La cola se extiende desde la puerta del Cine Gaumont hasta pocos pasos antes de la esquina de Rivadavia y Rodríguez Peña. En esos casi 100 metros de almas alineadas todo es entusiasmo y excitación. La espera será larga, pero nadie se queja. Los diálogos se multiplican y dan testimonio de emociones comunes y recuerdos de escenas teñidas de sangre. Esperan por la avant première de Aterrados, la película de Demián Rugna que promete convertirse en un símbolo del nuevo cine de terror argentino y pretende trascender las fronteras del gueto. El alboroto general hasta despierta el interés de los transeúntes más desprevenidos.

–¿Qué película van a dar? –pregunta un curioso–.

–Aterrados –le responde, casi a coro, un grupo de cuatro amigos–.

–Ah. Gracias –declina el incauto con cara de perdido–.

Los amigos guardan un respetuoso silencio hasta que el preguntón ya está suficientemente lejos y uno de ellos sentencia: «se notaba que no le podía interesar Aterrados». El clima de algarabía casi futbolística también es de pertenencia y pertenecer siempre tiene sus privilegios. La sensación de locura compartida se subraya más o menos cada 15 minutos, cuando una veintena de militantes del terror se pasea entre la fila exhibiendo máscaras, disfraces y/o maquillajes que reproducen heridas lacerantes. Caminan encorvados, casi en cámara lenta y expelen quejidos guturales. Los presentes los reciben con aprobación y total naturalidad. Poco después de las 21 del miércoles, Aterrados confirmará que tiene con qué responder a tanta expectativa y bastante más.

El encuentro de Rugna con Tiempo se concretará algunas horas después. La excelente respuesta que tuvo Aterrados en diversos festivales hizo que el estreno de este jueves en nuestro país llegue a 60 salas, dimensiones épicas para una película independiente del género fantástico. El film también llegará a México, Perú y se está negociando su aterrizaje en Europa y Asia. Nada mal para alguien que hace muy poco se planteó dejar su vocación, cansado de no encontrar financiación y/o difusión para sus proyectos. Aterrados estaría funcionando como el zapato de cristal de Cenicienta para un director y guionista de cine de terror. Pero la vida ordinaria suele diluir rápidamente las metáforas y Rugna llega agitado a la entrevista luego de fundir el motor de su moto en el camino. «La tuve que dejar para arreglar donde pude y me tomé el subte», revela.

–Sin decirlo expresamente, Aterrados parece transportarnos al pasado. Los personajes no están rodeados de la tecnología de uso extendido en estos tiempos. ¿Lo pensaste así desde el principio?

–Es una observación interesante. No fue algo delineado específicamente, pero tiene que ver con mi formación y mi historia. Me crié con el cine de los ’80 y las películas de terror que más me gustan son de los ’80. Cuando escribo un guión de género fantástico trato de solucionar desde la escritura muchos problemas que se pueden plantear en el rodaje. Hay cosas que sin mucho presupuesto no se pueden hacer. Por eso hay que ser inteligentes y realistas a la hora de escribir. Calcular los recursos y usarlos de la manera más apropiada. De alguna manera pienso historias ochentosas por eso mismo. Me parece que fue una escuela de cómo resolver ciertos efectos especiales, cómo poner las cámaras y cómo hacer que funcionen ciertos trucos. Por eso mi cine es muy de esa época. Para ser más específicos, responde mucho mas a Poltergeist (1982) que a El Conjuro (2013). Para sobrevivir entre los tanques hay que apostar por las buenas historias.

–No trabajás con un Freddy Krueger o un monstruo reconocible.

–Claro. Si yo hubiera decidido personificar lo que produce miedo hubiera caído en la misma de casi todos. Soy director y guionista de este tipo de cine, pero antes soy un gran consumidor del género. Por eso trato de eludir los lugares comunes. Utilizo ciertas formas del género y algún guiño, pero siempre quiero hacer algo diferente. Me gustan las historias. No me van las excusas a la pasada para mostrar sangre o algo que te haga saltar de la butaca.

–Aterrados tampoco apuesta al terror clase B. Es terror serio, aunque incluye momentos de humor.

–En Malditos sean jugué mucho con lo bizarro y lo escatológico. Aterrados era mi película de terror. El guión lo había terminado hace casi diez años. Tenía muchas ganas de que fuera terror en serio y así fue. Nada de cosas bizarras o clase B. Después descubrí que hay algunos momentos que pueden favorecer la risa y me pareció mejor todavía. La relación entre el miedo y el humor es natural. Generalmente después de asustarse uno se ríe. Creo que el humor negro es una marca de mi personalidad y me cuesta escaparle. Pero haciendo cine hay que saber encontrarle el timing al humor y al miedo.

–¿Con qué criterio seleccionaste el elenco?

–Me acuerdo que empecé a pelearme un poco con el género a partir de los ’90. Era cuestión de mirar los afiches de las películas y ver que estaban llenos de caras de teenagers que no conocía nadie, laburaban pésimo y sólo estaban ahí por lindos. Los convocaban para que el público al que apuntaban esas películas se sintiera identificado. Para mí una peli de terror tiene que ser contada por alguien mayor que yo. Y que actúen bien, obvio. Tenés que creerles a los actores. Por eso convoqué a gente de 50 para arriba. Creo que le aportaron mayor espesor a la historia.

Salir a asustar

Aterrados es una película de terror seria, pero no solemne. Una muerte violenta e inexplicable, un niño que vuelve de la muerte y una galería sonidos y movimientos paranormales discurren en una estructura que casi remite al género policial. Los protagonistas quieren entender qué pasa y todos los espectadores también. Aterrados trabaja mucho con lo que no se ve, que generalmente es lo que más miedo despierta. Rugna esculpe el terror apelando al misterio.

–El primer estreno de Aterrados fue en México, en un festival del género. La recepción fue muy buena y generó mucha curiosidad entre los periodistas. Me acuerdo que en una entrevista me consultaron cómo me relacionaba yo con lo policial. Me sorprendió mucho la pregunta y hasta me descolocó. En definitiva yo estaba presentando una película de terror. Pero es cierto que lo que tracciona la película es la investigación. Los cuatro protagonistas quieren saber qué pasa, igual que los espectadores. Y quizás el que más identificación genera es el policía.

–¿Es verdad que ya tenés el guión de Aterrados II?

–Sí. En pocos días vamos a llevar Aterrados a Cannes y la idea es buscar financiamiento para la segunda parte. El cine fantástico es mucho más caro que el convencional. Este proyecto requeriría más inversión para poder ampliar la historia. Y el aporte que podría llegar del Incaa nos deja muy abajo en el presupuesto. Así que estamos buscando opciones. Creemos que sería bueno que exista un Aterrados II.

–En los últimos años se filmaron muchas películas de terror en nuestro país y el público parece muy entusiasmado. ¿Se puede hablar de un boom o todavía falta?

–Se están haciendo las cosas bien. Cuando yo empecé el Incaa no le daba lugar a ninguna película de terror o fantástica. Desde ese lugar se concretaron muchos proyectos. Renunciar a ese mercado me parece que es un lujo que no nos podemos dar porque lo toman las películas extranjeras. Me preocupan las nuevas políticas del Instituto, esperemos que no dejen de lado a las producciones chicas o medianas. Creo que el verdadero boom lo hace el público. Hasta ahora se hicieron varias películas de culto. Tenemos muchas esperanzas de que Aterrados trascienda esos límites. Pero no sólo porque es mi película. Lo hablamos con colegas y gente del medio y sabemos que sería bueno para todos.

–Qué te da más miedo: ¿una buena película de terror o el importe de las nuevas facturas de agua, gas y electricidad?

–Las facturas de servicios que están llegando asustan más que cualquier película de terror. Estoy esperando las memes de Aterrados y las facturas (risas). Son de terror. Literalmente. «

Humor negro y algo más

El mundo del cine es complejo y cruel. Para que una película se haga realidad exige múltiples esfuerzos artísticos y económicos. Pero incluso después de concluida hay que resolver las dificilísimas circunstancias de conseguir cierta publicidad y una cantidad razonable de salas que la difundan. Rugna tiene terminada otra película y planea estrenarla antes de fin de año.

«Se llama No sabés con quién estás hablando. Es una comedia negra, que va más por el lado del primer Alex de la Iglesia. La filmé porque sentía que no me daban espacio para el cine fantástico. Fue un momento duro. Hasta pensé en dejar todo. Fui por otro lado, pero sin traicionarme. La repercusión de Aterrados hizo que decidiéramos estrenarla antes de fin de año», confiesa.

–Del creador de Aterrados…

–Claro. Las producciones pequeñas tenemos que utilizar los pocos recursos que tenemos de la mejor manera.

Bajo tu influencia

Rugna cita como influencias a Steven Spielberg, Sam Raimi, John Carpenter y Darío Argento, entre otros. «Son todos de los ochenta. Quizás artísticamente no eran una cosa increíble. Pero llegaron en el momento justo de la historia del cine y en mi edad de formación. También fui muy fanático de la serie V: Invasión extraterrestre, me inspiró a dibujar y crear. De hoy me gusta mucho Guillermo Del Toro, sobre todo sus primeras películas», destaca.

–¿Tenés alguna influencia del cine argentino de terror?

–No tenemos una tradición muy rica. Sí muchos esfuerzos individuales, pero que no lograron darle forma a una tradición. Creo que en eso influyó que a partir de la vuelta de la democracia el Incaa apostó por un cine testimonial. Era lógico, pero quizás fue excesivo. Por suerte las cosas están cambiando. Pero recién hace tres o cuatro años las nuevas películas de terror argentinas están llegando a los cines con cierta regularidad.