“Nosotros tenemos la obligación de testimoniar no porque la Justicia nos cita, porque nosotros solidariamente somos compañeros de estos otros que hoy no pueden estar y sabemos que somos prolongación de esa voz y que esos 30 mil compañeros detenidos desaparecidos hoy están presentes”. Esta frase, pronunciada en uno de los tantos juicios a los que prestó su voz y pruebas sobre los delitos de lesa humanidad cometidos en la Esma, define a Víctor Basterra, el sobreviviente del centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en el barrio de Núñez que falleció este sábado tras lidiar largos años con un cáncer.

Basterra cumplió un rol clave en la reconstrucción de lo que ocurrió en la Argentina durante la dictadura cívico-militar. Su relato sobre la forma en que fue recopilando información sobre lo que sucedía en la Esma mientras era sometido a trabajo esclavo en el marco de su cautiverio lo convirtieron en un testigo de características únicas, ya desde el Juicio a las Juntas.

Tenía 35 años cuando el 10 de agosto de 1979 cuatro hombres lo secuestraron en momentos en que ingresaba en su domicilio de la localidad bonaerense de Valentín Alsina. Con él, se llevaron a su compañera Dora Laura Seoane, y a su hija de dos meses y diez días, María Eva.

Ya en la Esma, y debido a su experiencia como obrero gráfico, fue obligado a trabajar en el sector de documentación donde se confeccionaban, por ejemplo, los documentos falsos que usaban los marinos para distintas operaciones. Aprovechó su sobrevida y el sistema de salidas vigiladas que habían establecido los represores de la Armada en algunos casos, para retirar de a poco –al principio en sus calzoncillos, luego en el cuerpo– los negativos de las fotos de los detenidos desaparecidos que se encontraban en el predio del barrio de Núñez, e inclusive las de los represores. Cuatro décadas después, este material formó parte de las pruebas clave de las causas que investigaron lo ocurrido en el aquel emblemático centro clandestino.

La importancia de una figura como la de Basterra excede su rol en los juicios. Durante los últimos años, y hasta que su enfermedad comenzó a limitarlo físicamente, fue uno de los pilares de la transmisión de la memoria de lo ocurrido durante la dictadura. Fue registrado en documentales, brindó charlas, ofreció entrevistas, prestó testimonio en todas las formas posibles con una voluntad militante que siempre tuvo presente el valor de señalar a los represores y denunciar sus atrocidades.