Falta un día para el ensayo general en el teatro. Hasta ahora los encuentros venían siendo en una sala por el Abasto. Allí, dicen, es donde se verán los pingos.

Romina Gaetani y Fabián Mazzei son los protagonistas de La Momia, una comedia con éxito en Londres que el jueves sube a escena en la cartelera porteña. Por estos días transitan el síndrome del «no llegamos». Saben que los días que vienen son claves para encender la maquinaria de esta producción en la que si salta un rulemán, «agárrense de las manos», se divierte Romina. Luz, maquillaje, efectos especiales, música son en La Momia tan importantes como cada uno de los intérpretes. Nada debería fallar para que ese entusiasmo que contagian no se desdibuje en escena. Pese al apremio del tiempo, se muestran tranquilos. Saben que, aunque faltaran semanas de ensayo, esa mezcla de miedo, adrenalina y ansiedad sería similar.

«Muchos dicen que uno encuentra la obra cuando termina de hacerse. Convengamos que dos meses de trabajo para un estreno a veces quedan cortos. Acá la profundidad no pasa tanto por el texto sino que pasa por la acción, por un trabajo que tiene que ver con la contención, con cómo se cuenta el cuento que es a través de los efectos especiales, las caracterizaciones, la escenografía y la musicalización de Gabriel Goldman, lo que hace que tenga todo un marco muy distinto», opina Romina en su último día bajo tablas. Y Mazzei agrega: «Hay que coordinar todo el tiempo el texto con el resto. No es una obra de texto que la transitás por el lado emocional y tenés que crear un personaje de un escritor, un alcohólico o lo que fuere. Acá es una comedia donde dependés mucho del exterior.»

¿Es un musical? ¿Un cuento de horror? ¿De ciencia ficción? Mazzei es quién clarifica las cosas. «Tiene de musical pero me da más comedia. Al autor (Jack Milner) cuando le dieron el material para escribir le hablaron de una obra de terror. Empezó a escribirla y no le gustó y a partir de la película de La Momia (1999) empezó este texto, basado en la novela La Joya de las siete estrellas de Bram Stocker, e hizo una comedia. Los productores dijeron que iba a hacer un desastre pero igual la pusieron en Londres y fue un éxito. Lo que dice el autor es que hay que divertirse arriba del escenario. Está hecha para eso. Aunque el director, Alejandro Lavallén, viene más del musical, esta es básicamente una comedia.»

-¿Quién es quién en La Momia?

Romina Gaetani: –Yo soy Margaret y soy la hija del personaje de Alberto Fernández de Rosa, que es un científico que está muy involucrado en descubrir el elixir de la vida eterna. En la actualidad salen a la luz maldiciones del antiguo Egipto, mi papá es atacado en una noche muy misteriosa y yo mando a llamar al personaje de Fabián, Malcolm, que es un abogado y hay una relación de mucha familiaridad entre ellos. Ahí empieza todo un camino de investigación y se van sumando personajes (interpretados por Adrián Navarro, Mariano Torre, Daniel Campomenosi).

Fabián Mazzei: –Yo vendría a ser como el antihéroe (risas), frente al investigador. Quiero decir que en el trabajo junto a Romina lo bueno fue descubrir en ella cosas que no conocía y eso que trabajamos mucho juntos. Con su personaje muestra una faceta nueva para mí y para el público.

RG: –Y para mí. Yo le pregunto a él y les pregunto a los chicos que tienen más experiencia que yo cómo estoy y me dejo corregir. Chequeo siempre si estoy en tono o no. La verdad es que se creó un grupo muy homogéneo a la hora de trabajar.

FM: –Es un grupo donde somos todos actores y tenemos caminos recorridos. Tenemos personalidades muy fuertes pero congeniamos bien y nos cuidamos entre nosotros y eso es maravilloso.

-Cuándo miran en retrospectiva el lugar donde están, a punto de estrenar una comedia, de gran producción y en el Metropolitan, ¿cómo explicarían cómo llegaron?

FM: –Creo que uno no agarra cualquier cosa por el hecho de trabajar. Tenés que estar en un momento particular. A mí me habían llegado tres materiales y elegí este, principalmente porque quería hacer comedia. Venía de hacer Mujeres ricas, un drama con Vivi Saccone y mi personaje era un escritor alcohólico y bisexual. Antes había hecho Los 39 escalones durante tres años y medio y el tono lo había disfrutado mucho. Y esto es algo parecido. Yo estudié con Agustín Alezzo y me inicié en la comedia, pero después la vida te lleva al casting de galán o de otra cosa y la televisión también te va arrastrando por otros lados. Repito: Romina está componiendo algo que en televisión nunca la vi hacer. Eso es lo que tiene el teatro de maravilloso, que podés crear y divertirte y jugar.

-Es muy común que cuando en la tevé un personaje funciona bien vuelvan a llamar al actor para uno similar.

RG: –No es por hablar mal ni por criticar sino que es una observación, pero me parece que en la Argentina, a lo largo de mi experiencia, a veces te llaman mucho, sobre todo en televisión, por el physique du rol que das naturalmente. «Ella da sexy», entonces te llaman de sexy toda la vida. Muchas veces te encontrás con productores que dicen: «Voy a hacer una ficción que transcurre en la villa y tiene que ser toda gente que me dé clase muy baja y quizás Romina no me da clase baja, me da chica sexy de telenovela.» Y lo que uno siente como actor es la frustración de decir: «Qué pena que el otro como productor no pueda ver que uno como actor pueda componer.» Así que esta es la revancha que te puede dar una obra de teatro. Yo venía del teatro San Martín, de hacer dos dramones, Recordando con ira y Triste golondrina macho, donde había una violencia de género tremenda… en una obra me moría, en otra transitaba un aborto. Así que ahora quise hacer esta comedia donde podía combinar con La rayada (ver recuadro). Al estar en una banda de rock tenía que estar muy segura de qué trabajo elegir que no compitiera con el grupo, sino que fueran de la mano y me dieran el mismo placer, aunque no tiene nada que ver una cosa con la otra.

En los días previos al estreno, las miradas de colegas y amigos resultan fundamentales para intuir si se va por el buen camino. «Todos los que vienen a los ensayos aparentemente si divierten. Se escuchan esas risitas y uno no sabe si es porque la situación es divertida o estamos haciendo el ridículo», admite Fabián y contagia con su propia risa y con la convicción de que si ellos se están divirtiendo es muy probable que ese tono se transmita por fuera de la escena.

El estusiasmo para Romina con esta obra tiene que ver también con la posibilidad de volver a trabajar con la cabeza más tranquila después de transitar un profundo duelo. «Vengo de tres años un poco duros por temas familiares como el fallecimiento de mi padre, más los dramones que me venían pasando. Incluso en tele donde, lamentablemente, en mi último trabajo Noche y día (El trece) me pasó que mi personaje también sufría la muerte de su padre que era lo que me estaba pasando en la vida real. Así que nada me ayudaba a salir adelante y fue por eso que tuve que darme de baja de la tele. No salía del pozo, pero cuando llegó esta propuesta y, aunque al principio no había entendido nada de la trama, le dije a Alejandro, el director, que la iba a hacer y nos juntamos. Siento a esta obra como el corchazo de festejo del 2017.» «

«Tenía miedo de cantar»

Desde hace tres años Romina canta en La Rayada, grupo que formó junto a su novio Osky Righi (Bersuit) y otros reconocidos músicos. «Es una banda independiente y todo lo que hacemos sale de nosotros», dice y reconoce que lo de la ventaja de ser famosa para la promoción es un mito y «te juega en contra».

«Toda mi vida soñé esto tanto como ser actriz. Me salió primero trabajar como actriz porque lo tuve más a mano y a cantar le tenía muchísimo más temor. Quizás porque tenía un padre que era fanático del jazz.No casualmente papá murió y empecé a cantar. Él me decía: ‘si no cantás como Sarah Vaughan no cantes’. Él nunca me escuchó cantar. Yo cantaba un tema y me quedaba muda.»

Se arma la banda en casa

Como Romina, también Fabián reconoce que la música es un gran cable a tierra en su día a a día. Y dibujar, otro. «Siempre canté, toqué la guitarra, compuse letras, dibujé. Empecé en una bandita y después tuve que elegir y fue la actuación. Trabajé mucho afuera y cuando viajaba siempre componía y llevaba la guitarra. Cuando estoy en casa suelo estar más con amigos y tanto no toco. Es raro pero cuando viajo o cuando estoy solo es cuando toco y dibujo más. Me encanta. Además a Toto (hijo de su pareja, Araceli González) le regalé un bajo.

–¿Y hacen guitarreadas?
–Toto y sus amigos sí, pero yo no me meto. Él toca muy bien. Tiene 18 y arrancó a los 15 años.