Largas colas y demoras de horas en algunos centros electorales en Georgia y denuncias por problemas técnicos en las máquinas de votación y en el registro para sufragar en otros estados, despertaron este miércoles los temores de fraude y manipulación que sobrevolaron la campaña electoral estadounidense, aunque no hubo denuncias formales.

A lo largo de la campaña, se mezclaron -muchas veces adrede- una serie de denuncias muy distintas. Por un lado, acusaciones de que Rusia hackeó las elecciones de 2016 y tenía la capacidad para influenciar también estos comicios; por otro, formas de fraude más tradicionales como la usurpación de identidades y, finalmente, leyes que limitan cada vez más los padrones en los estados, especialmente en contra de las minorías afroestadounidense y latina.

Mientras que de la primera denuncia nunca existió ninguna prueba concreta, la segunda fue enarbolada por el oficialismo republicano y el presidente Donald Trump, sin más evidencias que sus palabras. 

La última, en cambio, fue una de las principales advertencias del ex presidente Barack Obama y de varios referentes de la oposición demócrata y está sustentada en un extenso trabajo académico que viene alertando sobre este creciente problema hace años. 

Pese a sus diferencias, estos tres tipos de denuncias se mezclaron hasta generar un gran debate mediático sobre la posibilidad de un fraude que afecte resultados clave, lo que alimentó el temor de muchos ciudadanos, en medio de un clima de polarización y desconfianza hacia el oficialismo y la oposición.

Uno de los estados en donde más se denunciaron las leyes y los métodos legales para suprimir votos y restringir el padrón electoral fue Georgia, el mismo en el que se juega uno de los comicios más parejos y más representativos del país: el del secretario de Estado local, el republicano Brian Kemp, y la opositora negra Stacey Abrams. 

Por eso, las demoras y largas filas en los distritos de Snellville y Gwinnett en Georgia, desataron tantas denuncias y críticas. 

En el primer caso, más de un centenar de personas tuvieron que hacer cola durante horas para poder votar y, en el segundo, las máquinas fallaron y las autoridades tuvieron eventualmente que entregar boletas provisionales. 

La tensión es tal en Georgia, que el congresista federal por ese estado, el demócrata Hank Johnson, acusó al candidato republicano a gobernador de estar obstaculizando el voto. Calificó las colas y las fallas mecánicas como «el último manotazo de ahogado» del secretario de Estado local, según el portal de noticias Think Progress. 

En Texas e Indiana, en tanto, las demoras se debieron a que las autoridades no sabían cómo encender o hacer funcionar las máquinas de votación. En el caso de una escuela en el distrito de Indianápolis la situación llegó al extremo, ya que la causa terminó siendo que las máquinas estaban desenchufadas. 

Pese a la larga lista de problemas técnicos, los especialistas garantizaron que ninguno ponía en peligro ninguna elección.

«Literalmente hay cientos de miles de máquinas de votación instaladas mayormente por trabajadores voluntarios y, a veces, hay problemas», explicó David Becker, el director ejecutivo del Centro para la Innovación e Investigación Electoral, una ONG con una larga experiencia en seguimiento de comicios.

En el distrito tejano de Houston también hubo problemas técnicos y retrasos, y para Joseph Lorenzo Hall, el jefe técnico de otra organización civil especializada, el Centro para la Democracia y Tecnología, se debe a que el sistema que el estado utiliza para controlar a los votantes hace que «sea más fácil que las personas cometan errores al utilizar las máquinas».

Más allá de las acusaciones, los problemas, las demoras y el clima generalizado de desconfianza, ningún candidato, funcionario o ciudadano presentó una denuncia formal sobre un posible fraude que ponga en peligro una elección local o federal.