«Era esto o seguir criando lechones en el campo», dice Gastón Esmerado, exvolante central de Lanús, Arsenal, Colón y Huracán, entre otros. «Esto» es largarse a la carrera de entrenador, sentado en el banco de Guillermo Brown de Puerto Madryn, a 1400 kilómetros de la Capital Federal, en un equipo que arrancó la temporada con el objetivo de sumar puntos para permanecer en la B Nacional. Con la segunda ronda recién iniciada, con 21 partidos todavía por delante, Brown es el que manda en la tabla con 43 unidades. Y allá, en el horizonte, detrás del Océano Atlántico que se puede ver desde los escalones más altos del estadio Raúl Conti, pasando las ballenas que suelen posarse en esa costa durante la primavera, aparece la Primera División. 

Esta tarde, cuando el Almirante enfrente como local a Ramón Santamarina, de Tandil, en la cancha habrá unos cuatro mil hinchas. En una ciudad de 100 mil personas, el número se vuelve más significativo. También llegarán habitantes de ciudades vecinas como Rawson y Trelew. Es que para la Patagonia es un momento histórico: la región no tiene un representante en la Primera desde la época de los Nacionales, con Cipoletti y General Roca como estandartes. «Acá la gente está muy ilusionada. Hay quienes se animan a hablar de ascenso y otros que no quieren ni nombrar la palabra. La ciudad está revolucionada. Nosotros estamos igual que ellos. Cada uno en su casa se pone a maquinar. Cuando nos vamos a dormir te vuela la cabeza y te imaginás todo lo que se puede venir», cuenta Franco Flores, lateral del equipo, mientras intenta dormir a su bebé de dos meses.
En la Patagonia, en oposición al resto del país, es más común que un pibe agarre un kayak o una pelota de básquet antes de ponerse unos botines. Es que el clima no ayuda. En la ciudad de Madryn, solo hay dos canchas de pasto: la de Brown y la del Deportivo. Hay una cancha de sintético de 11 y lo demás son de papi fútbol o tierra. Esa es una de las complicaciones que tiene el puntero de la B. «Acá hay muchas adversidades que nos rodean. No llueve mucho, entonces no crece el césped. Se hace difícil mantener una cancha. Así que tratamos de usarla lo menos posible. Hacemos poco fútbol o entrenamos en sintético. Una superficie dura te perjudica la recuperación, así que tratamos de estar muy encima en el entrenamiento invisible y el descanso», cuenta Esmerado, que atraviesa su primera experiencia como DT pero todos lo señalan como el corazón de este sueño.

Lo anímico parece ser fundamental para haber sido la clave para hacer creer al plantel. El técnico lo explica con dos palabras: coaching ontológico. «Con Ale Limia (ayudante, exarquero de Arsenal) hicimos un curso en 2015. Y tratamos de usar todas las herramientas más allá de nuestra experiencia como jugadores. La emotividad –cuenta Esmerado– es una parte muy importante, el estar bien anímicamente pasa a ser fundamental. Hay que tratar de tener al grupo enganchado y también estar atentos al aspecto individual de cada jugador.»

Brown es el puntero que no será televisado. De los 23 partidos que ya jugó, solo fue transmitido dos veces por TyC Sports: ante Argentinos y Chacarita, el escolta y el tercero. De todos modos, las finanzas del club hoy se basan en la plata que entre de la tele y el apoyo de la intendencia, manejada casualmente por un ex presidente del Deportivo, el eterno rival. Los ingresos de la TV del año que viene ya hacen soñar al presidente Néstor Lorenzetti, más allá de aquel mito de que a los clubes humildes no se les vuelve rentable jugar en Primera. «Nosotros queremos ascender. Sería un hito para un club de tan lejos. Aparte triplicás los ingresos con la televisión. Sabemos que si ascendemos no vamos a pertenecer a la Primera. A los sumo estaremos uno o dos torneos. Pero aunque el presidente Macri no lo quiera, los clubes de fútbol son lugares de contención social. Sería ideal para recaudar y construir obras, que es lo fundamental para el club. Yo quiero que tengamos una escuela», asegura Lorenzetti, exjuez penal de la ciudad, pariente lejano del presidente de la Corte Suprema.

Si Buenos Aires –a 1400 kilómetros– queda lejos para el plantel de Brown, qué decir de Mendoza, Corrientes, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, San Luis y Jujuy. Por un convenio del club con la empresa Andes, suele usar el avión para trasladarse. Al menos hasta Capital Federal. Y de allí se mueve en micro. Pero Andes solo funciona de lunes a viernes, lo que complica la logística. «Nos mata. Cuando nosotros terminamos de jugar los demás equipos descansan y nosotros viajamos hasta 24 horas en micro para volver», cuenta el entrenador Esmerado. A veces las estadías se hacen más largas para poder regresar en avión, pero el alojamiento y las comidas para toda la delegación es un presupuesto. «Nosotros cuidamos el mango. Hasta le pedí al DT –bromea Lorenzetti– que Figueroa no patee más los penales porque cobra premio por gol». Tobías Figueroa es el goleador de la categoría con 16 gritos en 23 juegos y estuvo a punto de irse a Sporting Cristal, de Perú, pero se quedó detrás de la esperanza de ascender a Primera.

El cuerpo técnico llegó para la 6ª fecha, cuando reemplazó a Gabriel Gómez, que se fue tras dos victorias y tres derrotas. Lo primero que hicieron fue trabajar en lo anímico, con ejercicios de grupo. En el vestuario, le pidió a todos los futbolistas que escribieran en una hoja qué cosas querían mantener y cuáles cambiar. Nadie, en esos escritos, imaginó mantener la punta por quince fechas. A Esmerado, un fanático del punk rock desde la adolescencia, ese ejercicio le sirvió para planificar el año. Y para convencer al grupo «Siempre me identifiqué con Los Ramones, que es una banda muy humilde de los suburbios de Nueva York. Una banda que no la conocía nadie y de golpe rebotó en todo el mundo. Hoy todos usan una remera de Los Ramones y no saben ni lo que es. A Brown –compara– lo identifico con eso: de la nada nos hicimos conocidos y ahora todos hablan de Brown.»