Este lunes fue la segunda audiencia del juicio oral y público por el travesticidio de Diana Sacayán, asesinada en octubre de 2015. Al igual que el lunes anterior, hubo dos instancias paralelas: una afuera del Palacio de Tribunales de la Ciudad de Buenos Aires, donde activistas de la diversidad, artistas y gente suelta acompañó a la familia y le puso el cuerpo al juicio desde las 9 de la mañana, y otra adentro, donde se desarrolló la audiencia que arrancó pasadas la once y que terminó a las cinco de la tarde.

Desde el comienzo se sabía que iba a ser una jornada larga y crucial: de los 13 testigos previstos, declararon 10, entre ellos el hermano de Diana, Sasha Sacayán, activista y actual coordinador de la organización Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (M.A.L), uno de los tantos legados de Diana.

Además del Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 4 –integrado por Adolfo Calvete, Ivana Bloch y Julio Cesar Báez, en la sala estaba el representante del Ministerio Público Fiscal, Ariel Yapur; dos abogados representantes del Instituto Argentino contra la Discriminación (INADI, querellante en la causa) y Luciana Sánchez, abogada de la familia Sacayán.

Enfrentados, estaban los dos abogados de David Gabriel Marino, único acusado por “homicidio triplemente agravado por haber sido ejecutado mediando violencia de género por odio a la identidad de género y con alevosía y robo”.

En el medio, la sala rebalsaba de gente entre la numerosa familia de Diana, activistas y periodistas, e incluso quedó gente afuera.


El acusado no quiso declarar

Marino entró con la cabeza baja, vestido de jean y zapatillas de marca, con una campera de lana color crema. Se sentó junto a sus abogados y mantuvo los ojos entrecerrados, con la misma expresión indefinida de la audiencia pasada. Mientras se tomaba de las manos, nervioso, los y las familiares de Diana lo miraban fijo desde sus asientos.

Para dar comienzo a la audiencia, Marino debía prestar declaración indagatoria, algo que su abogado objetó. Pidió que se “dejara en suspenso el acto de indagatoria”, pero el Tribunal no hizo lugar al pedido, argumentando que el acusado puede negarse, si quiere, a declarar o hacerlo en el momento que elija. Por lo tanto quedaba obligado a responder preguntas de los jueces.

Así, quienes estaban en la sala, se enteraron de que de Marino nació en 1992 en Parque Patricios, que antes de estar imputado y en prisión preventiva era cadete de un contador, que tenía problemas con las drogas y que está en tratamiento. En la cárcel empezó a estudiar abogacía. Cursa el CBC.

Marino contestó rápido, casi sin modular, y al final dijo que no prestaría declaración testimonial porque no conocía todas las pruebas en su contra, repitiendo el argumento de su abogado. Al terminar, se levantó de la silla y, antes de que entrara Sasha, el primer testigo, tuvo que abandonar la sala. Fue un pedido de la abogada de la familia, para que su hermano pudiera hablar con tranquilidad.

“Diana lo dio todo por su familia y comunidad”

“Me gustaría contar quién era Diana y cuál fue su militancia”, dijo Sasha inmediatamente después de presentarse. Su declaración, que respondía a las preguntas de la abogada Sánchez, fue la más larga de todas y duró una hora y media.

Empezó por el origen de su familia: 17 hijas e hijos de una madre migrante de Tucumán, instalados en Laferrere, conurbano bonaerense, viviendo en condiciones de precariedad y mucho sacrificio. Desde muy joven Diana estableció vínculos con sus vecinos y vecinas, transformó en comunidad su barrio, ayudó a sus compañeras travestis y trans, todas en situación de prostitución, como ella lo estuvo tanto tiempo.

“Ella era muy cariñosa con todos nosotros y fue una referente para las compañeras travestis. Lo dio todo por su familia y su comunidad. Su primera batalla ganada fue lograr la derogación del Código de Faltas de la provincia de Buenos Aires que prohibía las identidades travestis. Se enfrentó muchas veces a la policía y fue perseguida. Hizo unas 23 denuncias a policías por los vínculos que tenían con la explotación sexual. El último tiempo había pedido protección porque había sido agredida. No se la dieron”, dijo.

Diana fue también una de las impulsoras de la ley de identidad de género y militó por el cupo laboral trans en la provincia de Buenos Aires, que aún no se reglamentó. A Diana la mataron al mes de que se sancionara esa ley, cuando ya trabajaba en el área de Diversidad del INADI.

“Esa ley es fundamental porque según una investigación el 98% de las personas travestis y trans no acceden a trabajos formales y están en situación de prostitución. Tenían una esperanza de vida de 32 años que ahora pasó a 40. Con la militancia logramos ganar 8 años de vida. Nosotros denunciamos que esa cadena de violencias que sufren las personas travestis y trans desde su infancia se llama travesticidio social y cuando son asesinadas tienen que llamarse como lo que son: travesticidios, que son crímenes de odio, porque se hacen con saña. Diana muere a la tercera puñalada pero recibe más de 20. A ella la amordazaron, la remataron”.

La familia de Diana escuchó estas palabras y a varias y varios les corrían las lágrimas.

Al finalizar su testimonio y tras responder algunas preguntas de la defensa de Marino – vinculadas a cómo habían reconocido al acusado-, el juez Báez preguntó:

– ¿En M.A.L hubo cambios después de su asesinato? ¿Alguien pudo reemplazar a Diana?

–No. Las personas travestis y trans tenemos un promedio de vida de 35 años. Con las condiciones de vida a las que están sometidas, a las compañeras les cuesta mucho pensarse, estar sin Diana. Desde su asesinato, perdimos a cinco compañeras más. Entre ellas a Lohana Berkins. A Diana le llevó veinte años constituirse como la militante que fue. Es difícil construir un liderazgo cuando la esperanza de vida es tan corta, cuando las compañeras se están muriendo, dijo Sasha.

Tras su declaración, se hizo una breve pausa y pasaron a declarar los nueve testigos restantes. A las cinco de tarde se terminó esta segunda jornada. Afuera, en la plaza frente a Tribunales, el activismo seguía al firme.