Voces del gobierno dejaron trascender durante estas últimas horas, una nueva tesis sobre el consumo que no repunta: ahora “la gente ahorra más”. Sin embargo, las propias cifras oficiales son claras en cuanto a aumentos de precios que no se detienen. Y uno evuidente es el rubro gastronómico. La Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad publicó datos sobre cómo crecieron los valores de los menúes más clásicos de los restaurantes porteños en los últimos dos años. Por ejemplo, la milanesa de ternera con guarnición, costaba 113 pesos en noviembre de 2015, y en marzo de 2017 ya estaba promedio en 169 pesos. Sumado al desempleo creciente, la suba de tarifas, y paritarias por debajo de la inflación, el combo parece ir más allá de cualquier capacidad de ahorro.

Según cifras del Indec porteño, que relevó los principales restaurantes y bares de la Capital, la milanesa con guarnición costaba en marzo de 2015 unos $ 93,4. En noviembre de ese año llegó a 113,7; en enero de 2016 (devaluación mediante) ya estaba en 124,4. Tres meses después seguía subiendo y se ubicaba en 134,5; en septiembre, 151,1; en diciembre alcanzó los 161,1 pesos. La crecida no para y en marzo de este año (último mes calculado), ya se cotiza en $ 169. Casi un 50% de inflación desde que llegó al gobierno Cambiemos.

Pero no es lo único. En noviembre de 2015, el bife de chorizo con guarnición estaba en 180 pesos; en marzo de este año: $ 265,1. En ese mismo período, el cuarto de pollo grille con guarnición pasó de 115 a 168 pesos; los ravioles con salsa fileto, de $ 102,8 a $ 149,8; y el rubro “plato más vendido”, que valía 150 pesos al momento de asumir Mauricio Macri, en marzo último costó 229 pesos. 

También se analizan las bebidas. El agua mineral y las gaseosas estaban en 32 pesos en noviembre de 2015, y en marzo de 2017 superaban los 43,6 pesos. El porrón de cerveza creció de 45,8 a 64,3, y el café pocillo pasó de costar $ 26,8 a $ 36,4.

En el sector comestible se agrega otro factor clave: la suba de los servicios. Un insumo vital como el pan, según datos del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), tuvo desde noviembre de 2015 hasta febrero 2017, un aumento acumulado del 83%, “en virtud del incremento en el precio de la harina y del gas”. Y agregan: “la quita de retenciones, la devaluación de diciembre de 2015, y la eliminación de los permisos de exportación, el precio del trigo -principal insumo para la harina- se incrementó un 104% en el mercado interno”.

Este combo genera un cambio cultural en el consumo de parte de la población. Un informe de este mes del Instituto de Estudios de Consumo Masivo (INDECOM) refleja que cada vez más argentinos se vuelcan a las ferias barriales. Estos puntos de venta itinerante incrementaron sus ventas entre un 15 y un 20% en el primer cuatrimestre del año.

Miguel Calvete, presidente de INDECOM, consideró que “la baja de un 7,9% en el consumo de productos de la canasta básica que se registró en 2016 se vio acompañada por una importante modificación en el comportamiento de los argentinos, que han comenzado a mostrar no sólo una conducta de sustitución de productos, sino que también han virado hacia otros puntos de comercialización. Están optando por acercarse a las ferias que hay en sus barrios para tratar de cuidar el bolsillo. Esas modificaciones también se observan en el incremento en las ventas de marcas sustitutas en distintas categorías de productos como limpieza, derivados de harinas y gaseosas”.

En los sectores más vulnerables del conurbano bonaerense, siete de cada 10 encuestados manifestaron haber modificado sus costumbres de consumo.