerró su hilo en la red social: “¡Será ley! Y seguiremos luchando por nuestros derechos. Gracias, muchas gracias, a todas las mujeres que me comparten sus experiencias, sus saberes y no me soltaron la mano”.