Las fisuras internas respecto de las alianzas políticas en el radicalismo siguen acentuándose a medida que se acercan los momentos de definición. Las declaraciones que días atrás hizo Federico Storani, vicepresidente del Comité Nacional radical, en las que sostuvo que «no tenía sentido continuar en Cambiemos» si no «cambiaban cuestiones estructurales», dan cuenta de las tensiones que recorren al partido centenario. Hay referentes, Ricardo Alfonsín es el más visible de ellos, que han cuestionado las políticas del gobierno nacional desde que comenzó el mandato de Mauricio Macri. Sin embargo, la profundización de la crisis económica y la caída del presidente en los niveles de aprobación han ampliado la cantidad de referentes que plantean diferencias profundas con el macrismo.

En el plano electoral, la propuesta de una candidatura radical propia que compita con Macri por dentro de Cambiemos ha tomado vuelo. En esa línea están, por ahora, el propio Alfonsín, y muchos otros referentes como Jorge Sappia, presidente de la Convención Nacional, varios diputados nacionales, y lo insinuó incluso el gobernador mendocino, Alfredo Cornejo.

Plantearle a un presidente que busca su reelección que someta su postulación a una primaria suena tan descabellado que abre inevitablemente la puerta de las especulaciones. La lectura de que la propuesta tiene en realidad otro trasfondo, que lo que se busca es otra cosa, encuentra asidero porque es impensable que un jefe de Estado acepte esa condición.

La pregunta entonces es: cuál es el objetivo y si acaso hay uno solo y coordinado o varios, según cada sector de la UCR y cada distrito, en una fuerza que tiene casi tantas tribus como el peronismo.

La respuesta automática de la mayoría de los analistas políticos ha sido que la meta es conseguir más «cargos», mostrar las garras para sentarse a negociar el armado de las listas de diputados, senadores, concejales, batiendo el parche de la candidatura de Martín Lousteau, en principio, para bajarla después en la negociación con el macrismo, a cambio de una cuota más grande de poder. 

Otra posibilidad es que haya sectores que piensen que, en realidad, el radicalismo debería aliarse con Roberto Lavagna. El exministro fue candidato por el partido centenario en las elecciones de 2007, compitió contra CFK, y no son pocos los referentes que consideran que encarna una visión del país más cercana al «ideario histórico» de la UCR, muy distinta al estricto neoliberalismo del macrismo. En ese caso, la promoción de un candidato propio que compita con Macri en las PASO tendría como meta justificar la ruptura, remarcar que en Cambiemos no hay espacio para discutir el rumbo del país y consensuar las políticas fundamentales (algo que ciertamente siempre fue difícil con visiones tan antagónicas). 

La realidad es que en la fuerza que funcionó como portaviones del proyecto presidencial de Macri conviven ambas tendencias y la propuesta del candidato propio contiene a las dos, por eso es que ha tomado tanto vuelo. Es también lo que explica que quienes conducen el Comité Nacional partidario, básicamente los gobernadores de origen radical, dilaten el llamado a la Convención, órgano que define las alianzas electorales.

Los tres mandatarios se comprometieron con el gobierno a no impulsar nada que debilite a Macri, pero no pueden garantizar una disciplina partidaria. No pueden asegurar que no haya una ruptura o que se imponga la «libertad de acción», que dejaría que cada tribu construya su propia estrategia.

La situación, crisis económica mediante, es muy distinta que en 2017. Cambiemos no tiene asegurada su cohesión y el liderazgo de Macri se debilita cada día. «